Los trenes nunca han esperado a los que llegan tarde, tampoco
lo hacían los ultramodernos trenes de impulso gravitatorio. Mas cómodos, mas
rápidos, mas cercanos al centro de la ciudad que los aviones, sin controles
pero infinitamente mas caros. Conectaban las ciudades mas importantes del mundo
entre si y también con algunas ciudades de segundo orden que tenían importancia
comercial para alguna de ellas. Se podía medir la importancia de una ciudad en
el mundo por el número de conexiones de tren que tenía y Ciudad Central tan
solo tenía una. La que yo cogería para aparecer en la otra punta del mundo,
muchos de mis ahorros se irían en el billete, por suerte era hombre sin vicios
y ahorrador, una virtud o un defecto porque nadie aprovecharía lo que yo dejará
en el mundo si finalmente dejaba algo.
Pasé por ciudad central, por ciudad mundo, por ciudad mees,
por ciudad comercial, ciudad unida, nueva ciudad y por tantas otras ciudades de menos
importancia que carece de sentido enumerar. En algunas estuve tan solo unas
horas, en otras unos días y la impresión que tenía era siempre la misma, todas
la ciudades eran iguales, sus gentes variaban el resto eran copias. Las
corporaciones tenían sus establecimientos en todas, copaban el comercio y todo
el negocio. Podías comprar los mismos pantalones en cualquier parte del mundo,
podías comer las mismas mierdas, divertirte en las mismas atracciones y si,
emborracharte en los mismos bares. Algunas ciudades eran mas baratas que otras
pero en todas había lo mismo, todas eran iguales.
Muy atrás quedaban esos tiempos en que los viajeros
encontraban en las ciudades nuevos sitios que explorar, nuevas culturas, nuevas
gentes. La globalización había matado la personalidad individual de cada lugar.
Todas eran copias orientadas al consumo. Cuando tenía un rato me perdía en los suburbios
y me emborrachaba en antros sobre los que las corporaciones no habían extendido
sus garras porque no ofrecían rendimientos. No bebía habitualmente y cuando lo
hacía casi nunca me pasaba, pero en aquellos días parecía que el alcohol podía
expiar mis culpas, estaba claro que me equivocaba. A cualquier lado de esas
barras siempre había una persona con una mala vida o una vida destrozada que necesitaban contar
una y otra vez a un desconocido entre los balbuceos provocados por el alcohol.
Ni se cuanta historias escuché, todas tenían un elemento en común, en todas
había perdida y sufrimiento. Tampoco me acuerdo de cuantas veces conté la mía,
al menos una vez por cada historia que escuche. Y nadie tenía respuestas, tan
solo un así es la vida, en el mejor de los casos tan solo un así es el amor.
Y en mis ensoñaciones alcohólicas a veces era el bueno y a
veces el malo pero no me cabe duda de que ambos fuimos responsables. La última
noche antes de llegar a la ciudad tuve un sueño si cabe más raro aun que otros
que había tenido con anterioridad. No lo recuerdo con claridad pero estábamos los
dos, ella y yo, pero también estaban mis padres y sobre todo emergía la figura
de su pareja, del padre de sus hijos, del hombre con quien convivía y hasta
donde yo sabía aun seguía conviviendo. Nunca lo vi, no tenía ni idea como era,
tan solo una vez pude ver un instante de milésimas de segundo una imagen. Daba
igual, antes de ver esa imagen y después me lo imaginaba siempre como un hombre
guapo, alto, musculado y con todo lo que un hombre puede tener de atractivo
para una mujer. Todo lo que yo no era por fuera lo ponía en él, todo lo que yo
creía ser por dentro se lo negaba. Seguramente no fuera ni lo uno ni lo otro,
tendría un poco de todo pero para que una mujer como ella se fija en él tenía
que ser realmente atractivo aunque viéndome a mi la teoría se desmontaba con
rapidez, pero siempre pensaba que con los años se aprendían a valorar otras
cosas. Para alimentar mi vanidad, cosa que nunca he tenido en demasía, saqué
que, si una mujer tan bella por dentro y por fuera se había fijado en mi, tal
vez no fuera tan poco atractivo como pensaba. No se que pasó en el sueño, tan
solo me acuerdo de eso y pasa el tiempo y esa imagen de él creada por mi mente
dormida y borracha se está convirtiendo de alguna manera en su imagen real, con
los años supongo que lo recordaré como si realmente lo fuera.
Pero ya estaba en la ciudad, el tiempo de emborracharse,
lamentarse y autocompadecerse había terminado. Era tiempo de encontrar al Ciberbog, era tiempo de enfrentarse a la realidad y poder reanudar mi vida en
el punto donde la dejé. Sin saber por qué me entro la risa, mi vida en el punto
donde la dejé era una vida vacía, sin objetivos, sin sueños, sin ilusiones, sin
esperanzas, todas esas cosas era ella para mi y la había perdido. Reí, reí sin
parar durante un buen rato para sumergirme luego en las saladas aguas de mi mar
de lágrimas. El plan que había trazado podía esperar otro día, en esta noche
lluviosa mis pasos me encaminaban a los suburbios de la ciudad.