Se me cayó el mundo a mis pies, yo nunca la delataría, nunca
pondría en peligro su vida eso pensaba, eso quería creer pero ¿qué sucedería si
mi propia vida estaba en peligro? ¿Qué sucedería si me capturaran e intentaran
sacarme la información incluso mediante algún tipo de suero de la verdad? El
Ciberbog, una máquina, no había revelado nada incluso en aquella situación de
práctica destrucción de su vida (¿Podían las máquinas tener vida?), ¿estaría yo
a la altura de su humanidad? y lo que mas me dolía cuando lo pensaba ¿estaría
yo a la altura de su amor por ella?
Como si fuera capaz de leer mis pensamientos a través de mi
cara me dijo “estás aquí por una máquina que ni tan siquiera sabes si tiene
vida, jamás la pondrás en peligro” Yo no estaba tan seguro, pero hasta el
momento ni tan siquiera he vuelto a mencionar su nombre a nadie. Me gustaría
poder gritar su nombre, escribirlo millones de veces junto a las palabras mas
bellas, escribirlo en la arena de la playa para ver como el mar lo arrastra y
se hace uno con él, pero mantendré mi silencio. Mantendré el silencio sobre mi
villa, sobre la ciudad, sobre la corporación, ningún dato por el que se pueda
sospechar ni tan siquiera lo mas mínimo sobre su identidad. Llegado el caso no
se lo que sucederá pero en aquel momento quise creer y creí las palabras del
Ciberbog y aun las sigo creyendo.
El Ciberbog continúo con el relato. La doctora Roes le
encargó que me vigilará y mi protegería de todas las maneras posibles, no hacía
falta el quería hacerlo (¿Podía una máquina tener voluntad propia?) y eso es lo
que estuvo haciendo pero fue muy complicado para él, incluso por momentos llegó
a pensar que ya estaba muerto, mi identidad de incognito había hecho imposible
que me siguiera el rastro y solo supo de cuando accedí al aeropuerto. Cuando
puse mi huella sobre la puerta del
pasillo para acceder al recibidor desde el que accedí a aquella sala, se sintió
aliviado, contento, estaba vivo y había ido allí para hablar con él (¿podía una
máquina tener emociones?) Horas después supo de la muerte de la doctora, buceo
en la red y encontró un albarán de la corporación que indicaba que en habían
recibido un fuerte neurotransmisor. No pudo relacionarlo con la muerte pero
mantenía copia de ese albarán por si en algún momento pudiera llegar a
utilizarse como prueba.
Dos seres que apenas me conocían habían peleado por salvar mi
vida. La doctora estaba muerta, el ciberbog viviría hasta que pudieran
desentrañar el secreto de sus sentimientos y entonces lo eliminarían para
siempre. ¿Y que podía hacer yo por ellas? Salvar al Ciberbog y desenmascarar la
muerte de la doctora ¿pero cómo?
Le transmití mis pensamientos y me dijo que al no merecía la
pena salvarle, que el no tenía vida, que no era importante. Que tenía que salir
de allí y hacer lo posible por que se supiera que la muerta de la doctora Roes
no había sido natural y que los culpables pagaran por ellos. Siempre tan
humano, siempre poniendo su propia existencia por detrás de las personas, de
ella, de la doctora, de mi y creo que lo hubiera hecho por cualquiera. Solo
podía admirar al Ciberbog. Mi deber, lo que quería, lo que mi corazón me decía que
debía de hacer era liberarlo, sin embargo en aquel momento no sabía cómo.
Me sacó de mis pensamientos alertándome de que debía huir,
que bajaban hacia aquel laboratorio los investigadores principales. Le dije que
no que me quedaría con él, que le llevaría conmigo. Me hizo ver que no era el
momento, que no debía hacerlo, que si era eso lo que quería habría mejores
oportunidades. Me instó a que me fuera, ahora teníamos contacto, le proporcione
mi identidad de incognito, me ayudaría a investigar sobre la muerte de la
doctora, me protegería, me ayudaría a todo lo que necesitara. Le hice prometer
que me ayudaría también a sacarle de allí cuando fuera el momento pero me dijo
que estuviera tranquilo, tal vez su vida fuera mas larga que la mía, se necesitarían
muchos años para investigar y saber como habían surgido en el los sentimientos.
“No hay tiempo, tienes que salir”
Lo hice y en el recibidor me cruce con el hombre y la mujer
gracias a los cuales conseguí entrar en el ascensor. Distraidamente hice chocar
mi carrito de la limpieza contra ellos vertiendo los productos sobres sus
batas, sus ropas de diseño y sus caros zapatos. Escupieron fuego por sus bocas,
mientras yo abandonaba el recibidor por la puerta que daba acceso al ascensor.
Una infantil venganza que no hizo que me sintiera mejor, que ni tan siquiera
dibujo una sonrisa en mi cara. La venganza nunca vale para nada, en ocasiones
tan solo para sentirnos peor con nosotros mismos.
Ya no hubo mas puertas cerradas en el mundo para mi. Allí
donde ponía mi dedo todas se abrían por mucha seguridad que tuvieran, no volví
a necesitar códigos, ni pasar escaners de retina, tan solo acercar mi dedo y
cualquier puerta se abría. Tan solo se resistían las que tenían antiguas
cerraduras con llave. La llave que abría la puerta a la vida de ella la había
perdido para siempre.