jueves, 31 de diciembre de 2015

Urteberri on

Aparcaremos Mees por unos días, tal vez una semana, entra el año nuevo y empezaremos descansando, como corresponde a un vago como Xarle. Pero volverá, volverá Xarle para contaros la historia del mundo, de la ciudad de donde fue expulsado sin saber muy bien la razón pero con toda probabilidad  simplemente no se merecía vivir en aquel maravilloso mundo. Efectivamente Xarle es un extraterrestre venido de un planeta imposible pero real y eso explica muchas cosas de Xarle.
Y ahora vive aquí, en un lugar donde si existe el mar y la niebla solo cae de vez en cuando. Y este mundo no es un sueño en si mismo como Mees, este mundo es odiosamente imperfecto y los sueños, los deseos no siempre se cumplen aunque luches por ellos. Pero no hay que dejar soñar nunca, la vida se acaba si no somos capaces de soñar, tal vez no los logremos pero dan sentido a nuestras vidas. Y Xarle es un soñador expulsado de un sueño en el que sigue soñando. Y ese es mi deseo para Xarle y para el resto del mundo para este 2016 que empezará en apenas unas horas, que sueñe, que soñemos todos y que pongamos todo de nuestra parte para construir nuestros sueños. Soñad, soñemos y que nuestros sueños sean de ser y no de tener, lo que poseemos jamás definirá lo que somos.
Soñad y que vuestrose sueños os hagan felices.
Feliz 2016
Urteberri on




martes, 29 de diciembre de 2015

Casicuentos para Rita: La excepción de Mees

Ciudad Mees era una excepción en la galaxia, en realidad era una excepción entre las miles de galaxias conocidas, solo en Mees había surgido la vida, solo en Mees se había desarrollado, solo en Mees había llegado a su plenitud. Tal vez existieran galaxias desconocidas donde hubiera sucedido lo mismo, tal vez en otras estuviera a punto de suceder, tal vez tras millones de eones sucediera en otras. La vida es una excepción que no siempre consigue abrirse paso y para hacerlo tiene que enfrentarse a dificultades inconcebibles y retos imposibles por eso es tan increíble, por eso es tan maravillosa, por eso esta especial y por eso hay que hacer todo lo posible para no perderla.
La vida en Mees era la excepción entre los millones de excepciones posibles. Mees era un sueño que nadie había soñado, era el deseo que se hizo realidad sin que nadie lo hubiera deseado, era el cuadro pintado por un el loco mas cuerdo, la inspiración de un dios que no existe, la belleza en su mas pura esencia, la sonrisa eterna de un niño que no crecerá nunca… todo eso y mucho más, tantas cosas que ningún poeta sería capaz de expresar ni en millones de versos.

Cayó la niebla y la excepción cayó con ella. Seguía existiendo, en realidad existiría mientras la vida en cualquiera de sus formas siguiera existiendo, pero era menos excepcional. La vida con niebla era posible en miles de universos, la vida con niebla ya había existido y extinguido en alguno, surgiría en otros y tal vez conviviera ahora en universos descocidos. El tiempo no importa, solo la vida es importante. Así lo vieron en Ciudad Mees hasta que la niebla les nubló la vista y caminaron completamente ciegos por un mundo que desmontaba la vida arrastrándolos por caminos que la vez condujeran a su total destrucción. Demor y Moor guiaban por ese camino pero los dioses no son culpables, los dioses solo existen si existe la fe en ellos. Sin fe no son nada. Los Permi, los perseguidores de mitos, aún tenían fe en la vida, pero la vida no es un dios que exista simplemente por creer en él, la vida hay que hacerla posible todos los días. Los Permi intentaban hacerla crecer todos los días pero tal vez ni todos sus esfuerzos fueran suficientes para mantenerla con vida, tal vez ni aunque consiguieran disolver la niebla la vida volviera a ser como antes y ese desconocido mar estaba ahí esperándoles para sumergirles en él de nuevo. La excepción aún era posible.

lunes, 28 de diciembre de 2015

Casicuentos para Rita: Los sonidos de Mees

Si en Mees hubiera existido la noche hubiera sido completamente silenciosa, pero en Ciudad Mees nunca se ponía el sol, la megaciudad ocupaba prácticamente todo un planeta alumbrado por tres soles. Nunca era de noche pero tampoco era nunca de día, la vida siempre rebosaba sus calles y solo la vida rompía el silencio. Sus ingenios trabajaban para mantener la vida, para hacerla posible en su máximo esplendor, pero eran completamente silenciosos, nada sin vida emitía sonidos en Mees.
En Ciudad Mees solo se oía el bullicio de sus gentes, sus risas, sus llantos, sus voces melodiosas sumidas en interminables conversaciones, los gritos de los niños jugando en la calle, los aplausos tras una obra de teatro, las ovaciones de los acontecimientos deportivos, la música de un concierto, los pasos de un baile, los susurros de la poesía declamada en un parque, el atronador sonido de un día de mercado… y el viento, el viento que siempre soplaba en Mees silbaba al recorrer sus calles, casi siempre prácticamente silencioso pero siempre como el más bello de los sonidos de fondo.

Calló el viento y entró la niebla y con la niebla llegó el silencio. La vida se paralizó en Mees, se congeló y sus sonidos fueron desapareciendo. En las calles podías oír los pasos perdidos de gentes que no sabían a dónde iban, podías oír sus respiraciones agitadas, entrecortadas por el esfuerzo de caminar entre la niebla y podías oír su miedo. El miedo sustituyo al viento de Mees como sonido de fondo, el más terrible de los sonidos, el menos hermoso. Tan solo en los más profundo de la niebla se mantenían atisbos de aquella vida y se podían escuchar interminables conversaciones de aquellas melodiosas voces intentado resolver el enigma de la niebla, pero eran voces tristes y solo la alegría podría traer de nuevo la vida a Mees. Solamente la alegría disolvería la niebla para convertirla en mar y poder empezar de nuevo.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Casi cuentos para Rita: Los colores de Mees

Escondidos al final de los arcoíris se encuentran los más maravillosos tesoros, Ciudad Mees, ciudad arcoíris. Y tal vez se quedara corto el nombre porque en la megápolis de Mees se unían, se mezclaban en perfecta armonía todos los colores del espectro visible. Sus edificios, sus calles, sus parques no eran grises, no eran oscuros, eran una explosión de color dónde cabían todos.
Edificios había de todos los colores desde el más prístino de los blancos hasta el mas azabache de los negros, pasando por cálidos rojos y amarillos, por intensos verdes, por glaciares azules y por cualquier otro color que pudiera encontrarse en la paleta de un pintor que loco de pasión hubiera querido plasmar en un cuadro todos. Sus calles eran iguales, había tantos colores que incluso en una inmensa ciudad como Mees resultaría difícil encontrar dos calles del mismo color. Las ropas de sus habitantes también eran multicolor, colores pastel, colores intensos,  colores gastados, colores naturales, colores creados… y sobre todo colores de ese arcoíris por el que se conocía a Ciudad Mees.

La niebla arrancó los colores, fue más allá de cubrirlos con su grisáceo manto, los arranco literalmente de las paredes, de las calles, de las ropas. Destruyó el color para dejar solo el blanco y negro y una eterna gama de grises. Los Demorianos optaron por el negro, los Moorianos por el blanco, los Permi vestían de todos los grises posibles y se mimetizaban así con la niebla. Y cada gris tenía un matiz que se convertía en un recuerdo de cada color que había existido en Ciudad Mees. Ciudad Mees, la ciudad del blanco y negro.

martes, 22 de diciembre de 2015

Casicuentos para Rita: El mar de Mees

El caldo prebiótico de un mar primigenio fue el origen de la vida en Mees y en el mar creció y junto al mar evolucionó y finalmente el mar desapareció para hacer posible Ciudad Mees, para hacer posible la vida.
Hacia milenios que el mar había desaparecido, se fue consumiendo poco a poco porque cada gota de agua, cada grano de sal, fue necesaria para crear Ciudad Mees y Ciudad Mees nunca olvidaría el mar aunque nunca volverían a verlo. Se recordaba ese mar tranquilo y en el calma ante el que cualquiera podía sentarse y observarlo sin pensar en nada, ese mar agitado con olas rompiendo contra la roca modelando durante milenios un mundo nuevo, ese mar en días de lluvia, en días de tormenta, ese mar tan duro en el que parecía que el mañana no llegaría, ese mar de olas gigantes y cambios abruptos que transformaba la vida. Ya no había mar en Mees y sin embargo Ciudad Mees era la ciudad del mar.
La niebla nunca llegó al mar, el mar simplemente ya no existía, pero se concentró allí dónde sus últimas aguas estuvieron presentes. En aquel lugar la niebla fue mas densa, a aquel lugar fueron los Permis, los perseguidores de mitos, que creían que disipando la niebla volvería la vida a Mees y para entenderla querían sumergirse en ella, en lo mas oscuro de su sombra y la niebla había elegido el mar para instalarse y desde allí oscurecerlo todo, desde allí oscurecer la vida.

Los Permís sabían que allí había estado el último mar, allí habían roto las últimas olas, allí se había sentido por última vez sus salinas gotas resbalando por las mejillas de quienes lo observaban. Lo que todavía no sabían es que  aquella niebla era el mar que había venido para quedarse.

lunes, 21 de diciembre de 2015

Casi cuentos para Rita: La inocencia de Mees

Mees era la inocencia, era el culmen del desarrollo humano y sin embargo vivía y era posible porque existía en ella la mas completa de las inocencias, la fe absoluta en las personas, la fe absoluta en la propia ciudad y la mas completa de las fes en la propia vida. El desarrollo tecnológico de Mees, el conocimiento casi pleno de todas las ciencias la había convertido en una ciudad casi perfecta con una sociedad que creía en ella misma y en sus personas y en la que hasta lo imposible se hacía posible para la vida.
La inocencia no siempre había existido así, se fue ganando generación tras generación. Se fueron construyendo puentes en abismos de desconfianzas, se fue conociendo al otro y a la vez a ellos mismos hasta llegar al más profundo de los conocimientos que hacen que desaparezca cualquier barrera. Tras años de vivir así, tras años de una ciudad y una sociedad que se comprendían a si mismas fueron desapareciendo los prejuicios y se creo la absoluta inocencia. Pero no conviene olvidar que si fue posible, si fue realidad fue porque, incluso al principio, los habitantes de Mees tenían un substrato de inocencia y de fe en las personas y en la vida. Sin ese sustrato Ciudad Mees hubiera sido imposible, jamás hubiera llegado a ser tan pura, jamás hubiera llegado a ser tan inocente. Está en la genética del almendro florecer de blanco y en la genética de mes estaba florecer de inocencia y ambas flores eran tan bellas como efímeras.

Cayó la niebla y desapareció la flor, se marchito por completo, desapareció la inocencia. En Ciudad Mees se encontraron con un imposible y se perdió la fe en todo. La semilla del mal no crece rápido pero termina extendiéndose incluso por los terrenos mas áridos. Y así fue, llego poco a poco el miedo, con el miedo surgió la desconfianza, con la desconfianza hasta la verdad parecía mentira y Ciudad Mees se fue consumiendo en el fuego de la muerte. La vida perdió su importancia ante el miedo de la muerte. Los Permis conservaron en parte la inocencia por eso luchaban contra la niebla pero era esa inocencia primigenia, ese sustrato de fe en la vida y en las personas que existía en sus primeros habitantes, pero también ellos estaban completamente corrompidos. Acabar con la niebla no supondría el renacer de Ciudad Mees, supondría tan solo hacer posible la apertura de un camino a la resurrección, el mismo camino que iniciaron las antiguas generaciones. Sin embargo Ciudad Mees era el único horizonte posible cualquier otra ciudad jamás nacería de la inocencia y jamás llegaría a ella.

viernes, 18 de diciembre de 2015

Casicuentos para Rita: El viento de Mees

Ciudad Mees, ciudad del viento.  Era difícil imaginar Mees sin su viento, el viento significaba vida en Mees, aquella megápolis lo necesitaba y cuando cayó la niebla fue mas evidente que nunca.
En Ciudad Mees el clima estaba controlado, había estaciones como en cualquier otro lugar del mundo, hacía frio, calor, llovía y hasta nevaba. Los ingenieros podrían haber diseñado un clima siempre cálido si lo hubieran deseado pero Mees era vida y prefirieron respetar los ciclos del tiempo que la había hecho posible, los ciclos que habían traído la vida hasta su era. No se buscaba la perfección, la vida en si misma ya era perfecta, el clima se controlaba tan solo para que no ocurrieran desastres y la vida pudiera seguir fluyendo, y la vida en Mees era imposible sin viento.
Siempre soplaba el viento, siempre. A veces eran cálidos vientos de un norte donde bullían las calderas de magma, otras el gélido viento de los páramos de hielo del sur, otras veces una brisa húmeda de las verdes montañas, otras el viento yodado de un mar que hacía milenios que había desaparecido… y muchos otros vientos, tan diferentes y tan iguales pero siempre viento. El viento renovaba constantemente el aire de Mees para hacerlo mas puro, mas respirable para que los pulmones, el cuerpo y hasta el alma se llenara de vida.

Entró la niebla y del viento nunca más se supo. Dejó de recorrer las calles de Mees, dejó de impregnarlo todo con sus aromas, dejó de oxigenar la vida. El viento y Mees eran uno, tal vez si hubiera seguido soplando con normalidad la niebla no se hubiera asentado, tal vez si ahora soplara con fuerza conseguiría despejarla pero el viento estaba en calma. La ciudad descansaba intranquila en la pesadilla de aquel manto de niebla, una calma aparente que escondía el peor de los desastres. 

jueves, 17 de diciembre de 2015

Casicuentos para Rita: Los sueños de Mees

En Ciudad Mees no había sueños, Mees era un sueño en si misma. La vida en Mees era la felicidad plena, tal vez no lo tuviera todo y sin duda no era perfecta pero ¿quién lo necesita todo cuando es feliz plenamente? ¿quién necesita la perfección cuando lo imperfecto desborda lo que cualquiera pudiera desear? En Mees también había tristeza, había dolor, había lágrimas, había preocupaciones y días oscuros llenos de problemas. Eso también es vida, ser feliz no significa que esas cosas desaparezcan, la felicidad es tener una vida plena, una vida que te llene, levantarse cada mañana con ganas de vivir, con esperanza y vestirse con una sonrisa incluso los días mas grises. Y Mees era la sonrisa eterna, se soñaba a si misma cada día y al despertarse estaba ahí hecha realidad.
Pero entró la niebla y oscureció el sueño.  Tuvieron que pasar meses para no confiar en que el sueño de Mees pudiera volver a ser el mismo, para no confiar en que siguiera creciendo pero la esperanza empezó a perderse, y con ella el sueño y sin soñar acabar con la niebla fue un imposible. Y surgieron otros sueños, sueños con una vida mejor, con paraísos fuera de Mees, sueños de tener y no de ser. Cuando empezaron a faltar los recursos se soñaba con ellos, hubo quién los acumuló y quién no podía disfrutar de ellos pero todos soñaban con ellos, y su sueño era perseguirlos. La subsistencia propia y la de su extirpe estaba por encima de todo y de todos, tal vez la respuesta más lógica, tal vez la que mas se adaptara a las circunstancias, tal vez la mas humana, tal vez la que más les acercara a la completa destrucción que querían evitar.
La niebla acabó con el sueño Ciudad Mees y se soñaron otras cosas, mas pequeñas, mas fáciles, mas alcanzables pero ninguna tan grande como Mees. Se empezó a soñar con la subsistencia no con la vida, y lo que ni tan siquiera se puede soñar es sencillamente imposible de construir. Tan solo los Permi, los perseguidores de mitos, seguían soñando en Mees, tal vez tampoco pudieran volver a construir el sueño pero pelearían cada día contra la niebla.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Casicuentos para Rita: Los dioses de Mees

Antes de que cayera aquella densa niebla no existían dioses en Ciudad Mees. Algunos libros ajados que ya nadie leía recordaban como sus ancestros mas antiguos creían en seres mitológicos a los que atribuían poderes mágicos que explicaban todo lo que la escasa ciencias de los primeros asentamientos de Mees no podía explicar. Hace demasiado tiempo de eso, los Meesianos no necesitaban ya dioses, su conocimiento de la naturaleza, de su mundo y de su universo era tan grande que de haberlo deseado hubieran podido crear con su ingeniería un dios prácticamente todopoderoso, infinitamente mas poderoso que cualquiera en los que se creyeron en aquellos tiempos remotos.

En Ciudad Mees se creía en la vida. Se creía profundamente. De la vida se sabían sus orígenes y su mas que posible final, el final prácticamente inevitable de una civilización milenaria. En Mees no había vidas mas importantes que otras y cualquiera sacrificaría la vida propia por salvar dos vidas cualesquiera que fueran, aunque raras veces en los últimos milenios había sido necesaria tal cosa. En Ciudad Mees la enfermedad se había prácticamente erradicado y los accidentes eran anécdotas que raramente sucedían. La vida empezaba y acababa, no había nada ni antes ni después, la vida se daba sentido a si misma. Y así fue hasta que la niebla se apodero de todo.

La niebla escapaba del conocimiento de Ciudad Mees. Nadie lo previó, nadie lo hubiera podido hacer a pesar de la prácticamente omnisciencia de Mees. Y lo puso duda absolutamente todo. Como una pequeña mentira hace poner en duda cientos de grandes verdades, así penetro la niebla. Si no habían sido de capaces de prever la niebla, si no eran capaces de disiparla, si no eran capaces ni tan siquiera de saber que era todo el conocimiento de Ciudad Mees se había convertido en inservible y cómo sería el fin de la civilización era simplemente papel mojado, mojado por la humedad de aquella intensa niebla. Y con la niebla nacieron los dioses y creyendo en dioses se dejó de creer en la vida.

Nació el dios de la niebla y le llamaron Demor. Era un dios cruel y despiadado que castiga con muerte y premiaba con odio. La ciencia, la razón eran sus enemigos y los destruía extendiendo su manto. Se construyeron templos y dentro de los templos altares y en los altares se sacrificaba la creencia en la vida. El dios que transformó el nosotros en yo porque adorar a Demor era la única manera de salvar la vida propia aunque significara destruir el resto. Demor permitía y alentaba apropiarse de los recursos de Ciudad Mees para la propia subsistencia porque la subsistencia de todos era imposible. Demor entendía que destruir otras vidas era la única vía para salvar la nuestra. Tras la muerte no hay nada y hay que vivir a toda costa.

También nació Moor el dios del sol que disolvería la niebla. Era un dios bondadoso que premiaba con la vida y castigaba con amor. La ciencia y la razón eran simplemente intrascendentes solo Moor podía cambiar el destino. También surgieron templos, también se construyeron altares y en ellos también se sacrificaba la creencia en la vida. Moor exacerbaba el amor poniéndolo por encima de la vida. Amar a los demás para amarse a si mismo. Los que adoraban a Moor se sacrificaban a si mismos para salvar a los demás. El amor lo era todo y la vida propia carecía de importancia, si amabas tras tu muerte Moor te acogería en su paraíso sin niebla.

Los adoradores de dioses construyeron sus cultos, los llenaron de mitos, de historias falsas basadas y unidas a sucesos históricos de Ciudad Mees y el mundo dejó de entenderse sin ellos. Mees era como era por sus dioses. Tan solo unas pocas personas seguían intentando entender la niebla y Demor y Moor las despreciaban por ello. Se convirtieron en seres marginales, excluidos y hasta incluso perseguidos por Demorianos y Morianos porque suponían una amenaza a su creciente poder. Fueron los Permi, los perseguidores de mitos, y acabaron en la clandestinidad, escondidos en lo mas profundo de la niebla, dónde ya no había nada y nadie se atrevía a entrar porque la vida no era posible. Y sin embargo lo era, los Permi encontraron el camino para su subsistencia, encontraron el camino para la vida y allí escondidos estudiaban la niebla que los envolvía.


martes, 15 de diciembre de 2015

Casicuentos para Rita: Los árboles de Mees

Los arboles estaban secos, sin vida. Antes de que entrara aquella niebla maldita en la ciudad los arboles eran verdes y frondosos. Cuando llovía podías refugiarte debajo de sus copas porque eran tan tupidas que apenas dejaban resbalar unas pocas gotas de lluvia hacia la base de sus troncos. Si estabas mucho tiempo cubriéndote o las lluvias eran torrenciales te terminabas mojando pero te ofrecían una protección que jamás encontraras en ningún árbol de ninguna ciudad de mundo.
Así eran los árboles de Ciudad Mees pero la niebla lo cubrió todo. Al principio sus hojas resistieron verdes y tersas pero poco a poco fueron adquiriendo esos tonos amarillos y granate-rojizos tan propios del otoño. Apenas se veían, pero eran bellos, tan bellos al menos como las deslumbrantes primaveras; bellos si pero melancólicos.
Y las hojas empezaron a caer y vestir los suelos con sus colores. Pronto se acumularon miles, millones de hojas en el suelo que nadie se molestaba ya en recoger y limpiar. Volaban impulsadas por el viento por las calles vacías de una ciudad prácticamente abandonada que ya nadie se molestaba en cuidar y mantener limpia. La caída de las hojas de los árboles de Ciudad Mees fue el símbolo de destrucción total para muchos de sus habitantes. Por suerte la maldita niebla no les permitió ver como iba cayendo cada hoja, como cayo la última del último árbol, las lágrimas hubieran lo hubieran inundado todo. Tal vez hubiera sido lo mejor porque durante mucho tiempo esperaron una primavera que no llegaría nunca.
Ha pasado el tiempo y los arboles sigue secos, en pie, como orgullosos testigos de una ciudad que se hunde pero negándose a caer con ella. Sus troncos ahora son grises, casi blanquecinos, el tiempo suturó al fuego del frio sus peciolos y ni tan siquiera se intuye ningún brote que pueda devolverlos a la vida. Muchos de ellos están muertos ya, algunos empiezan a ser devorados por miles de insectos y abonarán una tierra en la que no crecerá nada mientras la ciudad siga sumida en la niebla. Sin embargo los xilemas de algunos todavía trasportan gotas de su savia negándose a un destino tan cruel como inevitable. Morirán sin duda y de ellos tan solo quedará el recuerdo de su esplendor. Morirán como muere Ciudad Mees, sumidos en la mas densa de las nieblas y sin capacidad para sentir y aguantar más dolor. Una muerte dulce en días amargos. Una muerte que ojalá les llegara pronto para acabar con un sufrimiento sin sentido. La vida siempre se abre camino pero en Ciudad Mees ya no hay lugar para la esperanza ni para los sueños. La niebla terminará secando los pocos ojos que aún osan mirar al cielo.

Xarle finalista

Días después de escribir “Acidez” encontré el concurso microrelatos de Letras como espadas titulado “El dolor de la ausencia” y decidí concursar. Segunda vez que envío algo y segunda vez que obtengo una alegría; a la espera del fallo del jurado me encuentro en la lista de finalistas. Soy tan solo un finalista mas de una larga lista de unos doscientos escritores y escritoras pero también es cierto que en esa lista hay personas de muchos países, lo que me hace intuir que el número de concursantes total ha sido muy lago.
A diferencia de otras ocasiones, al releer “Acidez” me gusta, creo que tiene potencia en la expresión del sentimiento. Sin embargo me doy cuenta que esta poco trabajado, que podía haberlo exprimido mucho mas y por tanto me parece difícil que el jurado se termine inclinando por destacarlo.
Cuando escribo lo hago de un tirón, lo que sale en cada momento y solo le dedico el tiempo que se tarda en escribir porque las palabras suelen salirme solas. Para que os hagáis una idea a “Acidez” le dedicaría cinco minutos o menos. Viendo los reconocimientos que recibo, aunque no sean demasiado grandes, me planteo si tal vez debiera dedicarle mas tiempo a lo que escribo. Pero Xarle es así escribe lo que le sale de la vaina y no se para ni a repasarlo y tal vez lo que pierda en desarrollo de la idea lo gane en pureza. Aun así pensaré en ello.
Lo que si tengo claro es que voy a buscar mas concursos y presentarme porque es un subidón ver que te nombran de una manera u otra, aunque, sin duda, el mayor subidón es ver como sube el contador de visitas de mi blog y eso os lo debo a las personas que me visitáis para leer mis desvaríos. Para vosotras solo puedo tener palabras de agradecimiento y devolveros las sonrisas que me proporcionáis con cada visita.

Os dejo con el microcuento para Rita: acidez

Las últimas gotas de zumo goteaban por la boca del exprimidor. De la media naranja solo quedaba una cascara amarga completamente vacía de pulpa. Levantó la tapa del cubo y la tiró. 

Hundiéndose en la basura solo podía anhelar volver a sentir el calor y la suavidad de aquellas manos.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Casi cuentos para Rita: Ciudad Mees

Cada esquina que doblaba le trasladaba a otra calle oculta por la niebla. Parecía que aquellas aceras desangeladas jamás llegarían a conocer la luz del medio día. Siempre gris, frío y triste, así era la ciudad de Mees.
Caminaba sin saber a dónde ir, completamente desorientado y prácticamente ciego. Sin destino, sin pasado y sin anhelar ningún futuro. Mees era un sitio demasiado cruel para las personas que habitaban en él, devoraba sueños y esperanzas y excretaba personas sin vida que se limitaban a sobrevivir en aquel tiempo aciago.
Atrás quedaban los tiempos luminosos, aquellos tiempos arcoíris en los que la que Mees era el paraíso de la felicidad. Pero Mees estuvo siempre escondida, fue siempre un secreto para el mundo y era solo cuestión de tiempo que llegaran las sombras. Suelen decir que lo que no se ve se pudre y la putrefacción llegó tal vez antes de lo esperado ajando sus calles y agriando su aroma.
Pero nadie quería huir de Mees, nadie quería emigrar a otras tierras extrañas, nadie quería buscar una vida después de haber vivido intensamente en aquella ciudad de la alegría. Sus habitantes deambulaban por las calles intentando ver el cielo, encontrar un resquicio entre la intensa niebla que les permitiera ver una estrella en la noche o un rayo de sol en el día. Ese era su destino, deambular hasta que les alcanzara el olvido o tal vez la muerte. Fantasmas de un pasado tan real como inexistente.
No hay sonrisas en Mees, no hay llantos ni lágrimas, no hay risas, ni miradas cálidas e intensas, no hay odio ni amor, no hay guerra ni paz, en Mees ya no queda nada. Solo calles que recorrer una y otra vez esperando un milagro imposible sin fe y en Mees nunca hubo fe, ni aun en los buenos tiempos la hubo. Una razón más que condujo a su destrucción.
De Mees solo quedan ya las calles, las casas y los templos que su habitantes construyeron sacrificándolo todo y esa eterna niebla que no permitirá ver nunca las grandes obras que fueron.
Tan solo un caminante, uno solo, toca con sus manos cada piedra, cada baldosa, cada pared de hormigón para recordar con sus manos lo que sus ojos no volverán a ver a nunca. Siente la vida dentro de ellas. Se equivoca terminará perdiendo su sonrisa y la vida en el intento de que Mees vuelva a un esplendor que no quiso ser más que una ficción, una historia de esas que jamás se contará a nadie porque a nadie le interesa.
Así es Mees, una ciudad para vivir en el recuerdo y para morir esperando una luz que no llegara nunca.

viernes, 11 de diciembre de 2015

Un pensamiento para Rita: Solsticio de invierno

Llega la Navidad, esa fecha en que celebramos el nacimiento de Jesús y lo hacemos seamos cristianos o no porque se ha convertido en tradición. Curiosamente se sabe que Jesús no nació en esa fecha ¿Por qué se celebra ahí entonces? En esas fechas se produce el solsticio de invierno que es el momento en el que las noches paran de alargarse y empiezan a crecer de nuevo los días. En muchas culturas ya era motivo de celebración, mucho antes del nacimiento de Jesús y la llegada del Cristianismo, y se vinculaba a la renovación y el renacimiento. El Cristianismo se apropia de la idea de renacimiento colocando en esa fecha el nacimiento del hijo de su dios y convirtiendo en cristianas celebraciones tradicionales anteriores a su propia existencia.
La mitología de muchas culturas está basada en ciclos naturales ligados a la tierra y a la vida, tal vez no hubiera un conocimiento científico detrás pero desde luego estaban basados en algo mucho más real y cercano que la existencia de un Dios determinista. Muchas de estas culturas buscaban el origen de la vida en la Madre Tierra, en el Sol… y desde luego científicamente hablando estaban mucho mas cerca de la realidad que explicar la vida a través de la existencia de un Dios creador. Y sin embargo, a pesar de todo, esos conocimientos inconcretos fueron convertidos en mitos e incluso fueron perseguidos y sus celebraciones fueron fagocitadas por la tradición cristiana.
Pero celebremos, la Navidad o el Solsticio de Invierno o cualquiera otra cosa que se nos ocurra, la vida siempre es motivo de celebración. Renovémonos, renazcamos y sigamos viviendo hasta que volvamos al polvo del que venimos o a que nuestro Dios recoja nuestras almas para darnos la vida eterna. Da igual en lo que creamos vivamos!

jueves, 10 de diciembre de 2015

Hay versos que se escriben solos,
que los encuentras cuando menos te lo esperas,
que llegan como plumas de escritorio,
como plumas que rellenan los cojines
para que puedas descansar en ellos tu cabeza,
como plumas que te acarician el rostro para dibujar tan solo una sonrisa.

Hay versos que te llegan sin merecerlo,
sin haber hecho nada para sentir su ritmo cadencioso,
sin haber sentido su belleza,
llegan a ti porque quieren, porque quieren encontrarte,
porque tienen algo que decirte,
porque quieren ofrecerte su regalo.

Hay versos que llegan libres, que te cuentan una historia,
una historia de ti que no sabías,
una historia de ellos tan hermosa
que no hay verso que pueda contenerla.

Hay versos que se sienten sin saberlos,
versos sin sentido que se escriben,
versos que se escriben porque quieren,
versos que se escriben sin quererlos,
hay versos que flotan el aire
versos sin aire que se ahogan,
versos que arden y te queman,
versos de hielo que te enfrían,
versos reflejados en la luna,
versos invisibles en el día,
hay versos que escuchan el silencio,
silencios que son versos estruendosos,
hay versos y versos y mas versos,
hay versos de todos los colores,
versos que saben a amapola,
versos que se esgrimen como espada,
versos que son fragancia embriagadora,
versos que entre todos no son uno
y un solo verso que puede serlo todo
y versos y versos y mas versos…

De todos los versos el mas bello,
la hermosura del verso en solo uno,
es un verso libre que te abraza
aunque nunca has legado a merecerlo.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Besaré el suelo (Luz Casal)

Cuanto más bella es la vida más feroces sus zarpazos, cuantos más frutos consigo más cerca estoy de perder, por una caricia tuya toco el cielo con las manos pero sé que si te marchas, besaré el suelo otra vez. Grita al mundo, rompe el aiere hasta que muera tu voz, que el amor es un misterio y que importa sólo a dos, correremos por las calles, grataremos tu y yo que el amor es un misterio y que importa sólo a dos. Yo no quiero cusar pena sólo por mi condición de mujer rota en esencia y herida en el corazón no habrá un hombre en este mundo que me vuelva a hacer caer, porque sé que si se marcha besaré el suelo otra vez. Cuando llegue el huracán, que segruro ha de venir, por marcharte de mis brazos, por escaparte de mí pensaré que fuimos grandes, pensaré que fuimos dos, tú en tu cuerpo, yo en el mío y un sólo corazón.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Publican a Xarle

Allá por junio encontré la página del centro poético nacional, www.centropoetico.com. Vi que organizaban concursos y de inmediato decí enviar el último poema que había escrito. Ni me acordaba ya pero ayer recibí un correo en el que me solicitaban permiso para publicarlo en una antología poética que titularán Un poema en 80 días. Inmediatamente les di esa autorización.
Releo el poema y no me gusta nada pero no niego que es una alegría y un reconocimiento saber que van a publicarlo mas si cabe cuando es la primera vez que enviaba un poema a un concurso.
Quiero compartir con las personas que leeís el Juego de Xarle mi alegría y agadecer de paso todas vuestras visitas porque son las que hacen que siga escribiendo mis tonterías y por lo tanto también sois protagonistas en este reconocimiento.

Os dejo ahora el poema, como os decía no me gusta nada, me suele pasar con mucho de lo que escribo cuando lo releo, pero ahí está y forma parte de esta locura que es El juego de Xarle.

Eskerrik asko - Muchas gracias


De los colores cuando uno te falta

La especie del sueño que vive escondido en las sombras, que espera una luz que no llegará nunca. Mortecinos momentos eternos de grises colores. Tan grises. Tan grises. De esos colores que existen cuando uno te falta. Y me falta. Me falta. Lo he perdido si es que alguna vez llegué a encontrarlo.

Caminos de alfombras con fosos de espadas, descalzo en la vida o con unas sandalias que extreman el frio del invierno del norte. Con viento y escarcha, con nieve y allí dónde piso una huella de hielo. Tan blanco. Tan blanco. De ese color que solo ves cuando uno te falta. Y me falta. Me falta. Seguiré caminando, buscando.

Una onda invisible se mece en el aire, me atraviesa, me explota, me vacía y me llena. Una onda inconstante de una marea de lunas lejanas, de lunas oscuras, de lunas tan negras. Tan negras. Tan negras. De esos colores que brillan cuando uno te falta. Y me falta. Me falta. Perdido en la noche No encuentro la calma.

Meciendo mi rostro una mano de seda, caricias profundas que paran la vida y cuando no se sienten la vida no es nada. El pálido gesto de unos ojos vacíos de colores malva. Tan malva. Tan malva. De esos colores que mueren cuando uno te falta. Y me falta. Me falta. Descansado en ébano volveré a buscarla.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Crecer y crecer para seguir siendo imperfectos,
conocernos a nosotros mismos y seguir siendo desconocidos,
aprender de nuestras experiencias para caer en los mismos errores,
subir hasta la cumbre de la vida solo para iniciar el descenso.
Amar, amar y volver amar, con un corazón roto que llora,
esperar lo imposible sabiendo que no existen los milagros,
y luchar por no perder nunca lo que tanto se ha amado.
Sonreír a la vida aunque no siempre te sonría,
hacer una caricia al viento para que la lleve a las mejillas de los otros,
sostenerse en pie cuando el cuerpo ya no aguanta
y mirar siempre al frente aunque tengamos dudas.
No esconder el amor y enseñarlo siempre,
aunque asuste, aunque de miedo, aunque sea la manera de perderlo.
Saborear cada instante placentero y acariciar los amargos,
salir de la burbuja que no puede protegernos,
para ser mas, para no estancarnos, para ser libres.
Amar, amar con el cuerpo, con el corazón, con las entrañas,
aunque no siempre sea bello, aunque nos traiga dolor,
aunque la desesperación se apodere de nosotros,
amar a pesar de que haya momentos que no podamos soportarlo.
Perdonar, perdonar el dolor, el engaño, la ira, perdonar aunque no nos lo pidan
perdonar para curar las heridas, las del otro, las nuestras
y pedir perdón siempre, siempre que alguien sienta dolor por nuestra causa,
pedir perdón incluso cuando no seamos culpables.
Volver a amar y seguir amando y amar siempre
y adentrarse en lo desconocido, saltar al espacio exterior, introducirnos en nosotros mismos, volar con la imaginación a dónde no pueden llegar las manos.
Encontrar la felicidad en las cosas sencillas, en un momento amable,
en un paseo a la luz de luna en una cálida noche de verano,
o calados hasta los huesos por una fría lluvia de invierno.
Y amar, amar, amar siempre. Amar, amar hasta que la vida nos consuma.
amar hasta que la luz escape de la gravedad de ese agujero negro,
la luz está dentro, si amamos conseguiremos sacarla y que ilumine nuestras vidas
y si no lo conseguimos no podremos reprocharnos no haber perseguido nuestro sueño.
Amar y ser.
Ser y amar.
Amar para ser.
Ser para amar.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Microcuentos para Rita: de Reinas y Orcos

El orco se enamoró de la Reina, la dama de más alto linaje que el mundo hubiera conocido en esta era, la dama más bella de la historia de aquel mundo. Él no sabía quién era, ambos estaban encerrados en celdas contiguas. Su amo, su señor, tenía presos a ambos, a ella para arrebatarle su reino, a él por no querer derramar mas sangre. Y por las noches cuando todo era silencio hablaban, hablaban sin parar, hablaban horas y horas. Hablaron los días, los meses, los años que duro aquel cautiverio pero ninguno sabía quién se escondía detrás de aquellos inmensos muros de piedra.
Vinieron a liberar a la Reina y la reina pudo ver al orco en su celda y lo liberó también, llevándoselo consigo a aquel maravilloso reino dónde siempre era primavera y los montes verdes. Pasearon y pasearon por aquellos parajes escondiéndose del mundo porque el mundo jamás entendería que estuvieran juntos y por las noches hablaban  y hablaban a través de los muros que separaban sus habitaciones.
Pero no es posible una sola vida para un orco y una princesa y empezaron a surgir los problemas, demasiados problemas para una Reina con un reino en el que reinar. El orco cada vez le suponía una mayor carga y lo fue apartando de si.  El orco lo intento todo pero sólo consiguió convertirse en un problema mayor hasta que ella lo apartó del todo. Algo normal, lo hubiera hecho cualquiera.
No se que fue de la Reina, ignoro que sucedió con su reino. El orco volvió a el castillo, que ahora estaba medio derruido, para encerrarse en la misma celda en la que conoció a la Reina. 

martes, 1 de diciembre de 2015

Microcuentos para Rita: el devorador de almas

Un rostro siempre amable, la sonrisa perenne y sobre todo aquella mirada tan profunda. Parecía un hombre bueno y sin embargo devoraba almas. Ni el mismo se daba cuenta de lo que hacía, vivía en la ilusión de bondad que todas las personas le transmitían de si mismo y así se comportaba pero en lo más profundo su voracidad era inmensa.
Apareció en su vida el ser más dulce, el ser más maravilloso que había conocido. Un ser que necesitaba ser protegido, que necesitaba ser amado, un ser que portaba una pesada coraza para evitar que nadie volviera a hacerle daño. Pero aquella coraza no pudo protegerlo, él consiguió atravesarla, porque aquel ser necesitaba ternura, cariño, amor,  y una vez dentro su alma fue el festín mas grandioso. Era tan espléndido su sabor, le llenaba tanto, que no solo devoro su alma, lo devoro entero por dentro.
Y se dio cuenta de lo que había hecho con él y lloraría por siempre amargamente. Y gracias a aquel ser se dio cuenta de lo que era y de cuantas almas había devorado pero las lágrimas solo brotaban por aquel ser maravilloso. Y nunca volvió a ser el mismo, su rostro siguió siendo amable, su sonrisa perenne pero su mirada ya siempre sería triste. Las almas eran su alimento y solo aquel ser podría salvarlo de su condena.