Puse mi pulgar sobre el escáner del ascensor e inmediatamente
vino a buscarme, no le había preguntado al Ciberbog cuál el código del piso que
debía buscar, no hizo falta él sabía que estaba en el ascensor y sin yo
pulsarlo subió a la planta correcta. Deshice mis pasos hasta el departamento de
limpieza, deje el carro, me quité el buzo y la máscara y salí pintando de allí
con idea de deshacer mi camino hasta el centro comercial. No hizo falta, en el
recibidor un holovid de una pelotita naranja señalaba otra puerta. Otro
pasillo, otro ascensor, mas puertas…, mucha seguridad que burlaba con
simplemente acercar mi dedo. Aparecí en un punto cercano al bosque de torres de
ventilación donde nos encontramos por primera vez y fue en ese momento cuando
me di cuenta de que tenía el pañuelo de seda en mi bolsillo. No se hubiera
podido quedar con él pero me maldecí por no habérselo ofrecido. No hubo tiempo,
se me había olvidado por el estrés del momento, da igual, para variar solo
había pensado en mi mismo. Otra vez demasiado tarde para rectificar.
El cielo era gris, el viento soplaba del norte en aquella
ciudad casi siempre hacía frio, o así lo sentía yo. El frio ha sido mi
compañero de viaje, frio por dentro, congelado, la vida atravesada por un
tempano de hielo, el sol vino con ella y se puso en el mar en aquel día de
verano. El ocaso mas bello que nunca devolvió un amanecer.
Recuerdo su último beso, fue extraño, no sentí lo mismo que
otra veces, estaba demasiado nervioso, era un volver a empezar, era una nueva
esperanza pero al día siguiente se quedó en nada. En la madrugada mi vid mostró
un mensaje, olvídate de lo de ayer, no ha sucedido. Contesté que imposible, que
jamás podría olvidarlo. Lo que vino en horas posteriores no tengo fuerzas para
contarlo, baste saber que de todos mis errores los mas grandes los cometí en
aquel momento.
Sumido en mis pensamientos y olvidando toda prudencia caminé
hacia el tubo. Pasé al lado de la puerta del centro comercial, miré a los dos
Ciberbogs, me hubiera abalanzado sobre ellos para golpearles con fuerza. No, no
hubiera servido para nada tan solo para descargar la enorme frustración que
sentía. La violencia no sirve para nada, no arregla nada, lo empeora, pero el
ser humano después de muchos siglos de historia seguía sin aprenderlo y se deja
llevar por sus impulsos, se deja arrastrar por sus frustraciones, por sus
emociones, no hemos aprendido a encauzarlas todavía, somos animales, lo somos,
biológicamente poco nos diferenciamos. Deploro la violencia solo engendra violencia
o sometimiento, la violencia acaba con la vida, el sometimiento con libertad. En
ocasiones también a mi me cuesta refrenar mis impulsos aunque la madurez ha ido
moderándolos hasta casi hacerlos desaparecer. Es curioso cómo se alimenta la
violencia llamando cobarde al que no quiere recurrir a ella, tan impresa esta
la violencia en nuestros genes. Pero de todas las violencias la mas execrable,
si es que hay alguna peor que otra, es la que parte de la codicia, la que
sacrifica vidas solamente para tener mas, mas dinero, mas poder, la violencia
que viene de aquellos que se creen tan importante que otras personas deben sacrificar
su vida por ellos. Egos tan grandes solo muestran un vacío en su propio ser.
Me bajé del Tubo en el centro de la Ciudad, entré en el
primer hotel que encontré, puse mi dedo en el escáner y reservé una habitación
sin más trámites. Era un hotel sencillo pero mucho mejor que cualquiera en el que hubiera estado nunca. Cogí mi vid de bolsillo y accedí a mi identidad de incognito
con ánimo de poder seguir hablando con el Ciberbog.