lunes, 30 de enero de 2012

¿Sabes? No lo entiendo, no entiendo como puedo echar en falta algo que nunca he tenido, no entiendo porqué después de tanto tiempo sigo ardiendo con tu fuego, no entiendo cómo te puedo amar sin haberte conocido, no entiendo porqué sigo añorando tu mirada, no entiendo porqué tu voz me saluda a las mañanas y tus labios me dan un beso al acostarme. No lo entiendo. No lo puedo entender, nunca lo he tenido pero noto que me falta.
No entiendo porqué deseo tu sonrisa, porqué quiero evitar tu llanto, no entiendo porqué tu piel es lo mas suave, no lo entiendo, no puedo entenderlo, si nunca te he tocado. No entiendo cómo es posible que mis dedos se entrelacen cada día con tu pelo mientras te miro a los ojos. No entiendo porqué tu risa es lo mas maravilloso, no entiendo porqué la sigo oyendo.
No entiendo porqué te deseo. No entiendo porqué quiero zambullirme en las olas de tu cuerpo. No entiendo nada, no lo entiendo.
Pasan los días y cada día es un recuerdo, ¿por qué?; no lo entiendo. Siempre fuiste una lejana ilusión, un sueño que soñar juntos, nada más que eso, nunca fuiste más porque no podías serlo. Y no entiendo este sentimiento y no entiendo esta añoranza y no entiendo porqué ahora se me apagan los colores. No entiendo porqué si nada me han quitado puedo sentir un vacío tan inmenso.
¿Sabes? No entiendo de que peso me librabas, no entiendo que puse en ti que tanto quiero, no entiendo que hay de mi en ti, no entiendo este vínculo irracional, no entiendo cuan adentro te he tenido, no lo entiendo, no puedo entenderlo estando tan lejos.
¿Sabes? te añoro
¿Sabes? te quiero

viernes, 27 de enero de 2012

¿Quién no se ha quedado nunca con la mirada perdida contemplado el mar? El mar tiene esa sobrecogedora belleza que le da la inmensidad, el misterio de lo desconocido, el atractivo de saber lo que guarda en lo mas profundo de su ser.
Por eso no es de extrañar que aquel niño se quedara contemplándolo sin ser capaz de articular palabra. Era la primera vez que lo veía y desde ese primer momento supo que lo amaba aunque pasaron muchos años hasta que fue completamente consciente de ello. Desde aquel día, este niño, visitaba siempre que podía el mar. Le llamaba poderosamente la atención poder encontrarlo en tantos sitios diferentes, esperando a que él llegara para brindarle unas olas rompientes, una calma serena o unas espumas blancas acariciando sus pies en una playa desconocida.
Y así, siempre que podía, allí dónde estuviera, procuraba visitar al mar todos los días.
El niño creció, y aquel joven hombre cambió su lugar de residencia a un pueblito marinero, a una pequeña casita dónde desde sus ventanas no solo se veía el mar, se notaba el frescor de sus olas, la humedad de sus aguas y el aroma a salitre.
Y siguieron pasando los años y pocos eran los días que faltaba en su visita a este mar que le tenía enamorado. Estaba en su corazón y cada ola era una caricia, y cada gota de agua sobre su cuerpo un beso. Y quería contárselo al mar y quería que el mar lo supiera, pero ¿cómo se habla con el mar?, cuando le hablaba el mar no le respondía, tal vez no supiera hablar o tal vez, simplemente, ni tan siquiera fuera capaz de escuchar. Pero él quería contarle a su amor todo lo que sentía.
Sentado en el escritorio de su casa, que por supuesto miraba al mar, empezó a escribir todo lo que sentía, todos los recuerdos que tenía desde niño junto al mar y todo lo que había determinado su vida este amor imposible. Compró una preciosa botella de un grueso cristal tallado con mil escenas de mar, pero tan trasparente que se podía leer perfectamente las hojas que había metido dentro. Cerró la botella con su tapón y la selló todo lo bien que pudo. Bajó a la playa y cuando iba a lanzar la botella, sin saber porqué, fue consciente de que el suyo era un amor no solo imposible, también era una amor no correspondido. Y con todas las fuerzas que da la frustración, con todo el odio que surge de una ira por descubrir tantos años después una verdad tan evidente, lanzó la botella al mar y cuanto calló sobre el agua desapareció para siempre de su vista.
Pasaron los años y aquel niño, aquel hombre, cambió poco su vida, y cada mañana al levantarse contemplaba el mar con amargura y melancolía y aunque no quería olvidarlo ya nunca iba a visitarlo.
Al cabo de otros muchos años volvió a bajar a la playa, ya había olvidado la amargura, ya había olvidado la melancolía, ya había olvidado el amor y quiso contemplar y tocar por primera vez el mar sin ojos y manos de enamorado. Pero cuando llegó a la playa, sin ni siquiera llegar a sentir el agua, vio una preciosa botella de cristal tallado con mil escenas de mar perfectamente cerrada y sellada. La abrió y sacó las hojas blancas escritas de su puño y letra y de entre ellas resbaló una gran hoja enrollada de un alga verde y al desplegarla, dibujado con miles de minúsculas conchas había escrito un te quiero.

¿Leerá el mar los mensajes que viajan en botellas?

lunes, 9 de enero de 2012

Tal vez haya un nuevo sol para aquellos a los que la noche se les está haciendo demasiado larga, tal vez haya un cielo pintado de estrellas, tal vez haya una uña de una luna menguante, tal vez escape un fotón de luz por alguna rendija de una puerta sellada a la esperanza. Tal vez escape pronto, habrá que estar allí para recogerla, para que esta noche gélida y negra no se alargue demasiado, para que esta noche de soledad y silencio empiece a despertar con música de fondo.
No puede quedar en el olvido ¡jamás! Nunca estará ahí, nunca. Se alojará entre los tiernos recuerdos, entre las viejas añoranzas y vivirá en la nostalgia para siempre. ¿Por qué algo que fue de vivos colores solo puede recordarse de un gris intenso?
El ciclo de la vida, nacer para morir, el camino solo lleva en una dirección, paremos para al menos para admirar el paisaje y buscar en las revueltas de los senderos mundos mejores que visitar e historias que nos llenen de sonrisas.