La puerta tenía una cerradura triple, escáner de huellas
digitales, escáner de iris y código alfanumérico, sin embargo según posé mi
primer dedo en el lector la pantalla se iluminó en verde y se abrió la puerta.
La abrí con cautela. Era una sala muy grande repleta de todo tipo de máquinas y
aparatos electrónicos que nunca había visto y que, por supuesto, ignoraba para
qué servían. La iluminación era tenue si exceptuábamos una potente iluminación
blanca que se orientaba a un punto en concreto del centro de la sala. Parecía
un quirófano equipado con la última tecnología conocida. La luz era tan potente
que deslumbraba e impedía ver que es lo que estaba iluminado. Como ser humano
que soy me dejé llevar por la curiosidad y me acerqué a aquellas luces. Sobre
una enorme mesa de metalplastic blanco se extendía un amasijo antropomorfo de
biocircuitería y tejido semisintético conectado a montones de aparatos y
ordenadores externos que en ese momento permanecían inactivos. Sin duda era el
Ciberbog, me acerqué mas y puse mi mano en lo que fue la suya, se encendió una
pantalla en la que apareció la imagen de la que había sido su cara, unos
pequeños altavoces reverberaron y pude oir como me saludaba. “Tenemos poco
tiempo y muchas cosas que contarnos”
Lo primero que me preguntó es si había vuelto a verla a lo
que respondí con un nudo a la garganta un prácticamente inaudible si. Aquella
imagen de su cara no podía cambiar de expresión pero de nuevo, de alguna
extraña manera, noté su abatimiento. Sin tiempo para la pena me pidió que le
contará lo que había sucedido desde la última vez que nos vimos y le fui
narrando, agolpándome en ocasiones, como habían transcurrido esos días. El me
detenía y me ayudaba a ordenar la narración, yo me saltaba algunos detalles que
me parecían intrascendentes y él me hacía volver atrás para que se los contara.
En algunos puntos me preguntaba si estaba seguro de lo que contaba y me
mostraba en la pantalla imágenes de cámaras de sitios por los que había pasado,
textos que yo mismo había leído… y me sorprendía ver como contradecían algunas
cosas de las que estaba contando. Yo me sonrojaba y le decía que creía que
había sucedido de otra manera, que no quería engañarlo. Me decía que lo sabía
que así era la mente humana, vivíamos y recordábamos de manera subjetiva e
inexacta, y que eso hacía de los humanos algo maravilloso, algo único y
convertía a cada persona en un mundo en el que vivía un mundo diferente aunque
fuera compartido. Recordé la última conversación escrita que mantuve con ella a
través del vid, en mi cabeza la recordaba de una manera en concreta, recordaba
muchas cosas sin embargo cuando cogí fuerzas para volver a leerla ví que la
conversación no era como la recordaba, que tal vez quise decir unas cosas pero
dije otras, que tal vez creí leer algunas cosas pero las que estaban escritas
eran diferentes. Muchas veces he repasado aquella conversación y el resto de
las pocas que tengo guardadas y la realidad choca en ocasiones frontalmente con
el recuerdo. Somos seres subjetivos llenos de emociones que vehiculizan y
condicionan lo que somos, lo que hacemos, el mundo que vemos y también nuestros
recuerdos. Somos sentimientos y por norma general cuanto más sentimos mas
deformamos la realidad para encajarla en nuestro mundo. Cambiaría muchas cosas
de aquella conversación, cambiaría también cosas que llevado por los
sentimientos he hecho en mi vida, por desgracia el pasado no se puede cambiar,
tan solo nos queda aprender para intentar evitar cometer los mismo errores,
aunque a estas alturas de la vida uno se va dando cuenta que en el mejor de los
casos tan solo cometeremos menos.
Terminé el relato con lágrimas en los ojos, sus inmovilizadas
manos hubieran deseado cerrarse sobre la mía, tal vez abrazarme, no podían pero
de alguna manera sentía el calor que no había en su mano, su abrazo y mucho mas
que eso, sentía su comprensión su empatía. El Ciberbog, un ser de plástico y
metal, cerebro de nanoprocesadores de
silicio y tejidos semisintéticos, un ser alimentado de energía de fusión, un
ser con líquido refrigerante en vez de sangre y sin embargo era mucho mas
humano de lo que somos la mayoría. Las personas nos comportamos en demasiadas
ocasiones cómo máquinas sin sentimientos, y una máquina que no debía tenerlos
se comportaba como como el mas humano de los mortales.
La imagen de su cara esbozó una sonrisa, tan cálida, tan amable
que parecía imposible en un rostro metálico. Con su voz distorsionada por
aquellos altavoces de baja calidad comenzó con el relato de su parte de la
historia.