La corporación fabricaba de todo y en aquel centro comercial
se podía comprar de todo, alimentación, domótica, mobiliario, electrónica… y
si, también se podían comprar ciberbogs, desde los mas sencillos diseñados para
realizar esas tareas duras que no quería hacer nadie hasta los mas
espectaculares ciberbogs de seguridad como lo era mi amigo. Esa parte de la
tienda estaba reservada a clientes exclusivos, sobrados de créditos para
comprar un producto que estaba reservado a unos pocos o para empresas y corporaciones.
Para evitar curiosos y no molestar a los clientes importantes el acceso era
restringido aunque cualquiera que pudiera demostrar contar con los créditos suficientes
en su vid no tendría ningún problema para ser atendido sin pedir mas
explicaciones. No siendo mi caso me limité a observar de lejos y seguir mi
paseo por el centro comercial que, sin ser de manera consciente, a los pisos
inferiores hasta llegar al último sótano.
Ahí se encontraba el sexshop, en los tiempos que corrían, en
los que ya nada estaba mal visto en el terreno sexual, este tipo de tiendas
siempre eran las mas escondidas. Supongo
que había que seguir alimentando el morbo porque en parte es lo que cimienta el
deseo sexual. Recorrí la tienda, poco habían cambiado los objetos en los últimos
siglos, mas tecnología, mas diseño pero no dejaban de ser los mismos. Ropa de
cuero, máscaras, collares, lencería erótica, consoladores, vibradores, vaginas
artificiales, tapones anales, esposas, fustas, potros… nada nuevo pero envuelto
en una iluminación oscura, sensual e íntima. Muchas eran las personas que
curioseaban sin comprar nada, el sexo todavía era algo oculto y poco explícito.
Y así era yo también, en mi mente era completamente liberal, en la realidad mis
experiencias eran bastante limitadas, no tanto porque no las deseara sino
porque no había encontrado la oportunidad de poner en práctica mis fantasías y,
para que negarlo, mi forma de ser limitaba mucho mis capacidades para
buscarlas. Después de conocerla a ella descubrí lo que era hacer el amor y era
muy diferente al sexo. La excitación provenía de otro lugar de mi ser y de
alguna manera me sentía mas completo. El sexo despertaba la parte animal, el
instinto, el placer por el placer, la sexualidad desatada, hacer el amor
despertaba la parte del sentimiento, una danza mucho mas elaborada. Con ella,
al menos por mi parte siempre hice el amor, tal vez debiera haber practicado el
sexo, tal vez debiera haberle dado otro tipo de placer. De todo lo que hice
dudo, dudo y me pregunto si de haberlo hecho de otra manera ahora seguiría a mi
lado. Pero hice lo que sentía, siempre, en todo momento, en el sexo y en
cualquier otro momento de cualquier clase que compartimos. Y tal vez ahí estuvo
el error, tal vez sentía demasiado para la situación en la que ambos estábamos.
Detrás de un perchero con ruedas donde colgaban diversas prendas
de cuero asomaba una puerta, probablemente únicamente de acceso al almacén pero
aprovechando el ambiente oscuro y que no había gente en esa parte de la tienda
me colé por ella para ver a donde llevaba. Efectivamente era el almacén, las
cajas y los productos se amontonaban en baldas perfectamente ordenadas y
clasificadas. Lo recorrí hasta encontrarme con otra puerta con acceso mediante
huella digital. Si no estaba desubicado, y mi orientación solía ser muy buena,
mediante esa puerta no se volvería a ninguna parte de la tienda. Me pareció una
posibilidad interesante y pertinente esperar a ver que sucedía, me escondí como
pude detrás de una balda desde que podía observar la puerta a ver si tenía
oportunidad de saber a dónde conducía. No tardó en salir por ella una persona
trajeada con el uniforme de los encargados de la tienda de ciberbogs, y pude
ver que esa puerta desembocaba en un largo pasillo ampliamente iluminado.
Parecía que podía ser la puerta que estaba buscando. Con las tiras de cuero de
un látigo compuse una cuerda larga que até a la manilla esperando que el
próximo usuario de la puerta volviera a entrar del pasillo hacia la puerta y no
al revés y así fue. Esta vez una mujer con el mismo traje salió del pasillo
hasta el almacén, reteniendo la puerta con mi cuerda improvisada para que no se
cerrara esperé a volver a estar solo para encaminarme hacia el pasillo.
Alea jacta est, los dados estaban echados, había cruzado mi
Rubicón y de nuevo tenía que confiar en la suerte, y la tuve, el pasillo estaba
vacío y desembocaba en otra puerta abierta que parecía dar a un amplio espacio
menos iluminado que resultó ser un amplio distribuidor con decenas de puertas
decorado en el centro con un enorme ciberbog de bronce emblema de la corporación.
En cada puerta había un cartel que indicaba a donde daban entrada, ojalá en mi
vida las puertas hubieran tenido cartelitos para saber a donde conducían los
caminos que guardaban, ojalá las puertas que atravesé hacia ella los hubieran
tenido para no equivocarme en la elección. Pero la vida tienes esas cosas y
tenemos que elegir a ciegas, sin saber muy bien hacia donde nos llevará el
camino. Pero tengo claro una cosa, aunque terminé perdiéndola por mis errores,
yo siempre quise ir hacia adelante. Ahora también quería seguir adelante,
volvería a elegir y si me equivocaba tampoco importaba demasiado, en mi corazón
sentía que la vida con ella me lo dio todo y ahora ya no tenía nada que perder.
Abrí la puerta que indicaba bioingeniería.