martes, 7 de junio de 2016

Casicuentos para Rita: Ciberbog XXIV Subterraneos

La corporación fabricaba de todo y en aquel centro comercial se podía comprar de todo, alimentación, domótica, mobiliario, electrónica… y si, también se podían comprar ciberbogs, desde los mas sencillos diseñados para realizar esas tareas duras que no quería hacer nadie hasta los mas espectaculares ciberbogs de seguridad como lo era mi amigo. Esa parte de la tienda estaba reservada a clientes exclusivos, sobrados de créditos para comprar un producto que estaba reservado a unos pocos o para empresas y corporaciones. Para evitar curiosos y no molestar a los clientes importantes el acceso era restringido aunque cualquiera que pudiera demostrar contar con los créditos suficientes en su vid no tendría ningún problema para ser atendido sin pedir mas explicaciones. No siendo mi caso me limité a observar de lejos y seguir mi paseo por el centro comercial que, sin ser de manera consciente, a los pisos inferiores hasta llegar al último sótano.
Ahí se encontraba el sexshop, en los tiempos que corrían, en los que ya nada estaba mal visto en el terreno sexual, este tipo de tiendas siempre eran las mas escondidas.  Supongo que había que seguir alimentando el morbo porque en parte es lo que cimienta el deseo sexual. Recorrí la tienda, poco habían cambiado los objetos en los últimos siglos, mas tecnología, mas diseño pero no dejaban de ser los mismos. Ropa de cuero, máscaras, collares, lencería erótica, consoladores, vibradores, vaginas artificiales, tapones anales, esposas, fustas, potros… nada nuevo pero envuelto en una iluminación oscura, sensual e íntima. Muchas eran las personas que curioseaban sin comprar nada, el sexo todavía era algo oculto y poco explícito. Y así era yo también, en mi mente era completamente liberal, en la realidad mis experiencias eran bastante limitadas, no tanto porque no las deseara sino porque no había encontrado la oportunidad de poner en práctica mis fantasías y, para que negarlo, mi forma de ser limitaba mucho mis capacidades para buscarlas. Después de conocerla a ella descubrí lo que era hacer el amor y era muy diferente al sexo. La excitación provenía de otro lugar de mi ser y de alguna manera me sentía mas completo. El sexo despertaba la parte animal, el instinto, el placer por el placer, la sexualidad desatada, hacer el amor despertaba la parte del sentimiento, una danza mucho mas elaborada. Con ella, al menos por mi parte siempre hice el amor, tal vez debiera haber practicado el sexo, tal vez debiera haberle dado otro tipo de placer. De todo lo que hice dudo, dudo y me pregunto si de haberlo hecho de otra manera ahora seguiría a mi lado. Pero hice lo que sentía, siempre, en todo momento, en el sexo y en cualquier otro momento de cualquier clase que compartimos. Y tal vez ahí estuvo el error, tal vez sentía demasiado para la situación en la que ambos estábamos.
Detrás de un perchero con ruedas donde colgaban diversas prendas de cuero asomaba una puerta, probablemente únicamente de acceso al almacén pero aprovechando el ambiente oscuro y que no había gente en esa parte de la tienda me colé por ella para ver a donde llevaba. Efectivamente era el almacén, las cajas y los productos se amontonaban en baldas perfectamente ordenadas y clasificadas. Lo recorrí hasta encontrarme con otra puerta con acceso mediante huella digital. Si no estaba desubicado, y mi orientación solía ser muy buena, mediante esa puerta no se volvería a ninguna parte de la tienda. Me pareció una posibilidad interesante y pertinente esperar a ver que sucedía, me escondí como pude detrás de una balda desde que podía observar la puerta a ver si tenía oportunidad de saber a dónde conducía. No tardó en salir por ella una persona trajeada con el uniforme de los encargados de la tienda de ciberbogs, y pude ver que esa puerta desembocaba en un largo pasillo ampliamente iluminado. Parecía que podía ser la puerta que estaba buscando. Con las tiras de cuero de un látigo compuse una cuerda larga que até a la manilla esperando que el próximo usuario de la puerta volviera a entrar del pasillo hacia la puerta y no al revés y así fue. Esta vez una mujer con el mismo traje salió del pasillo hasta el almacén, reteniendo la puerta con mi cuerda improvisada para que no se cerrara esperé a volver a estar solo para encaminarme hacia el pasillo.

Alea jacta est, los dados estaban echados, había cruzado mi Rubicón y de nuevo tenía que confiar en la suerte, y la tuve, el pasillo estaba vacío y desembocaba en otra puerta abierta que parecía dar a un amplio espacio menos iluminado que resultó ser un amplio distribuidor con decenas de puertas decorado en el centro con un enorme ciberbog de bronce emblema de la corporación. En cada puerta había un cartel que indicaba a donde daban entrada, ojalá en mi vida las puertas hubieran tenido cartelitos para saber a donde conducían los caminos que guardaban, ojalá las puertas que atravesé hacia ella los hubieran tenido para no equivocarme en la elección. Pero la vida tienes esas cosas y tenemos que elegir a ciegas, sin saber muy bien hacia donde nos llevará el camino. Pero tengo claro una cosa, aunque terminé perdiéndola por mis errores, yo siempre quise ir hacia adelante. Ahora también quería seguir adelante, volvería a elegir y si me equivocaba tampoco importaba demasiado, en mi corazón sentía que la vida con ella me lo dio todo y ahora ya no tenía nada que perder. Abrí la puerta que indicaba bioingeniería.