La puerta del último local que quedaba abierto se cerró en
mis narices, vi mi reflejo en el sucio vidrioplastic. Un hombre maduro con las
marcas del paso del tiempo, con un aspecto completamente desaliñado, con una larga
barba completamente canosa, en el pelo también largo y despeinado también
menudeaba alguna cana que apenas se podía percibir por tener el resto del pelo
claro. Delgado, muy delgado, en aquellos días había vuelto a perder todos los
kilos que recuperé meses después de que ella me dejará. La ropa arrugada,
húmeda en algunas zonas por la cerveza que me había derramado encima. ¿Dónde había
quedado aquel hombre de la sonrisa eterna? ya casi nunca asomaba a mis labios,
se la llevó ella, se la regalé, tanto la quería, tanto la quiero que sin ella
raramente encontraba motivos para sonreír. Un ser oscuro, negro, sin presente,
sin futuro y anclado en un pasado del que añoraba la felicidad pero que se
regodeaba en demasía en el barro del sufrimiento. Un hombre como tantos
hombres, como tantas personas que ya no le ven un sentido a la vida.
El Ciberbog, por eso estaba allí, ese era mi sentido ahora,
por eso había iniciado mi viaje, por eso estaba en aquella ciudad de ladrillos
amarillos y rojos apagados. Debía de recordarlo, rearmarme con eso y salir de
este pozo de perdición en el que había caído. Me erguí, coloqué mis ropas, me
peine con los dedos de la mano, me mojé la cara en una fuente cercana y la
sequé con un pañuelo de tela que siempre llevaba en mi bolsillo.
Comencé a caminar para despejarme, cada vez más rápido, cada
vez mas lejos primero sin una dirección clara, luego encaminando mis pasos
hacia las instalaciones. Quería llegar, quería saber lo que pasaba allí,
investigar, encontrar al ciberbog y liberarle y con ello liberarme a mi de mi
carga. Pensaba que con el aspecto que tenía no me reconocerían y si lo hacían ¿qué
mas daba? ¿qué importaba? Si acaban con mi vida no se perdería mucho pero no
podría decir que no lo intenté, que no puse todo lo que estaba al alcance de mi
mano. Eso me atormentaba, ¿realmente hice todo lo posible por tenerla a mi
lado?. No esta vez no me pasaría y si moría en el intento lo haría al menos
sabiendo que lo di todo, tal vez incluso en mi muerte encontrara una sonrisa.
Amanecía cuando llegué a las instalaciones que eran ya un
hervidero de gente. Sin pensar, sin esconderme, al ritmo rápido que se movían
las demás personas me dirigí al edificio central que albergaba en los bajos y
sótanos un centro comercial y en los pisos las oficinas. No vi el acceso a
estas últimas por lo que pasé entre los dos ciberbogs que custodiaban la puerta
para acceder al centro comercial. No, pude evitar mirar atrás para ver si los
ciber me habían identificado y sobre todo para volver a fijarme en el que había
sustituido al que semanas se había dirigido a mi para preguntarme por ella. Lo
supe desde el principio, la amaba, cuando amas a alguien identificas enseguida
ese sentimiento aunque sea en un gigante metálico.
Me senté en una cafetería y mientras tomaba un café doble
bien cargado para despejarme comencé a botar de manera acelerada mi pelotita
naranja sobre la mesa. Mi inconsciencia me había llevado allí, encontré el
valor que no tenía para hacerlo ahora que estaba dentro tenía no tenía ni idea
de lo que hacer, no sabía qué buscar, no sabía dónde mirar pero estaba seguro
que la clave, al menos alguna clave, estaba dentro de esas instalaciones y no
me iría sin ella a no ser que saliera con los pies por delante.