Cuando ayer a la noche,
aprovechando un insomnio que, por suerte, cada vez es mas esporádico, pensaba
en que podía escribir hoy para despedir el año (me cojo vacaciones y no volveré
hasta enero) me salían, como siempre, los típicos deseos de felicidad navideños.
A la par, y es que las noches son muy largas, me dio por hacer balance de lo
que había sido mi año y me di cuenta que ponía el acento en lo que me faltaba,
en lo que echaba de menos en mi vida, en aquello que no tenía. Y es cierto que
eso que me falta me ha dejado un vacío vital que es muy complicado, por no decir
imposible, de llenar con otras cosas. Pero tengo una familia, amigos, un lugar
donde vivir, un trabajo que, aunque me dé muchos dolores de cabeza y haya perdido
la cuenta de cuándo fue la última vez que cobré mi salario integro –maldita crisis-,
me satisface y me permite vivir con dignidad. Tengo más que cubiertas las
necesidades básicas de todo ser humano y hay muchas personas a mi alrededor que
me quieren y a las que quiero, sería injusto mirar solo las cosas que me faltan
y no permitirme ser feliz por ello y aun así reconozco que me cuesta.
Hay personas en el mundo que no
tienen nada, que mueren de hambre en la calle, que el techo bajo el que se
cobijan son unas estrellas, y muy lejos del romanticismo solo sienten el frio
de la noche, personas cuyo sueño es subsistir al día siguiente y vivir un día
mas sin tener tan siquiera la esperanza de que el día siguiente será mejor y algún
día su situación cambiará. Puede parecer que esas cosas suceden lejos, en otras
países, casi en otros mundos, pero también suceden aquí, en nuestras calles y
en realidad da igual dónde porque son seres humanos. Los casos más extremos se
cuentan por cientos de millones en el mundo y sumaríamos muchos cientos mas si
incluimos también aquellos que, teniendo alguna, no tienen todas sus
necesidades básicas cubiertas.
Y personas sin trabajo o sin un
trabajo digno, y mujeres explotadas sexualmente, personas –mujeres especialmente-
que sufren todos los días la violencia, personas que han buscado un futuro
mejor para solo encontrarse con el rechazo, conflictos bélicos que se llevan
vidas por delante por la avaricia del tener (ninguna guerra tiene otra razón
aunque quieran aparentarlo) y tantas otras desgracias que no deberían darse y
de las que somos en parte responsables.
Sí, me falta algo, siento un
inmenso vacío que probablemente nunca llegue a llenar, pero soy de esos pocos
privilegiados que lo tengo casi todo. Quiero poner en valor todo lo que tengo y
hacerme consciente de que tengo muchas y grandes razones para ser feliz. Y
transmitir también esa visión de que no podemos ni debemos centrar nuestra
mirada en lo que nos falta porque si lo hacemos nunca conseguiremos ser
felices.
Buscad en vuestro corazón el
sentimiento y en vuestra cabeza la manera de ayudar a todas esas personas que están
peor nosotros. No pensemos solo en dinero, también tenemos nuestro tiempo y lo
que somos y dando algo de lo que tenemos tal vez acerquemos un poco la
felicidad a alguna persona y probablemente también nosotros seamos mas felices. No penséis en
arreglar el mundo porque es un objetivo demasiado grande para lo que está en
nuestra mano, nos frustraría y nos valdría de excusa para decir que como no
puedo cambiarlo todo no puedo hacer nada, pensad en lo que podéis arreglar
vosotros y en la medida de lo poco que vayamos cambiando también estaremos
cambiando el mundo.
Poned en valor lo que tenéis, sonreíd
al mundo y tal vez el mundo os devuelva esas sonrisas. Nos faltan cosas sí,
algunas tal vez muy importantes, pero que lo que nos falta no nos impida ser
felices.
Gracias por estar ahí y darme
tanta felicidad con vuestras visitas
ZORIONAK ETA URTE BERRI ON