Era realmente extraño, entre cientos de taquillas exactamente
iguales me había parado delante de la que contenía el pañuelo y entre cientos
de miles de combinaciones posibles tenía aquella tan significativa. ¿Coincidencia?
¿intuición? ¿algún magnetismo desconocido que atrae tu vida hacia algo? No creo
en dios, si creyera tal vez hablaría de un milagro. Recuerdo que cuando la
conocí pensé en cosas parecidas. Por aquel entonces jugaba a un juego en red
con mi vid, millones de personas de todo el mundo jugaban al mismo juego. Yo llevaba
jugando mucho tiempo pero, a pesar de que el juego daba la posibilidad de
hacerlo, jamás había chateado con nadie. Y aquel día por primera vez, tal vez
atraído por aquella espectacular sonrisa, envíe un mensaje. No recuerdo lo que
puse, y me duelo en lo mas profundo no recordarlo, pero tuve respuesta y a partir de ese momento no
dejamos de hablar, cada vez mas tiempo, cada vez de una manera mas cercana,
cada vez de una manera mas intensa. En aquellos tiempos no podía dejar de mirar
mi vid para ver si la pantalla se iluminaba con la lucecita azul que indicaba
que había llegado su mensaje. Me preguntó si había hablaba con mucha gente, la
mentí, mi primer error aunque fue una mentira a medias. Le dije que había
enviado mensajes a dos personas, a una guapa y a una fea, y que solo me había
respondido una, ella me contestó que había respondido la fea, a mi me parecía
preciosa y con el tiempo descubrí su auténtica belleza, una belleza que iba
mucho mas allá de su privilegiado aspecto físico. Me reí de su respuesta y
seguimos jugando a ese juego que habíamos empezado a tener entre nosotros, esa
danza de palabras y gestos en la que seducíamos a la vez que éramos seducidos y
lo hacíamos sin pretenderlo, sin buscarlo pero encontrándonos cada vez en
nuestros corazones. Pero la mentí, es cierto que estuve a punto de enviar ese
segundo mensaje pero no llegué a hacerlo, lo escribí pero no lo envíe. Nunca le
llegué a decir la verdad, no tenía importancia y no tengo duda de que en nada
hubiera cambiado todo lo que sucedió en adelante, pero nunca olvidaré que lo
hice. Así fue como empezó todo, movido por una intuición en la que no creo me
dirigí a ella y luego llegaron todas las coincidencias, la mas maravillosa de
todas que era de una población prácticamente unida a mi villa. Una intuición
que me llevó a hacer algo que no había hecho nunca, porqué me contesto ella es
una pregunta para la que aun no tengo una respuesta, otro de los misterios que
nunca llegaré a desentrañar.
Leí un día un día un artículo de un científico que explicaba
como trabajaba nuestro cerebro a nivel subconsciente, era farragoso pero
incluía un ejemplo muy clarificador. Explicaba como un piloto de unas antiguas
carreras de coches tan de moda en siglos anteriores había frenado hasta
prácticamente parar el vehículo antes de una curva del circuito en la que en
vueltas anteriores había pasado a muy altas velocidades. Resultó que en esa curva
había habido un grave accidente entre otros dos participantes y de no haber
frenado se los hubiera llevado por delante. Se habló durante mucho tiempo de la
intuición que tuvo el piloto como algo sobre natural. Así suele pasar con las
cosas que no entendemos, las atribuimos siempre a poderes que están por encima
de nosotros. Pero no fue así, su cerebro trabajo de manera subconsciente he
hizo que frenara el coche. ¿Pero qué vio su cerebro que no vieron sus ojos?
Algo muy simple. Cuando se acercaba a aquella curva en las gradas atestadas de
público su cerebro veía como sus caras miraban hacia él, en aquella vuelta sin
embargo las caras estaban mirando hacia otro lado y ofrecían una visión
distinta. El piloto estaba concentrado en la carrera pero una parte de su
cerebro había retenido esa información y al encontrar una clara diferencia interpreto
que algo fuera de lo habitual pasaba.
Con aquel artículo comprendí algo mas sobre la intuición pero
no me sirvió para explicar cómo habíamos llegado a encontrarnos y tampoco me
servía ahora para explicar porque había abierto esa taquilla. No recurriré a
las fuerzas ocultas del universo para explicarlo, no recurriré tampoco al
destino, tampoco a una feliz coincidencia, en el fondo supongo que la vida es
una búsqueda de algo que en ocasiones ni tan siquiera sabemos que buscamos. El
cerebro del piloto paró el coche, el mío me llevó a ella.
Había perdido demasiado tiempo en mis pensamientos, salí de
los vestuarios, me acerqué al carrito de limpieza, me puse el mono, cubrí mi
cabeza con su capucha, mi cara con la máscara y salí de nuevo al distribuidor.