martes, 14 de junio de 2016

Casicuentos para Rita: Ciberbog XXVI Intuiciones

Era realmente extraño, entre cientos de taquillas exactamente iguales me había parado delante de la que contenía el pañuelo y entre cientos de miles de combinaciones posibles tenía aquella tan significativa. ¿Coincidencia? ¿intuición? ¿algún magnetismo desconocido que atrae tu vida hacia algo? No creo en dios, si creyera tal vez hablaría de un milagro. Recuerdo que cuando la conocí pensé en cosas parecidas. Por aquel entonces jugaba a un juego en red con mi vid, millones de personas de todo el mundo jugaban al mismo juego. Yo llevaba jugando mucho tiempo pero, a pesar de que el juego daba la posibilidad de hacerlo, jamás había chateado con nadie. Y aquel día por primera vez, tal vez atraído por aquella espectacular sonrisa, envíe un mensaje. No recuerdo lo que puse, y me duelo en lo mas profundo no recordarlo,  pero tuve respuesta y a partir de ese momento no dejamos de hablar, cada vez mas tiempo, cada vez de una manera mas cercana, cada vez de una manera mas intensa. En aquellos tiempos no podía dejar de mirar mi vid para ver si la pantalla se iluminaba con la lucecita azul que indicaba que había llegado su mensaje. Me preguntó si había hablaba con mucha gente, la mentí, mi primer error aunque fue una mentira a medias. Le dije que había enviado mensajes a dos personas, a una guapa y a una fea, y que solo me había respondido una, ella me contestó que había respondido la fea, a mi me parecía preciosa y con el tiempo descubrí su auténtica belleza, una belleza que iba mucho mas allá de su privilegiado aspecto físico. Me reí de su respuesta y seguimos jugando a ese juego que habíamos empezado a tener entre nosotros, esa danza de palabras y gestos en la que seducíamos a la vez que éramos seducidos y lo hacíamos sin pretenderlo, sin buscarlo pero encontrándonos cada vez en nuestros corazones. Pero la mentí, es cierto que estuve a punto de enviar ese segundo mensaje pero no llegué a hacerlo, lo escribí pero no lo envíe. Nunca le llegué a decir la verdad, no tenía importancia y no tengo duda de que en nada hubiera cambiado todo lo que sucedió en adelante, pero nunca olvidaré que lo hice. Así fue como empezó todo, movido por una intuición en la que no creo me dirigí a ella y luego llegaron todas las coincidencias, la mas maravillosa de todas que era de una población prácticamente unida a mi villa. Una intuición que me llevó a hacer algo que no había hecho nunca, porqué me contesto ella es una pregunta para la que aun no tengo una respuesta, otro de los misterios que nunca llegaré a desentrañar.
Leí un día un día un artículo de un científico que explicaba como trabajaba nuestro cerebro a nivel subconsciente, era farragoso pero incluía un ejemplo muy clarificador. Explicaba como un piloto de unas antiguas carreras de coches tan de moda en siglos anteriores había frenado hasta prácticamente parar el vehículo antes de una curva del circuito en la que en vueltas anteriores había pasado a muy altas velocidades. Resultó que en esa curva había habido un grave accidente entre otros dos participantes y de no haber frenado se los hubiera llevado por delante. Se habló durante mucho tiempo de la intuición que tuvo el piloto como algo sobre natural. Así suele pasar con las cosas que no entendemos, las atribuimos siempre a poderes que están por encima de nosotros. Pero no fue así, su cerebro trabajo de manera subconsciente he hizo que frenara el coche. ¿Pero qué vio su cerebro que no vieron sus ojos? Algo muy simple. Cuando se acercaba a aquella curva en las gradas atestadas de público su cerebro veía como sus caras miraban hacia él, en aquella vuelta sin embargo las caras estaban mirando hacia otro lado y ofrecían una visión distinta. El piloto estaba concentrado en la carrera pero una parte de su cerebro había retenido esa información y al encontrar una clara diferencia interpreto que algo fuera de lo habitual pasaba.
Con aquel artículo comprendí algo mas sobre la intuición pero no me sirvió para explicar cómo habíamos llegado a encontrarnos y tampoco me servía ahora para explicar porque había abierto esa taquilla. No recurriré a las fuerzas ocultas del universo para explicarlo, no recurriré tampoco al destino, tampoco a una feliz coincidencia, en el fondo supongo que la vida es una búsqueda de algo que en ocasiones ni tan siquiera sabemos que buscamos. El cerebro del piloto paró el coche, el mío me llevó a ella.

Había perdido demasiado tiempo en mis pensamientos, salí de los vestuarios, me acerqué al carrito de limpieza, me puse el mono, cubrí mi cabeza con su capucha, mi cara con la máscara y salí de nuevo al distribuidor.