jueves, 1 de septiembre de 2016

Casicuentos para Rita: Ciberbog XLIII Una luz

Ciudad Mees, ciudad del mar, una inmensa ciudad construida circundando una gigantesca bahía bañada por un mar tranquilo y cálido. Un lugar bajo el sol que de cuando en cuando se llenaba de tormentas que agitaban las aguas y renovaban la vida. Llegué allí con en busca de una esperanza perdida y sin saber muy bien por donde empezar, ni que hacer.
Bajé del tren de impulso gravitatorio, y antes incluso de buscar el alojamiento que había reservado previamente, mis pasos me encaminaron casi de manera inconsciente hacia el mar. Hacía sol pero soplaba un intenso viento que auguraba un cambio. Cuando llegué a los acantilados comenzaba a caer una fina lluvia que se convirtió en pocos minutos en un auténtico diluvio que disipó el calor. Me senté en un viejo banco de hormigón recuerdo de otros tiempos pasados y perdí mi mirada en el mar. Intenté recordar cuando fue la última vez que fui al mar en busca de redención, había pasado mucho tiempo, mucho porque la encontré a ella y mi alma encontró la felicidad, mi vida encontró la sonrisa que sin saberlo había buscado desde siempre. No dejé de visitarlo pero fueron paseos llenos de felicidad, acompañado por ella. Recuerdo el último día, cuando casi había perdido la esperanza, recuerdo esos besos que pensaba que nunca volverían a llegar pero sobre todo recuerdo que sentados frente al mar en un banco de madera ella apoyó la cabeza en mi pecho y yo la rodeé con mi brazo. Absoluta felicidad en un luminoso día de verano. Nunca me dijo que me quisiera, nunca una palabra de cariño, en nuestras largas conversaciones en el vid en pocas ocasiones se despedía con un beso y cuando estábamos juntos, en gran parte por nuestras circunstancias, los besos de despedida eran en la mejilla. Siempre dudé, dudé siempre si me quería y ha tenido que pasar mucho tiempo, mucho tiempo separado de ella y han tenido que pasar muchas cosas en mi vida para darme cuenta y saber con seguridad que me quiso, que me amó al menos con la misma intensidad con la que yo la amaba a ella. Donde se perdió el amor no lo se, quiero soñar que no llegó a perderse, al menos no del todo, quiero soñar que simplemente todo era demasiado complicado para hacer una apuesta completa. Pero si se perdió fue por mi culpa. No supe retenerla a mi lado a pesar de que la quería con toda el alma, todo mi amor no fue suficiente porque no sabía querer, no estaba acostumbrado y el amor me superó y me desbordó. No se puede sentir mas tristeza, no se puede sentir mas vacío y ahora que ha pasado ya mucho tiempo lo sigo sintiendo y pienso que nunca dejaré de sentirme así. ¿Qué haría cuando se acabara esta aventura que al menos por unos instantes de mi vida me había sacado de ese agujero negro donde estaba?. La lluvia me azotaba la cara, sentía frio pero perdí la mirada en el mar hasta bien entrada la noche, sin pensar en nada, escapando de mi cabeza, de mi cuerpo, ausente de la vida.
Y de repente la vi. Una luz en medio del mar, tenue pero rompiendo la absoluta oscuridad de una noche cerrada. Y lo supe, supe que los Roes estaban ahí. Intenté tomar referencias para poder encontrar ese punto a la luz del día. Cuando llegué no había visto nada, tal vez fuera un barco anclado, tal vez una isla diminuta, pero aquella luz no se movía. Sería difícil pero la encontraría.
La luz me había sacado de mis ensoñaciones y me había hecho poner los pies en la tierra. Después de hacer algunas anotaciones en el vid y contactar con Ram para que el también tomara referencias me dirigí a mi hotel. El recepcionista me miró de arriba  abajo y a punto estuvo de echarme del establecimiento pero en cuanto me identifiqué se volvió todo amabilidad. Aquel era uno de los buenos hoteles de la ciudad, costaba muchísimos créditos, gracias a Ram, no tenía problemas financieros, pero jamás hubiera alquilado una habitación en un sitio así a no ser, como era el caso, que no había mas plazas hoteleras en la ciudad. Un botones vestido de rojo, algo que me resultaba arcaico, me acompaño hasta mi habitación e incluso abrió las sábanas de la que sería mi cama. Cuando se fue me tumbé pero no pude dormir en todo la noche, los nervios me tenían agitado y necesitaba comprobar si aquella luz era el lugar donde se encontraban los Roes.