miércoles, 14 de septiembre de 2016

Casicuentos para Rita: Ciberbog LII Epílogo

Apenas recuerdo lo que hice ese día y los siguientes, deambulé por la ciudad como un muerte viviente para visitar los lugares en los que sé que ella estuvo. Con ese idea comencé mi viaje, buscando el aroma de su sonrisa pero como otras tantas veces el mundo giró hacía un lugar que jamás podría haber imaginado. Recuerdo esa sensación de que la vida de la ciudad discurría a mi alrededor pero no le prestaba ninguna atención, no tenía ninguna importancia para mi, era como si solo fuera un decorado por él que caminaba. Hundido en mis pensamientos, en mis recuerdos, arrepintiéndome de las decisiones que había tomado, autocompadeciéndome, llorando y sobre todo paseando con la mente en gris, como si las escasas luces que tengo en mi cabeza se hubieran apagado. Una sombra, una vida sin alma, un alma sin vida, un sueño que no quieres recordar, que no quieres sea real cuando despiertas, pero lo recuerdas y es real aunque lo niegues mil veces. No recuerdo haber enviado el mensaje a las competidoras de la corporación pero en algún momento lo hice porque estaba en mi bandeja de enviados, no recuerdo muy bien como llegué a mi villa, a mi casa. Cogí el avión, eso seguro, pero los recuerdos se mezclan con otros de momentos mas felices, menos tristes, otros viajes a destinos menos amargos.
Días duros, iguales pero diferentes a los que se sucedieron después de perderla a ella. En aquel momento pensaba que tal vez volviera a verla, que tal vez el enfado se pasara y volviera a escribirme pero sabía que no sería así, la había perdido para siempre. Sin embargo mi corazón seguía guardando una esperanza. De Ram ya solo me quedarían recuerdos.
A pesar de no poder apartar de mi esta tristeza, poco a poco fui saliendo de esa negrura en la que me encontraba y siendo consciente de que el mundo seguía girando. Los Roes aparecían en los medios denunciando lo sucedido, las autoridades de algunos países persiguieron a los responsables de lo sucedido, algunos terminaron condenados por lo que sucedió pero la mayoría escaparon de cumplir su condena. Así era el mundo, un mundo en el que el que tiene dinero y poder puede hacer cualquier cosa sin consecuencias. Sus cuentas de resultados sin embargo si se vieron afectadas. Las competidoras no reaccionaron como yo esperaba, la muerta de la doctora Roes no les importaba, sin embargo sacaron todo tipo de informes sobre la peligrosidad de los productos de la corporación y especialmente su producto estrella, los ciberbogs. Durante unos pocos meses los medios afines se hicieron eco de todo, de lo que tenía que ver con la doctora y con los productos de la corporación, lo que hizo que esta perdiera su posición preminente en el mercado. Volaron cabezas de directivos y directivas pero los mas poderosos, los auténticos responsables siguieron allí y su castigo fue tan solo verse sobrepasados por otros y tener que aguantar las chanzas de estos en las fiestas y acontecimientos de pompa y boato en los que se encontraban.
Los cielos estaban completamente cubiertos de varios estratos de nubes grises casi negras, el viento azotaba con fuerza y llovía con intensidad. Saqué mi vid del bolsillo para leer el último mensaje que me envío Ram cuando yo aun estaba camino de las instalaciones. No lo vi hasta después de su muerte y hasta este momento no había tenido fuerzas para leerlo, esperaba una despedida y en cierto modo lo era. El mensaje tan solo contenía un billete para coger un transbordador espacial que me llevara al  espaciopuerto orbital, un billete y los medios necesarios para que pudiera pasar lo que me quedaba de vida visitando y viviendo en esas nuevas colonias que el ser humano había construido y estaba construyendo tan lejos de aquí, de esta tierra en la que para mi la vida se había agotado. Un sueño de que había mantenido vivo desde la infancia.
Me fui al mar, a un lugar que descubrí con ella, a aquel acantilado encima de una bahía, uno de tantos lugares donde tan feliz fui disfrutando de su compañía, un lugar solitario especialmente en días tan desapacibles como aquel. Me senté sobre el asiento de tierra donde nos pasamos horas charlando bajo el sol mientras contemplábamos el mar. Sin pensar en nada, tan solo sintiendo el viento, la lluvia y el frio en mi cara, con la mirada perdida en las olas que rompían con fuerza, en la inmensidad del océano. En ese océano en el que me había perdido y no sabía hacia donde tirar. Cogí el bioprocesador y la célula de energía y las enterré debajo del banco de tierra. La placa con el número de Ram la facturaría a la dirección de ella adjuntando la foto que en su día me envío dónde salían juntos.
Calado y muerto de frio volví a casa, no cogería ese transbordador, intentaría volver a mi vida aunque fuera una vida vacía, pero esa vida sería mi entretenimiento mientras esperaba. No podía irme, ella estaba aquí y yo estaría donde ella estuviera aunque sabía que nunca mas querría verme. La hice una promesa, la esperaría siempre, estaría cuando ella me necesitara para lo que fuera, aunque no quisiera mis besos y mis abrazos siempre tendría siempre mis sonrisas. Y esa promesa la cumpliría.
Siempre quise viajar a otros mundos pero descubrí que tan solo era un ansia de encontrar lo que en este me faltaba. Por unos cortos pero intensos instantes de mi vida viví en el mundo perfecto, ese mundo ahora estaba más alejado que cualquier otra galaxia. Muchos mundos hay fuera de este planeta, muchísimos mas hay dentro de este pero ya no quiero conocer ningún otro por muy maravilloso que sea. Tal vez el mundo vuelva a girar y me encuentre de nuevo en ese mundo tan feliz donde hasta los peores momentos son bellos. Se que es imposible, que ya está todo perdido pero cada día me levantaré con esa ingenua esperanza de encontrarme por casualidad con su sonrisa. El camino sigue y una vida me está esperando pero en esa vida siempre habrá sitio para ella.

De una sonrisa nació el amor que nos hizo humanos.