martes, 13 de septiembre de 2016

Casicuentos para Rita: Ciberbog LI Telón

Llegué a la ciudad ansioso por reencontrarme con Ram, había elaborado un sencillo plan para liberarle que me llevaría como máximo un par de días organizar, alquilar un magnetocargo y encargar una placa con un número de identificación diferente para Ram era todo lo que necesitaba, dónde iríamos luego no lo tenía decidido pero había oído hablar de un lugar perdido en las montañas bajo nieves perpetuas donde apenas habitaba nadie. Lo hablaría con él, me parecía un buen sitio para retirarse al menos temporalmente, hasta que viéramos como se desarrollaban los acontecimientos, pero habría que pensar en otro destino mas adelante porque Ram, como ser vivo que era, necesitaba contacto humano. Sabía además que él quería venir en algún momento a mi villa, para conocer el sitio donde vivía yo pero también porque quería tener la posibilidad de encontrarse con ella.
Salí del tren gravitatorio y monté en el Tubo, no era la idea que tenía pero esa ansiedad de volver a ver a Ram y hablar con él, junto a la coincidencia de que el primer tren que pasaba iba en dirección a las instalaciones hizo que no pudiera aguantar las ganas y me dirigiera hacia allí. A penas retrasaría unas horas el plan y creo que ambos necesitábamos vernos, yo lo necesitaba.
Esta vez entré en las instalaciones con la confianza de aquel que se sabe totalmente protegido. Elegí el mismo camino que la primera vez que entré, pasé por delante del los ciberbogs que guardaban la puerta, bajé a los pisos mas bajos del centro comercial, y atravesando el sex shop llegue a aquél laberinto de salas y pasillos construido bajo tierra. Todas las puertas se abrían nada mas acercar mi mano, la gente que me cruzaba por los pasillos apenas me miraba y a nadie le extrañaba verme allí. Que diferencia con la primera vez en la que todo me daba miedo. En la vida esto suelo pasar, anticipamos miedos en las cosas nuevas, en los cambios en nuestra vida, en todo lo que hace que salgamos de nuestra zona de confort y habitualmente sufrimos mas con lo que prevemos que con lo que realmente termina sucediendo. Soy de los que piensa que un exceso de confianza puede hacerte cometer errores y está bien que nuestros miedos nos moderen lo que no deberían hacer nunca es paralizarnos, los problemas que nos encontremos los iremos resolviendo, anticiparlos solo está bien para estar mejor preparados cuando lleguen.
La última puerta no se abrió, intenté comunicarme con Ram y no pude. Los nervios se apoderaron de mi. Intentaba comunicarme todo el rato con él, pero no lo conseguía, aquello me recordó alguna situación parecida que había vivido con ella pero no era el momento de pesar en ella. Esperé impaciente –así la esperaba también a ella- hasta que vi que la puerta se abría y salían dos personas trajeadas con una bata blanca por encima. Ardía en deseos de enviar el mensaje a la competencia y que todos pagaran por lo que estaban haciendo pero no lo haría hasta poner a salvo a Ram.
Con mas prudencia que antes puse mi mano sobre la cerradura y esta vez la puerta si que se abrió. Allí estaba Ram, sobre aquella enorme camilla, enchufado a miles de aparatos. En su rostro metálico era imposible percibir una sonrisa pero la sentí, la mía llenaba toda mi cara. Me acerqué y empezamos a hablar. Estaba tremendamente débil. Le pregunte que qué le habían hecho, su contestación fue que miles de pruebas y experimentos pero que no tenía nada que ver con las pruebas. No sabía lo que le pasaba sentía que sus circuitos no funcionaban, que nada en su interior iba como tenía que ir, que cada vez que hablaba conmigo se iba debilitando, que cada vez que pensaba en ella se iba consumiendo, que cuanto mas humano se sentía menos energía llegaba a sus circuitos y mas sufría. No, su enorme y poderoso cuerpo, su biotecnología no estaba preparada para albergar sentimientos. Los sentimientos lo estaban destruyendo, lo estaban matando. Acercó su enorme mano a mi cara y me dijo, dile que la quiero. Lo último que dijo fue su nombre y los dos puntos de luz roja que eran sus ojos se apagaron. Lo zarandeé, lo moví, desenchufé todos los aparatos pero no sucedió nada, su rostro siguió sin vida. Había muerto.
Me abracé a él, no podía dejar de llorar desconsoladamente. Lo negaba, esperaba que esos ojos volvieran a iluminarse, no dejaba de mirarlos pero no sucedía nada. Enchufé uno de los aparatos que me parecía que medía los biorritmos, nada, un línea completamente plana. No dejaba de llorar lo había perdido, había muerto, sus sentimientos habían acabado con él. Era injusto, la mejor persona que había conocido y cuando podía empezar a vivir había muerto. Siempre el servicio de todos y su muerte le había llegado sin haber vivido. Eso si, conoció el amor, lo mas grande que puede sentir una persona y murió enamorado. El amor le dio la vida, el amor le trajo la muerte.
Desatornille su placa identificativa y la guardé en el bolsillo, junto a mi pelotita naranja. Entonces me fije en su puño cerrado en el que se entreveía el pañuelo de seda y apreté yo también la pelotita naranja. Quería llevarme el cuerpo pero no se me ocurría como sacar de allí esa mole. Abrí su cabeza y extraje el bioprocesador mas grande que ví, abrí su pecho y saqué una célula de energía, su alma sin embargo no sabía como llevármela. Su alma seguramente estuviera ya viviendo con ella.
Abatido, llorando, arrastrando los pies salí de aquel laboratorio dejándole atrás. Salí de las instalaciones y me derrumbé debajo de un puente, en un prado, a la orilla de un rio de aguas cristalinas salpicadas por la lluvia que comenzaba a caer. Solo, desesperado, sin saber qué hacer, ni a donde ir. No pude salvarle, me preocupe antes de otras cosas, de resolver otros problemas, el nunca me pidió nada y yo no supe ver sus necesidades. Así de ciego estoy para las personas que me quieren. Soy un ser egoísta que solo me preocupo por mi mismo, por mis sentimientos y por mis necesidades, por eso perdí a Ram, por eso la perdí a ella.

El oxigeno nos da la vida, el oxigeno es, si no ocurre una desgracia, lo que nos mata.