viernes, 2 de septiembre de 2016

Casicuentos para Rita: Ciberbog XLIV Observaciones

Aun no había amanecido cuando salí de la ducha, me vestí y bajé al comedor a desayunar. No tenía hambre, los nervios me estaban consumiendo. Había pasado unos días que podríamos denominar de tranquilidad a pesar de aquella aventura, y los peligros que conllevaba, que estaba viviendo. Ver aquella luz, la simple sospecha de que los Roes pudieran estar ahí me había puesto un nudo en el estómago. Así era siempre cuando creía que iba a verla a ella, una emoción diferente y totalmente positiva salvo aquellos días que habíamos discutido pero siempre ese nudo en el estómago, cada día que la veía era una emoción. Las primeras veces pensaba que con el tiempo disminuiría pero no sucedió así, tampoco desapareció nunca la felicidad que me producía ese primer momento en el que nos veíamos y ella me regalaba su espléndida sonrisa, incluso en los peores momentos no podíamos evitar sonreír al vernos, incluso esos días que estábamos enfadados.
Tomé un descafeinado y me forcé a comer un croissant, no pude por menos que pensar cómo podía estar tan duro en un establecimiento de ese nivel y precio, aun así lo tragué ayudado por largos sorbos de café. Fui a la tienda del hotel pensando en que seguramente podría comprar allí unos binoculares para poder observar lo que suponía que era la isla o barco donde retenían a los Roes. Demasiado temprano, estaba cerrada. Me acerqué a recepción a preguntar a qué hora abrían la tienda o en su defecto a preguntar dónde podría adquirir unos prismáticos. Tras el mostrador había esta vez una mujer joven de larga melena morena y unos espectaculares ojos azules, era realmente bella. Pensé en que la primera vez que la vi a ella pensé simplemente que no estaba nada mal, después de nuestro segundo encuentro sin embargo me fui con la idea de que era la mujer mas bella del mundo y a día de hoy lo sigue siendo y nadie podría resistir una comparación con ella. Nuestro primer encuentro duro unos pocos minutos, seguramente no mas de cinco, y apenas habló nada aunque fue ella la que me vio y me saludó. Me supo a nada e incluso llegué a pensar que después de verme no querría repetir experiencia. Pero no fue así y quedamos una segunda vez, hacía calor pero llovía, era uno de esos días un tanto cambiantes de finales de primavera. Me esperaba con su paraguas abierto, dimos un pequeño paseo y terminamos en un bar cutre tomando un café. Ya no había marcha atrás, nuestras conversaciones por vid habían hecho que la cogiera cariño, que no pudiera pensar en otra cosa que no fuera hablar con ella y que deseara con toda mi alma verla. Después de nuestro primer encuentro ese deseo aumentó, después del segundo estaba perdidamente enamorado.
La recepcionista me atendió con suma amabilidad, la tienda no abriría hasta dentro de una hora pero las tiendas de la calle abrirían mas tarde, sin embargo llamó a un botones que apareció unos minutos mas tarde con los binoculares. Pensé en lo fácil que era la vida para los ricos, podían tener cualquier cosa cuando la quisieran. Cualquier cosa no, por suerte algo como lo tuve con ella estaba a la vez al alcance de cualquiera e imposible para la mayoría.
Con los binoculares en la mano partí hacia aquel banco de hormigón, pensé que me costaría mas encontrarlo pero llegué a la primera. No se veía nada, tan solo un mar inmenso y tranquilo que reflejaba la luz de un enorme sol naciente amarrillo. Oteé el horizonte una y otra vez hasta que me pareció observar un punto blanco que pudiera coincidir con la ubicación de la luz. Cogí los prismáticos y observé, supongo que debido a mi impericia me contó localizar el punto y cuando lo hice apenas vi un punto blanco mas grande que podría tener forma de barco. Copérnico o Galileo desentrañaron secretos del universo con probablemente poco mas que un catalejo menos potente que mis prismáticos y yo era incapaz determinar con seguridad lo que estaba viendo a unos pocos kilómetros de distancia. Seres excepcionales. Me comuniqué con Ram y le indiqué lo que veía y donde. Hizo búsquedas en la red y lógicamente no encontró nada pero me pidió que esperara, en unas horas podría conseguir que algún satélite fotografiara el barco con sus potentes lentes. Ram parecía que podía hacer cualquier cosa desde su reclusión en las instalaciones. No solo tenía una enorme capacidad de computación, tenía inteligencia propia, lo que unido hacía que pudiera dominar casi cualquier cosa que pasara por la red. Era otro ser excepcional, era un ser vivo.

Busqué una sombra y me tumbé en la hierba para esperar, cansado como estaba por la falta de sueño y mas relajado me quedé dormido arrullado por el ruido de las olas rompientes en los acantilados.