miércoles, 7 de septiembre de 2016

Casicuentos para Rita: Ciberbog XLVII Abrazos

A las doce de la noche estaba posicionado en un punto en el que veía a lo lejos las luces del velero. Ram había enviado un nuevo mensaje al ebook en el que emplazaba a los Roes a salir a cubierta dos horas después de que las luces se hubieran apagado. Entendíamos que en dos horas los vigilantes habrían entrado en un sueño profundo y sería relativamente fácil montarles en la la lancha rápida y escapar. Al fin y al cabo nadie sospecha que pudiera haber un rescate, ni tan siquiera nadie podía imaginar que alguien conociera el paradero de los Roes.
Las luces no se apagaron hasta pasados unos minutos de las dos de la mañana. Con las luces de la lancha también apagadas y una gruesa capa de nubes cubriendo el cielo la oscuridad era practicamente total. Sin conocimientos sobre navegación me hubiera perdido si no fuera porque Ram fue indicándome la posición a la que debía dirigirme. Pasadas las tres y media estaba a una distancia que me permitía al menos intuir el barco. Pude ver como se apaga y se encendía la luz de un camarote y me dio un vuelco el corazón pero en la media hora siguiente no sucedió nada más. A las cuatro acerqué la lancha al velero y minutos mas tarde en un silencio sepulcral salieron los Roes a la bañera de popa. La lancha estaba situada a escasos centímetros pero sin llegar a tocar el velero, mi corazón latía con fuerza, temía que una ola moviera los barcos y chocaran alertando a los vigilantes y echando por tierra aquel plan que en ese momento me parecía totalmente estúpido y lleno de riesgos, pero a veces los planes mas sencillos son los que mejor salen y en apenas unos segundos estábamos huyendo de allí a toda velocidad. Nadie hablaba, permanecimos en silencio y sin apenas movernos mucho tiempo por el temor de que algo pudiera salir mal.  
Pasó mas de una hora y muchas millas náuticas hasta que me atreví a encender las luces de la lancha. El señor Roes se presentó, me dio la mano y me agradeció lo que por el estábamos haciendo. Lo mismo hizo Lima, el hijo de la doctora. Haro, su hija, me abrazó. Se parecía tanto a su madre, se parecía tanto a ella. Sentí como si fuera ella la que volvía a abrazarme. Mi cuerpo se estremeció y las lágrimas brotaron por mis ojos. Aquellos abrazos cálidos. Cuando nos abrazábamos a veces sentía que necesitaba mi protección, otras veces era al revés y me sentía totalmente protegido, otras simplemente un bienestar y una felicidad completas. Sus abrazos siempre se me hacían demasiado cortos aunque estuviéramos durante minutos abrazados. Echo de menos todo de ella, absolutamente todo, pero su sonrisa, sus abrazos y esos besos en los que simplemente rozaba con sus labios mi mejilla sin duda están en los primeros puestos de la lista. Su mirada, su voz, hablar con ella, su conversación -a la que no desatendía ni una palabra-, tocar su pelo, mirarla, su risa, su punto perverso cuando me tropezaba a resbalaba, su manera de caminar perfecta, sus hombros, sus caderas, su cintura, sus periodos de ausencia, sus manías, sus manos… todo. Todo lo echo de menos, realmente la amaba tal y como era, aunque algunas pocas cosas de su manera de ser no me gustaban, no la hubiera cambiado nada, la quería tal y como era porque con sus virtudes y sus defectos para mi era el ser perfecto. Nunca he conectado con alguien de esa manera y me temo que nunca volveré a hacerlo y menos aun porque por un lado no quiero y por otro me aterraría. No hay peligro, puedo conocer a miles de personas en el futuro pero tengo la completa seguridad de que no volveré a conectar con nadie como lo hice con ella.

Ram y yo habíamos planeado llevar la lancha hasta un pequeño puerto deportivo muy alejado del lugar donde la habíamos alquilado. Llegamos siendo de noche todavía y descendimos al pantalán iluminados por la luz mortecina de unos focos cubiertos por el salitre. Los Roes me habían preguntado varias veces a dónde íbamos, no tenía respuesta para eso pero al bajar Ram me dio las indicaciones pertinentes para acercarnos a un faro cercano donde podríamos descansar y decidir los pasos a dar. Puse la mano sobre la cerradura de huella de la puerta del faro y se abrió de inmediato.