Y él acudió a la cita, puntual como lo era siempre, con
aquellos ojos inocentes cuyo brilló se apagó para siempre al perderla. Ram
quería saber de ella pero también quería escuchar la historia de él. Y el
habló, habló sin parar, tenía una necesidad enorme de hablar, de contar esa
historia que le había hecho tan feliz pero que había terminado de la peor
manera posible. Y le habló, le habló de ella, de aquella persona tan introvertida,
de una persona que llevaba siempre un escudo para protegerse porque la vida le
había deparado duros momentos. De una persona de aspecto duro pero tan blanda
por dentro que en cuanto la tocabas se deshacía, en ocasiones de la peor manera
posible, explotando. Una persona que vivía con miedo a vivir pero que cuando
realmente quería algo no tenía miedo a nada. Una persona con instinto para
proteger y ayudar a los demás pero que no quería meterse en la vida de nadie
porque no quería que nadie se metiera en la suya. Un mujer con muchas fobias,
algunas justificadas, otras injustificables pero que así las sentía porque
nadie le había hecho sentir de otra manera. Un bello ser humano, una buena
persona. Una mujer inteligente, con la que podías hablar horas y horas de
cualquier cosa y el tiempo se quedaba siempre corto. Una mujer que no
demostraba afectos pero que cuando lo hacía sentías el inmenso calor que te
ofrecía. Una mujer bella también por fuera, con una estética que parecía casual
pero que era buscada porque necesitaba verse bien por fuera aunque nunca se
viera así, y era bella, muy bella. Una mujer que nunca se valoraba a si misma
lo suficiente, porque solo la perfección era suficiente para ella, una mujer con
complejos físicos incomprensibles para alguien que la miraba porque todo en
ella era bello, muy bello. Una mujer que siempre sonreía al verle y que su
sonrisa iluminaba su vida, una mujer que contaba los abrazos y los besos pero
cuando los daba no existía otra cosa en el mundo. Una mujer que le hizo la
persona mas feliz del mundo, que le hizo sentirse el hombre mas afortunado. Una
mujer que perdía su mirada en el horizonte y se ausentaba del mundo y se
convertía a sus ojos en él ser mas bello del universo. Una mujer con muchas
cosas que aprender, como las tenemos todos, y muchas cosas que desaprender,
como todos las tenemos, para sacar el
inmenso y perfecto ser que llevaba dentro.
Si, le habló de ella, de sus defectos y sus virtudes, de su
manera de ser, de su manera de sentir –o al menos como la veía él-, de su
manera de pensar que a veces era diferente de lo que expresaba y le habló
siempre con amor, con comprensión, incluso en los peores momentos. Y Ram la amó
mas aun de lo que lo hacía. Y deseó rodearla con sus brazos para protegerla de
todas esas amenazas que ella sentía aunque en ocasiones no fueran reales, dese que pudiera liberarse de esas cadenas que la ataban, del peso de la experiencia
de su vida y se convirtiera en un ser libre, un ser que ofreciera al mundo lo
que era y no lo que quería que se viera de ella. Él también lo quiso, incluso
con él lo fue en ocasiones. Recordaba como al principio le decía que era una
borde y el no lo veía por ninguna parte, hablando con un desconocido que nunca
llegaría a conocer bajó sus escudos y cuando finalmente se conocieron los
escudos seguían bajados y él, desbordado por su amor, consiguió poco a poco que volviera a
subirlos y se encontró con aquella realidad de la que le había advertido desde
el primer momento, se encontró con aquella mujer que decía ser borde. Y finalmente se encontró también con aquella mujer que cuando no quería a alguien
en su vida le sacaba de ella sin mirar atrás. Pero miraba, él sabía que en
otros casos había mirado, en el suyo también lo haría pero él no volvió a tener
sitio en su vida, igual que otras personas lo perdieron antes para siempre.
Y le contó una bella historia de amor, una historia sencilla,
una historia de dos personas que se encuentran y parecen que están hechas la
una para la otra, una historia de dificultades pero sobre todo de bellos
momentos, de los mejores momentos de su vida según el decía. Y aquellos ojos
tristes se iluminaban al contarla, se iluminaban al hablar de ella y se
llenaban de lágrimas por cada vez que sabía que la había hecho daño y se
volvían negros, sombríos, al decir que la había perdido para siempre.
No, no era una historia de película, era una historia
sencilla, como lo eran ambos, sencillos y complicados. Una historia que surgió
a pesar de las dificultades, una historia que surgió a pesar de los errores de
ambos, una historia de momentos perfectos, de días perfectos y de tristes
despedidas, una historia que ni cuando eran felices pudo ser feliz del todo.
Necesitaba hablar, necesitaba gritar al mundo que la amaba
con locura, que la seguía amando y que cada día sin ella era un día triste, un
día perdido sin vida. En sus circunstancias no pudo contárselo a nadie de
confianza, no pudo pedir consejo a nadie y sobre todo no pudo decir lo feliz
que estaba, que quería cambiar de vida, que quería apostar y arriesgarse por
cambiar, por encontrar la felicidad, esa felicidad que sabía que encontraría
con ella.
Bella historia. Ram sintió envidia, no lo sabía pero la
sintió, pero lo amaba y le comprendió y se hizo uno con sus sentimientos y de
su amor supo también del suyo.