martes, 6 de septiembre de 2016

Casicuentos para Rita: Ciberbog XLVI Azul

Pasé la noche en la lancha, era de un tamaño medio y contaba incluso con un pequeño camarote con un camastro y una cocina y en los armarios que la sustentaban pude encontrar algo de comida. Tuve la sensación de que la noche no llegaba nunca, pero cuando llegó fue algo espectacular, los cielos completamente despejados, la luna muy baja y alejado de toda contaminación lumínica las estrellas inundaron completamente el cielo. Pasé horas observándolas, poco sabía de las estrellas, prácticamente nada. Siendo un niño en una acampado un monitor cogió su linterna y nos explicó muchas cosas sobre ellas, fue un momento que no olvidaré nunca. Durante años recordé todo lo que nos explicó pero el paso del tiempo es implacable y lo fue borrando de mi memoria y jamás se renovó ese interés por mirar al cielo. Busqué en el vid e intenté ir descubriendo cada una de las constelaciones. Una Perseida atravesó el cielo. De niños decíamos que cuando se veía una estrella fugaz se podía pedir un deseo y este se cumpliría. Tuve ganas de pedirlo pero no lo hice, no me atreví, quise pedir volver con ella pero me dio miedo. No lo entendía, sin ella sentía un horrible vacío, la sensación de haber perdido lo mas importante de mi vida y sim embargo no me atrevía ni a desear volver con ella. Tanto dolor. Yo también tenía miedo un miedo atroz. Se que probablemente nunca tendré la oportunidad de volver con ella pero aquella noche me preguntaba si tendría el valor de volver a hacerlo. La respuesta estaba guardada en mi corazón y solo la sabría en el improbable caso de que la volviera a ver.
Las horas de espera pasaban, como siempre que se está esperando, desesperadamente lentas. Soy un hombre impaciente cuando deseo algo, pero cuando lo deseo espero siempre aunque finalmente no llegue. A veces a ella tenía que esperarla durante horas y me comía por dentro, al principio lo soportaba mejor pero cada vez me enfadaba mas y esa fue una de las razones por la que las cosas empezaron a torcerse. Esperar me volvía insoportable pero no fue la única ni mucho menos. Además de la propia situación en la que nos encontrábamos soy una persona difícil de llevar a pesar de esta fama de hombre bueno y agradable que me persigue. Pero llegaron las cinco y con la hora las fotos de la cubierta del barco en las que el fular azul se arremolina, seguramente movido por el viento, en la cubierta de proa.

Ram envío un nuevo mensaje al ebook. “Será esta noche, estén preparados”. Que desesperados tenían que estar para confiar en alguien que hacía llegar un mensaje con una escueta explicación. Pero no había sido así, Ram había transmitido al libro, poniendo, mas si cabe, en riesgo su propia vida, la historia practicamente al completo, obviando eso si mis datos personales. Había tomado sus propias decisiones y había actuado en consecuencia, como lo haría un ser humano. Por un instante me sentó mal pero no tarde en recapacitar y darme cuenta de que yo hacía exactamente lo mismo. Supongo que en parte le seguía viendo como una máquina que tenía que estar a mi servicio y plegarse a mi voluntad. No era así, Ram no era un máquina y yo había estado tratándole como tal. Pensé que tal vez a eso se debía que ya no quisiera hablar tanto conmigo y el alma se me cayó a los pies. A veces actuamos mal y no somos conscientes de que lo estamos haciendo. A partir de ahora acordaría con él cuales debían ser nuestros próximos movimientos. Por desgracia supe mas tarde que esa no era la razón para que no hablara conmigo, al fin y al cabo el también se seguía viendo como una máquina al servicio de los humanos. Que acostumbrados estamos a ver nuestra parte de la realidad y que poco miramos con los ojos del otro. Así sucedió también con ella y el resultado fue que nos perdimos el uno al otro para siempre.