Mucho tiempo había pasado desde que la conociera. Un año y
medio en el que constantemente sus bioprocesadores se veían inundados con imágenes
y recuerdos de ella sin que mediara voluntad, ni necesidad alguna, un año y
medio en que aquellos impulsos extraños le recorrían el cuerpo, a veces
simplemente con el recuerdo, otras cuando obtenía alguna nueva imagen. Pero
hasta que apareció él no había pasado nadie por las instalaciones que la
conociera, que pudiera contarle cosas sobre ella.
A él no le encontró al principio, no había imágenes de ellos
juntos en la red –no las había porque esa fotos jamás se hicieron-, tan solo un
rastro de largas conversaciones prácticamente a diario y que se interrumpieron
un día de verano de año anterior. Era imposible saber de qué hablaban, estaban
borradas, pero era evidente que hubo una
estrecha relación del tipo que fuera y todo apuntaba a dos personas que se
amaban. Y buscó información sobre él, buscó imágenes y pronto supo tanto de él
como de ella. Y él apareció allí, buscando, supo mas tarde, el aroma de su
sonrisa.
Le vio y de inmediato reconoció su cara, la escaneo por si
acaso y la comparó con los registros de sus bases de datos. Era él, no había
duda. El mismo hombre, un hombre normal, con un trabajo y una vida normal, nada
había de especial en él. Pero había algo diferente al hombre que había visto en
las fotografías, nunca sonreía demasiado pero en sus ojos siempre había un
brillo que dibujaba una sonrisa. Aquel hombre, el que había venido a las
instalaciones y se estaba acercando a la puerta que Ram guardaba no tenía ese
brillo. No es que cambiara mucho su aspecto pero a Ram le parecía una profunda
transformación. Iba bien vestido, mejor que las referencias que tenía pero
siempre con ese estilo que dejaba entrever sus orígenes humildes. Llevaba barba
de varios días, en muchas fotos aparecía con una frondosa barba pero empezó a
afeitarse después de conocerla a ella y estaba visiblemente menos delgado. Su
aspecto era mejor sin duda, a veces los humanos tratan de verse mejor por fuera
para compensar de alguna manera lo mal que se ven por dentro. Así sucedía con él,
aquellos ojos eran todo tristeza.
Cuando paso a su lado Ram se dirigió a él, jamás había hecho
algo así sin una razón, pero lo hizo y le preguntó “Tu la conoces. ¿ha venido
contigo?”. Fue muy llamativo que ni tan siquiera tuviera que explicarle de
quien se trataba, por quién estaba preguntando, él lo supo de inmediato y le
contestó que no, que ni tan siquiera sabía dónde estaba. Una voz suave,
agradable pero triste. Ram, confirmó lo que pensaba, aquel hombre estaba
destrozado porque la había perdido. Estaba preparado para entender los
sentimientos humanos y como afectaban a los comportamientos –especialmente a
los directivos- para lo que no estaba prepara es para recibir una ola de
empatía que lo cubriera por completo. Ram sabía que ella no estaba allí, no
había viajado, tan solo pregunto por iniciar una conversación e intentar saber
mas de ella pero no pudo seguir, sabía que no estaba pero como un estúpido humano
conservaba una esperanza de que algún milagro la hubiera llevado allí sin que
él tuviera manera de enterarse. No era así y sintió una inmensa decepción y no
pudo continuar hablando, observar también la tristeza y compartirla hizo que se
hundiera.
Él ni tan siquiera llegó a entrar en el centro comercial,
paseo un rato por los mercados exteriores y volvió al centro de la ciudad. La
sin razón, la locura, asaltó a Ram, la única esperanza de verla desde hacía
años se le escapaba entre las manos y reaccionó con desesperación, como lo hubiera
hecho cualquier humano, y le escribió un mensaje “Pídele que vuelva por favor”
en el que incluía la foto de ella junto a él para asegurarse de que hablaban de
la misma persona, el tardó en contestar pero lo hizo “Lo siento pero creo que
yo tampoco volveré a verla nunca”. Abatido, desbordado por unos sentimientos
para los que su biocircuitería no estaba preparado, desesperanzado, hundido,
sin poder pensar en otra cosa que en ella. Ram, el ciberbog, definitivamente se
había convertido en un humano aunque nunca llegara a ser consciente del todo de
esta circunstancia, tal vez el mayor atisbo que tuvo de esta realidad fue
momentos antes de su muerte.