lunes, 12 de septiembre de 2016

Casicuentos para Rita: Ciberbog L Proyecciones

El tren de impulso gravitacional recorría las profundidades de la tierra por un túnel, tal vez fuera mas adecuado llamarlo tubo. Muchas era las personas que no se atrevían a cogerlo por la sensación de claustrofobia que provocaba. Se había mejorado mucho en ese aspecto desde los primeros trenes que aparecieron y ahora durante todo el recorrido se proyectaban unas imágenes que parecían prácticamente reales de lo que se vería si el tren pasara por la superficie. En los primeros minutos de viaje miraba por la ventanilla contemplando el paisaje. Al igual que en el tren, en la vida, en ocasiones creemos que lo que contemplamos es real pero no lo es, es una interpretación de lo que nuestro cerebro percibe. Cuando pienso en ella a veces me pregunto si todo lo que sucedió fue real, tengo claro que parte de lo que sucedió formaba parte de mi interpretación subjetiva pero no me refiero a eso. Fue real para ambos pero en cierta manera fue una ficción también, una película protagonizada por los dos que nadie vería nunca. Una escenificación de algo que en el mundo real era imposible y sin embargo sigo pensando que no lo era.
A punto estuve de enviar el mensaje a los competidoras de la corporación con el dosier sobre el caso de la doctora Roes. Pero en el último momento me detuve, ahora no me parecía tan evidente que el mejor momento para el rescate de Ram fuera precisamente el del caos y desconcierto que podía provocar un ataque furibundo de las corporaciones competidores. Ahora me parecía que lo primero que querrían hacer es destruir las pruebas, esto es eliminar a Ram. Si, eso es lo que harían, no se como no pude verlo antes. Me comuniqué con Ram y el me sugería que lo enviara, que ya había tardado demasiado en hacerlo y que tal vez podrían haber ocultado alguna cosa, que su existencia no era importante. Cortó la comunicación, estaba muy raro, algo le pasaba y ya no creía que tuviera que ver conmigo. Necesitaba estar con él cuanto antes, necesitaba liberarlo y ayudarle en lo que precisara y estuviera al alcance de mis manos. Aunque la vida me ha enseñado que la primera condición para poder ayudar a alguien es que quiera ser ayudado. Decidí no enviar el mensaje y esperaba que Ram tampoco lo hiciera, así se lo pedí y confiaba que esa programación para actuar bajo la voluntad de los humanos, que coartaba en gran medida su libre albedrío, jugara de nuevo a mi favor.
¿Cuánto de libres somos los humanos? Una gran pregunta para la que no tengo respuesta y si la tuviera sería poco e incluso nos atamos a cuestiones de las que podríamos ser libres. ¿Cuánto nos importa el qué dirán? A veces dejamos de hacer o hacemos cosas para no ser blanco de esa especie de juzgado social que suele emitir sentencias condenatorias a todo aquel que es diferente. No se calibrar cuanta influencia tuvo esto en la relación con ella, si se que muchos de mis miedos tenían ahí el origen. Respecto a los suyos no se que decir, simplemente creo que, sin tener en cuenta nuestra fugaz relación, esto pesaba demasiado en su vida. Que estúpidos somos los humanos, solo tenemos una vida y nos hacemos presos del que dirán, tanto que a veces sacrificamos nuestra felicidad por eso. Otras veces la sacrificamos por proteger a los que mas queremos cuando tal vez la mejor manera de que ellos sean felices es que nosotros lo seamos porque transmitimos lo que vivimos y compartimos lo que somos.

El túnel mostraba ahora imágenes de un inmenso océano, si te dejaran en ese punto sin ninguna referencia no sabrías hacia donde tirar. Así sucede a veces en la vida y no queda mas remedio que empezar a nadar en alguna dirección sin saber si se está acertando, la alternativa es quedarse parado o nadar en círculos para terminar ahogado. Me asaltó el miedo a lo que sucedería después de liberar a Ram –si es que lo conseguía-. Tenía una vida a la que volver pero en muchos aspectos esa vida era un gran océano y no sabía en que punto me encontraba.