El tren de impulso gravitacional recorría las profundidades
de la tierra por un túnel, tal vez fuera mas adecuado llamarlo tubo. Muchas era
las personas que no se atrevían a cogerlo por la sensación de claustrofobia que
provocaba. Se había mejorado mucho en ese aspecto desde los primeros trenes que
aparecieron y ahora durante todo el recorrido se proyectaban unas imágenes que
parecían prácticamente reales de lo que se vería si el tren pasara por la
superficie. En los primeros minutos de viaje miraba por la ventanilla
contemplando el paisaje. Al igual que en el tren, en la vida, en ocasiones
creemos que lo que contemplamos es real pero no lo es, es una interpretación de
lo que nuestro cerebro percibe. Cuando pienso en ella a veces me pregunto si
todo lo que sucedió fue real, tengo claro que parte de lo que sucedió formaba
parte de mi interpretación subjetiva pero no me refiero a eso. Fue real para
ambos pero en cierta manera fue una ficción también, una película protagonizada
por los dos que nadie vería nunca. Una escenificación de algo que en el mundo
real era imposible y sin embargo sigo pensando que no lo era.
A punto estuve de enviar el mensaje a los competidoras de la corporación
con el dosier sobre el caso de la doctora Roes. Pero en el último momento me
detuve, ahora no me parecía tan evidente que el mejor momento para el rescate
de Ram fuera precisamente el del caos y desconcierto que podía provocar un
ataque furibundo de las corporaciones competidores. Ahora me parecía que lo
primero que querrían hacer es destruir las pruebas, esto es eliminar a Ram. Si, eso es lo que harían, no se como no pude verlo antes. Me comuniqué con Ram y el
me sugería que lo enviara, que ya había tardado demasiado en hacerlo y que tal
vez podrían haber ocultado alguna cosa, que su existencia no era importante.
Cortó la comunicación, estaba muy raro, algo le pasaba y ya no creía que
tuviera que ver conmigo. Necesitaba estar con él cuanto antes, necesitaba
liberarlo y ayudarle en lo que precisara y estuviera al alcance de mis manos. Aunque
la vida me ha enseñado que la primera condición para poder ayudar a alguien es que
quiera ser ayudado. Decidí no enviar el mensaje y esperaba que Ram tampoco lo
hiciera, así se lo pedí y confiaba que esa programación para actuar bajo la
voluntad de los humanos, que coartaba en gran medida su libre albedrío, jugara
de nuevo a mi favor.
¿Cuánto de libres somos los humanos? Una gran pregunta para
la que no tengo respuesta y si la tuviera sería poco e incluso nos atamos a
cuestiones de las que podríamos ser libres. ¿Cuánto nos importa el qué dirán? A
veces dejamos de hacer o hacemos cosas para no ser blanco de esa especie de
juzgado social que suele emitir sentencias condenatorias a todo aquel que es
diferente. No se calibrar cuanta influencia tuvo esto en la relación con ella,
si se que muchos de mis miedos tenían ahí el origen. Respecto a los suyos no se
que decir, simplemente creo que, sin tener en cuenta nuestra fugaz relación, esto
pesaba demasiado en su vida. Que estúpidos somos los humanos, solo tenemos una
vida y nos hacemos presos del que dirán, tanto que a veces sacrificamos nuestra
felicidad por eso. Otras veces la sacrificamos por proteger a los que mas
queremos cuando tal vez la mejor manera de que ellos sean felices es que
nosotros lo seamos porque transmitimos lo que vivimos y compartimos lo que
somos.
El túnel mostraba ahora imágenes de un inmenso océano, si te
dejaran en ese punto sin ninguna referencia no sabrías hacia donde tirar. Así
sucede a veces en la vida y no queda mas remedio que empezar a nadar en alguna
dirección sin saber si se está acertando, la alternativa es quedarse parado o
nadar en círculos para terminar ahogado. Me asaltó el miedo a lo que sucedería
después de liberar a Ram –si es que lo conseguía-. Tenía una vida a la que
volver pero en muchos aspectos esa vida era un gran océano y no sabía en que
punto me encontraba.