De nuevo recordé un sueño, de nuevo era aquel en el que
estaba con ella sentados sobre una manta en un pradera junto a un acantilado,
un hombre aparecía en lo alto de una colina y ella iba a buscarle dejándome
solo. El lugar donde me encontraba era extrañamente parecido. Aquel sueño hacía
que me despertara hundido pero deseaba soñarlo cada noche porque por unos
instantes, antes de que ella se levantara de la manta, estaba conmigo y sentía
esa felicidad inmensa, ese sensación de que el mundo era perfecto, como diría
mi amigo Kint, esa tontería que tienen los enamorados.
Aun no había recibido las imágenes de satélite de Ram e
intente a hablar con él. Cada vez hablábamos menos. En muchas ocasiones intentaba
hablar con él y me respondía que le estaban sometiendo a pruebas y que no podía
asegurar que esa actividad pasara desapercibida para los investigadores, sin
embargo si lo que yo necesitaba era ayuda de la clase que fuera siempre estaba
ahí para ayudarme. Comenzaba a pensar que no quería hablar conmigo pero por mi
cabeza no dejaba de dar vueltas la idea de que pudiera estar pasándole algo que
no quería contarme. Unos días me centraba mas en la primera idea, otros en la
segunda, aunque siempre tenía presente ambas posibilidades. Algo parecido me
paso en ocasiones con ella, me debatía entre la duda y el dolor de que no
quisiera hablarme y entre la incertidumbre y el dolor de que pudiera estar
pasándole algo. Aunque en su caso todavía era mucho mas complicada la línea
argumental de mis pensamientos. No nos engañemos siempre he sido tendente a
comerme la cabeza por todo, qué no haría por la cosa mas importante que me ha
sucedido en la vida.
Las imágenes que Ram me envió cuando la tarde empezaba a
perder su luz y una enorme luna casi llena asomaba por el horizonte eran
tremendamente nítidas y sin embargo poco esclarecedoras. Eran las imágenes de
un gran velero de unos veinticinco metros de eslora. En la bañera de popa
podían verse una mujer leyendo que cubría sus hombros con un fular de color
azul oscuro, ampliando la imagen podría casi incluso leer el texto que ella
estaba leyendo en un ebook arcaico pero no pude verla la cara, tan solo un pelo
castaño claro que recordaba al de la doctora Roes y también, por supuesto, al
de ella. En la cubierta de proa dos hombres aparentemente charlando, uno con
traje corbata y otro con un camiseta sin cuello a rayas azules y blancas de
tipo marinero. A ambos podía vérseles la cara y a partir de ahí Ram los
identifico como empleados de seguridad de la corporación. También había una lancha
rápida amarrada al barco en la que, por fotos tomadas minutos antes, todo hacía
indicar que acaba de llegar el hombre del traje. Era insuficiente para poder
asegurar que los Roes estaban allí, pero yo estaba completamente seguro de que
así era y Ram no se molestó en llevarme la contraria, ni tan siquiera, como
hacia en ocasiones, para hacerme reflexionar.
Pedí a Ram que intentará interferir la señal del ebook y que
hiciera que en la pantalla apareciera un mensaje “Estimada doctora Roes, conocemos
lo sucedido con el Ciberbog 3271 y la relación con la muerte de su madre y la
mas que probable retención de su familia en contra de su voluntad. Si quieren
ser liberados extienda su fular azul sobre la cubierta de proa mañana a las
cinco en punto de la tarde”. Ram confirmó que el mensaje había sido entregado y
como ya sabía que era imposible que ella enviara una respuesta. Solo quedaba
esperar a que pasara un nuevo día y el satélite volviera estar situado sobre el
barco.
Bajé al puerto deportivo y alquilé por tres días una lancha
rápida de flotación que permitiera un acercamiento completamente silencioso al
velero. No tuve ningún problema, Ram me había enviado al vid mi flamante nuevo permiso
de patrón de embarcaciones de recreo de hasta 15 metros de eslora. Aduciendo
precisamente que era un nuevo patrón y añadiendo una pequeña cantidad de
créditos les pedí que me introdujeran al uso en concreto de aquella embarcación.
En poco mas de una hora domina los controles y, después de dejar a mi
instructor en tierra, surcaba el mar en solitario con destreza. Allí, en medio
del mar me sentía solo, pero de alguna manera era como si estuviera en casa.