martes, 31 de mayo de 2016

Casicuentos para Rita: Ciberbog XIX Tormentas y destinos

Me quedé embobado mirando a un cielo que pasó del naranja al negro de una noche sin luna. La luz de la villa tan solo permitía que se vieran algunas pocas estrellas, las mas brillantes, un universo tan lejano que estaba fuera de mi alcance. Poco a poco las nubes fueron cubriéndolo todo, nubes negras que terminaron desencadenando una tormenta. Que diferentes éramos, a mi me relajaba sentarme a cubierto a contemplar los rayos y los truenos, la intensa lluvia cayendo, incluso alguna veces salía de mi protección para que la lluvia me calara hasta los huesos. A ella le daban miedo las tormentas, se sobrecogía y se encerraba en si misma adoptando una posición fetal de protección. Nunca estuvimos juntos durante una tormenta, la hubiera abrazado para intentar trasmitirle mi tranquilidad, mi protección, mi amor. Siempre que había tormenta me acordaba de ella y sentía la impotencia de no poder protegerla. La misma impotencia que sentía ahora. No era de extrañar que hasta un Ciberbog, una maquina casi perfecta, la quisiera.
Ese pensamiento me llevó a recapitular lo que me había sucedido en los últimos días. El encuentro con el ciberbog, la cortina descorrida de mi apartamento en la ciudad, mi huida en el aeropuerto, la muerte de la doctora Roes, mi conversación con Kint, la visita a mi casa. ¿Por qué lo habían ordenado todo? Solo podía conjeturar que al encontrarse todo desordenado supusieron que alguien mas me buscaba, que pensaban que aun no había vuelto por mi casa y que si lo hacía no debería encontrarme con nada que me hiciera sospechar y salir huyendo. No me conocían, tan solo un pequeño movimiento en algún objeto hubiera delatado la presencia de algún intruso. Me perseguían, ahora estaba seguro y la muerte de la doctora Roes me hacía temer que con las peores intenciones posibles.
¿Y ahora qué? ¿Qué mas podía hacer? ¿Qué pasos debería dar para salvar mi vida? Sin duda la única manera de no estar huyendo toda la vida era intentar desentrañar lo que estaba sucediendo. No se me ocurría qué mas hacer en la villa y era mas que posible que en algún momento me terminaran encontrando a mi o a alguien delatara mi presencia. Tal vez no fuera lo mas adecuado pero veía claro que tenía que volver a la ciudad y buscar al Ciberbog o al menos enterarme de si había sido destruido, cosa que dudaba por el interés científico que tenía que una maquina hubiera generado sentimientos.
No cogería ningún vuelo, estaban demasiado controlados y ya había gastado toda mi suerte para pasar los controles en mi regreso a la villa. Los vuelos estaban controlados para, supuestamente, evitar atentados terroristas pero estos se seguían produciendo. Sin embargo otros medios de transporte masivos no tenían absolutamente ningún control, ni los tubos, ni los magnetobuses, ni los trenes de suspensión gravitatoria… Cualquiera podía provocar una auténtica tragedia en cualquiera de estos medios de transporte ¿Por qué se controlaban únicamente los vuelos? Solamente se me ocurría una razón, infundir miedo, dar la sensación de que nuestra vida esta amenaza, con el miedo somos mas controlables, mas dóciles y mas aun con aquellos que supuestamente nos están protegiendo.

El viaje a la ciudad era posible hacerlo por tierra, sería largo, tedioso y cansado pero a pesar de tener que atravesar fronteras estaría exento de controles salvo imprevistos. Comencé a planificar la ruta, no iría directo, me iría desplazando entre ciudades para que no se me pudiera seguir la pista con facilidad. Esperaba que mi identidad de incognito en la red no fuera descubierta, en ella se basaba toda posibilidad de alcanzar mi destino con éxito. Un éxito que el destino me había negado en la vida.