Había millones de entradas sobre la doctora Roes. Sobre su
vida, sobre sus aportaciones a la ciencia, sobre como su tecnología había
cambiado el mundo, sobre sus posicionamientos políticos, sobre sus opiniones
entorno a cualquier cosa… y también, por supuesto, sobre su fallecimiento.
Todos los medios de comunicación del mundo se habían hecho eco de la noticia. Y
yo ni tan siquiera hubiera sabido quien era de no haberse producido aquel
extraño encuentro. Estábamos adormecidos, podía citar montones de nombres de deportistas,
de actores… sabía cosas de su vida profesional, de su vida privada pero no
sabía nada de una persona que estaba cambiando el mundo, que había construido
un mundo mejor, que había ayudado a tantas y tantas personas con su ciencia.
Los antiguos romanos tenían su circo, nosotros el nuestro, mientras hubiera pan
no nos preocuparíamos por lo que pasa en el mundo. Nos indigna que nuestro
equipo tenga un mal arbitraje, incluso la gente puede movilizarse por tonterías
de estas pero de las cosas verdaderamente importante no sabemos nada porque no
quieren que sepamos o tal vez también, y eso es lo mas triste, porque nosotros
mismos no queremos saber. Es mas fácil, más cómodo, mientras tenemos nuestras
necesidades cubiertas lo que le pasa al mundo no nos importa. A las personas
con mas conciencia crítica, mas preparadas, mas formadas el sistema les termina
comprando poniéndoles en posiciones acomodadas que eviten que se salgan del
redil y de paso contribuyan al desarrollo del propio sistema. Tan solo unas
pocas personas como la doctora Roes se resisten y se ponen al servicio del
mundo, de sus personas, olvidándose de su propio bienestar para construir una
idea, un mundo mas justo y solidario. Me avergüenzo de no ser así y me avergüenzo
ni de tan siquiera conocer a personas como la doctora Roes. Por eso de entre
los millones de documentos que había en la red decidí empezar conociendo
minimamente su biografía.
Los padres de la doctora tuvieron que emigrar de su ciudad,
una lugar donde la pobreza llegaba a extremos incalculables, a una ciudad mas
prospera. No tenían ninguna preparación pero querían una vida mejor para ellos
y para su hijo que estaba a punto de nacer. El camino estuvo envuelto de
penalidades, las mafias se quedaron con los pocos créditos que pudieron reunir
con la promesa de llevarles a un mundo mejor para finalmente dejarles tirados
donde estaban. Viajaron de polizones en un contenedor de un mineral peligroso y
a punto estuvieron de morir en el intento. La producción de ese mineral debería
haber hecho de su ciudad una ciudad prospera pero todos los beneficios se los
llevaban corporaciones asentadas en otros lugares que explotaban a la población
local para extraer el máximo beneficio. Y aun con todo tuvieron suerte porque
nada mas llegar nació su primogénito que de inmediato adquirió carta de ciudadanía
con lo cual adquiría unos derechos que por extensión llegaban a sus padres. Su
vida no fue fácil, como nunca lo ha sido la vida de ningún inmigrante, tuvieron
que realizar los trabajos peor remunerados que nadie de la población local
quería realizar. Eran señalados como los culpables de los problemas que tenía
su nueva ciudad, la delincuencia y el desempleo e incluso hasta la crisis
colgaban sobre sus hombros. Pero poco a poco consiguieron abrirse un camino, no
era lo que esperaban, pero cambiaron una vida abocada a la muerte temprana por
una vida con una esperanza de futuro. Tuvieron tres hijos, de los cuales la
doctora Roes fue la segunda, y la única que realmente llegó a prosperar como
sus padres hubieran imaginado. Su hermana y su hermano nunca hubieran llegado a
salir de la miseria si la doctora Roes no hubiera existido.
(continuará)