lunes, 16 de mayo de 2016

Casicuentos para Rita: Ciberbog XII - Kint

Encontré a Kint en una de esas tabernas que tenían ese aire de decaimiento que acompañaba a todo el barrio. Departía con algunos clientes sobre al prácticamente a gritos, como solía hacerlo. Kint trabajaba de bio-ingeniero en una importante corporación lo que le permitía llevar una vida acomodada, hubiera podido vivir en cualquier lugar pero había optado por quedarse en este barrio obrero. Así se veía él, como cualquier peón de cualquier profesión del mundo, y razón no le faltaba, por muy bueno que fuera su trabajo no dejaba de ser un peón del que la corporación no tendría ningún pudor en deshacerse cuando ya no lo necesitara. Kint estuvo enamorado durante dos décadas de una compañera de universidad que no compartía sus sentimientos, fue testigo de su boda con otra persona, vio como crecían sus hijos y fue testigo también de su divorcio. Pasado un tiempo del divorcio tuvieron una relación sentimental que le hizo feliz por unos meses y que le terminó amargando el resto de su vida. Se convirtió en un personaje taciturno que bebía mas de la cuenta.. Kint era el ejemplo de lo sobrevalorada que está la inteligencia, él lo era, lo tenía que ser para dedicarse a la bio-ingeniería, pero no era brillante como lo eran casi todos los bio-ingenieros. Sin embargo era un trabajador constante y apasionado y gracias a eso superaba a la mayoría de sus compañeras y compañeras. Las personas somos un conjunto de cualidades y la inteligencia solo es una mas, incluso me atrevería a decir que la inteligencia puede medirse de varios modos y puedes serlo para algunas cuestiones y ser todo lo contrario en otras. En cualquier caso no determina lo que somos, solo lo bien que podemos hacer aquellas cosas que decidimos hacer.
Cuando me vio, abandono su acalorada conversación, pidió dos cervezas y me tendió una. Tras las típicas frases de cortesía me empezó a hablar del día a día de su trabajo, le encantaba hablar de eso y a mi me solía gustar escucharle aunque en demasiadas ocasiones su mente se iba hacia lo mal organizada que estaba su corporación, la incompetencia de los mandos y solía terminar despotricando contra todos y todas a puro grito y contaminando de insultos y palabras mal sonantes sus argumentos. No dejé que la conversación tomara esos derroteros y le pedí que me contará un poco de la historia de la bio-ingeniería. No llegué a comprender la gran mayoría de las cosas que me contó, eran demasiado complicadas para mis escasos conocimientos de la materia, pero si logré hacerme una idea de que aportaba la materia viva a la robótica.
La historia de la computación empezó a escribirse con ceros y unos, un sistema binario con el que se trasmitían los datos en los primeras computadoras, en los primeros robots. Pasaba la corriente eléctrica o no pasaba, así de sencillo. Pronto se dieron cuenta de lo limitado que era aquel lenguaje de comunicación y empezaron a usar la computación cuántica que con sus Qbit, que además de poder ser 0 y 1 la materia puede estar en superposición coherente y ser 1 y 0 a la vez. A partir de ahí se fueron desarrollando sin parar diferentes sistemas que mejoraban el anterior. A pesar de ser muy didáctico y de esforzarse en dar explicaciones sencillas según iba avanzando en la historia de la computación menos conseguía entender. La historia concluía con la Doctora Roes que consiguió usar células neuronales para la transmisión de datos entre los procesadores, memorias y demás circuitos integrados. Estás células permitían que se fueran creando sinapsis en la medida que la maquina iba aprendiendo de la experiencia y que se crearan por tanto las conexiones necesarias para un desarrollo mas eficaz y adecuado a la tarea a la que estaba encomendado. Además hizo posible la incorporación de tejidos orgánicos a la mecánica de los robots, dando origen a la rama de la bio-mecánica, que solo era posible gracias a la transmisión de datos por tejido neuronal y nervioso y que revoluciono también la funcionalidad y adaptabilidad de las máquinas. De alguna manera se habían creado maquinas capaces de simular pensamiento y con una mecánica de movimientos prácticamente infinita.
La verdad es que estás explicaciones, que seguro que he llenado de incorrecciones, me resultaron muy interesantes pero no me sirvieron para nada por lo que me lancé a hacerle la pregunta que llevaba en la cabeza, ¿pueden llegar a tener sentimientos las máquinas? Se carcajeo y con aquella voz profunda y grave que tenía me dijo que no y que no le hablara de sentimientos. Las horas siguientes las pasó bebiendo y volviéndome a contar la historia del amor de su vida. Volví borracho a la habitación del edificio industrial, la única conclusión de aquel día, y era mas que dudosa, fue que pudiera ser que yo la hubiera amado mas pero sin duda, a ratos, ella supo amarme mejor. Después de vomitar conseguí quedarme dormido apretando la pelotita naranja en el interior de una de mis manos.