Encontré a Kint en una de esas
tabernas que tenían ese aire de decaimiento que acompañaba a todo el barrio.
Departía con algunos clientes sobre al prácticamente a gritos, como solía
hacerlo. Kint trabajaba de bio-ingeniero en una importante corporación lo que
le permitía llevar una vida acomodada, hubiera podido vivir en cualquier lugar
pero había optado por quedarse en este barrio obrero. Así se veía él, como
cualquier peón de cualquier profesión del mundo, y razón no le faltaba, por muy
bueno que fuera su trabajo no dejaba de ser un peón del que la corporación no
tendría ningún pudor en deshacerse cuando ya no lo necesitara. Kint estuvo
enamorado durante dos décadas de una compañera de universidad que no compartía
sus sentimientos, fue testigo de su boda con otra persona, vio como crecían sus
hijos y fue testigo también de su divorcio. Pasado un tiempo del divorcio
tuvieron una relación sentimental que le hizo feliz por unos meses y que le
terminó amargando el resto de su vida. Se convirtió en un personaje taciturno
que bebía mas de la cuenta.. Kint era el ejemplo de lo sobrevalorada que está
la inteligencia, él lo era, lo tenía que ser para dedicarse a la
bio-ingeniería, pero no era brillante como lo eran casi todos los
bio-ingenieros. Sin embargo era un trabajador constante y apasionado y gracias
a eso superaba a la mayoría de sus compañeras y compañeras. Las personas somos
un conjunto de cualidades y la inteligencia solo es una mas, incluso me
atrevería a decir que la inteligencia puede medirse de varios modos y puedes
serlo para algunas cuestiones y ser todo lo contrario en otras. En cualquier
caso no determina lo que somos, solo lo bien que podemos hacer aquellas cosas
que decidimos hacer.
Cuando me vio, abandono su
acalorada conversación, pidió dos cervezas y me tendió una. Tras las típicas
frases de cortesía me empezó a hablar del día a día de su trabajo, le encantaba
hablar de eso y a mi me solía gustar escucharle aunque en demasiadas ocasiones
su mente se iba hacia lo mal organizada que estaba su corporación, la
incompetencia de los mandos y solía terminar despotricando contra todos y todas
a puro grito y contaminando de insultos y palabras mal sonantes sus argumentos.
No dejé que la conversación tomara esos derroteros y le pedí que me contará un
poco de la historia de la bio-ingeniería. No llegué a comprender la gran
mayoría de las cosas que me contó, eran demasiado complicadas para mis escasos
conocimientos de la materia, pero si logré hacerme una idea de que aportaba la
materia viva a la robótica.
La historia de la computación
empezó a escribirse con ceros y unos, un sistema binario con el que se
trasmitían los datos en los primeras computadoras, en los primeros robots. Pasaba
la corriente eléctrica o no pasaba, así de sencillo. Pronto se dieron cuenta de
lo limitado que era aquel lenguaje de comunicación y empezaron a usar la
computación cuántica que con sus Qbit, que además de poder ser 0 y 1 la materia
puede estar en superposición coherente y ser 1 y 0 a la vez. A partir de ahí se
fueron desarrollando sin parar diferentes sistemas que mejoraban el anterior. A
pesar de ser muy didáctico y de esforzarse en dar explicaciones sencillas según
iba avanzando en la historia de la computación menos conseguía entender. La
historia concluía con la Doctora Roes que consiguió usar células neuronales
para la transmisión de datos entre los procesadores, memorias y demás circuitos
integrados. Estás células permitían que se fueran creando sinapsis en la medida
que la maquina iba aprendiendo de la experiencia y que se crearan por tanto las
conexiones necesarias para un desarrollo mas eficaz y adecuado a la tarea a la
que estaba encomendado. Además hizo posible la incorporación de tejidos
orgánicos a la mecánica de los robots, dando origen a la rama de la
bio-mecánica, que solo era posible gracias a la transmisión de datos por tejido
neuronal y nervioso y que revoluciono también la funcionalidad y adaptabilidad
de las máquinas. De alguna manera se habían creado maquinas capaces de simular
pensamiento y con una mecánica de movimientos prácticamente infinita.
La verdad es que estás
explicaciones, que seguro que he llenado de incorrecciones, me resultaron muy
interesantes pero no me sirvieron para nada por lo que me lancé a hacerle la
pregunta que llevaba en la cabeza, ¿pueden llegar a tener sentimientos las
máquinas? Se carcajeo y con aquella voz profunda y grave que tenía me dijo que
no y que no le hablara de sentimientos. Las horas siguientes las pasó bebiendo
y volviéndome a contar la historia del amor de su vida. Volví borracho a la
habitación del edificio industrial, la única conclusión de aquel día, y era mas que dudosa, fue
que pudiera ser que yo la hubiera amado mas pero sin duda, a ratos, ella supo
amarme mejor. Después de vomitar conseguí quedarme dormido apretando la
pelotita naranja en el interior de una de mis manos.