martes, 17 de mayo de 2016

Casicuentos para Rita: Ciberbog XIII - Desnudos

Me desperté cuando los primeros rayos de sol clareaban los cristales tiznados de mi habitación, me dolía la cabeza e incluso la escasa luz que entraba me molestaba a los ojos. La reseca me retrotrajo a mis tiempos de juventud, cualquier tiempo pasado fue mejor dicen, tiempos diferentes sin duda, con mas ganas de vivir, con toda la vida por delante. Noté también un dolor en la mano, me la miré. Tenía la uñas marcadas en la palma de tanto que había apretado la pelotita naranja. Me levanté y rebusqué en la maleta algún comprimido para el dolor, me lo tomé con un vaso de agua y me volví a la cama.
Recordé los pocos días que dormimos juntos, como me despertaba una y otra vez y no podía dejar de mirarla, la piel perfecta de su espalda engalanada con su pelo, su boca entreabierta con aquellos labios carnosos enseñando un poco los esplendidos dientes con los que me sonreía y esa serena tranquilidad que tan difícil era ver reflejada en su rostro. Desnuda en mi cama, preciosa, el ser mas preciosa, el alma mas bella. Había tenido relaciones sexuales con anterioridad, me gustaría decir que muchas pero sería faltar a la verdad, pero con ella hice el amor por primera vez. Aprendí la diferencia, siempre había pensado que ambas cosas eran lo mismo, pero no lo eran. Empezábamos tonteando, en una danza de besos que se dan y que se niegan, las miradas encontrándose, las sonrisas invadiendo el espacio. Manos que se unían para terminar fundiéndose en un abrazo profundo, apaciguador. Recorría su espalda con mis manos, masaje, caricias, no se exactamente lo que era, el amor en mis manos y detrás de mis manos caminaban mis labios, que se perdían debajo de su pelo para besar su cuello, para buscar sus labios y encontrar su sonrisa, sus besos, su amor. Se despertaba la lujuria del placer pero no ese placer animal del sexo puro, ese placer de dos cuerpos que se encuentran y se aman. Nunca olvidaré el día que en el sofá de mi casa, en plena efervescencia sexual, desnudos, con mi cuerpo dentro del suyo, nuestros ojos se encontraron y se detuvo el mundo. Nos paramos y nos quedamos mirándonos el uno al otro, y pudimos vernos por dentro, nos encontramos en lo mas profundo. No se cuánto duro ese momento, no mas de unos minutos, pero fueron los mas maravillosos de mi vida. Si solo pudiera llevarme un recuerdo me llevaría ese. Un recuerdo que sin embargo no puedo compartir con nadie. Mi tesoro mas preciado, algo que por si mismo ha hecho que mi vida merezca la pena.
Siempre dude si conseguía satisfacerla del todo sexualmente, no tengo demasiada experiencia, ni demasiado aguante y eso me martilleaba una y otra vez en la cabeza, quería que sintiera el placer que yo sentía. Pero mi placer era él amor, si ella me amaba, y creo, tal vez porque deseo creerlo, que amaba con locura, también debió sentir lo mismo.

Gracias al efecto del comprimido mi cabeza se fue despejando poco a poco, cada vez había mas luz en aquella estancia gris y con la sensación de bienestar y la energía que se siente después de haberse encontrado mal cogí mi vid para investigar sobre la muerte de la doctora Roes. Antes de zambullirme en la búsqueda me vino al pensamiento si alguna vez volvería a tener esa sensación de bienestar en mi alma.