Me desperté cuando los primeros rayos de sol
clareaban los cristales tiznados de mi habitación, me dolía la cabeza e incluso
la escasa luz que entraba me molestaba a los ojos. La reseca me retrotrajo a
mis tiempos de juventud, cualquier tiempo pasado fue mejor dicen, tiempos
diferentes sin duda, con mas ganas de vivir, con toda la vida por delante. Noté
también un dolor en la mano, me la miré. Tenía la uñas marcadas en la palma de
tanto que había apretado la pelotita naranja. Me levanté y rebusqué en la
maleta algún comprimido para el dolor, me lo tomé con un vaso de agua y me
volví a la cama.
Recordé los pocos días que dormimos juntos,
como me despertaba una y otra vez y no podía dejar de mirarla, la piel perfecta
de su espalda engalanada con su pelo, su boca entreabierta con aquellos labios
carnosos enseñando un poco los esplendidos dientes con los que me sonreía y esa
serena tranquilidad que tan difícil era ver reflejada en su rostro. Desnuda en
mi cama, preciosa, el ser mas preciosa, el alma mas bella. Había tenido
relaciones sexuales con anterioridad, me gustaría decir que muchas pero sería
faltar a la verdad, pero con ella hice el amor por primera vez. Aprendí la
diferencia, siempre había pensado que ambas cosas eran lo mismo, pero no lo
eran. Empezábamos tonteando, en una danza de besos que se dan y que se niegan,
las miradas encontrándose, las sonrisas invadiendo el espacio. Manos que se
unían para terminar fundiéndose en un abrazo profundo, apaciguador. Recorría su
espalda con mis manos, masaje, caricias, no se exactamente lo que era, el amor
en mis manos y detrás de mis manos caminaban mis labios, que se perdían debajo
de su pelo para besar su cuello, para buscar sus labios y encontrar su sonrisa,
sus besos, su amor. Se despertaba la lujuria del placer pero no ese placer
animal del sexo puro, ese placer de dos cuerpos que se encuentran y se aman.
Nunca olvidaré el día que en el sofá de mi casa, en plena efervescencia sexual,
desnudos, con mi cuerpo dentro del suyo, nuestros ojos se encontraron y se
detuvo el mundo. Nos paramos y nos quedamos mirándonos el uno al otro, y
pudimos vernos por dentro, nos encontramos en lo mas profundo. No se cuánto
duro ese momento, no mas de unos minutos, pero fueron los mas maravillosos de
mi vida. Si solo pudiera llevarme un recuerdo me llevaría ese. Un recuerdo que
sin embargo no puedo compartir con nadie. Mi tesoro mas preciado, algo que por
si mismo ha hecho que mi vida merezca la pena.
Siempre dude si conseguía satisfacerla del todo
sexualmente, no tengo demasiada experiencia, ni demasiado aguante y eso me
martilleaba una y otra vez en la cabeza, quería que sintiera el placer que yo
sentía. Pero mi placer era él amor, si ella me amaba, y creo, tal vez porque
deseo creerlo, que amaba con locura, también debió sentir lo mismo.
Gracias al efecto del comprimido mi cabeza se
fue despejando poco a poco, cada vez había mas luz en aquella estancia gris y
con la sensación de bienestar y la energía que se siente después de haberse
encontrado mal cogí mi vid para investigar sobre la muerte de la doctora Roes.
Antes de zambullirme en la búsqueda me vino al pensamiento si alguna vez
volvería a tener esa sensación de bienestar en mi alma.