miércoles, 11 de mayo de 2016

Casicuentos para Rita: Ciberbog X - Vuelta al pasado

Empecé a hacer la maleta para trasladarme, cogí una maleta grande y la empecé a llenar con las cosas básicas, me di cuenta de que pocas cosas son realmente necesarias para vivir, tan solo había llenado la mitad de la maleta con ellas. Aun así opté por llenarla hasta los topes con lo que más útil consideré y tampoco pude dejar de sucumbir al narcisismo y metí ropa mas que de sobra para mantener un aspecto que lejos de ser elegante me parecía que me favorecía. Soy un hombre maduro que seguramente pasa por sus mejores momentos en lo físico, no siempre me preocupo de ello, pero con el tiempo cada vez mas me preocupo de mi aspecto. Mas me valdría haberme preocupado de mi aspecto interior pero en este mundo, como en todos, la imagen pesa demasiado y de alguna manera nos termina absorbiendo a todos. Con la maleta terminada, a punto de salir de casa sin un destino prefijado me di cuenta de que olvidaba lo mas importante. Corrí a mi caja de recuerdos y de ella saqué un mechero que ella me dio un día y unas pocas monedas que un día dejó olvidadas encima de la mesa y lo metí todo en una bolsita de tela negra. Junto con la pelotita naranja eran mis grandes tesoros. Rebuscando las monedas en la caja había encontrado unas llaves que pasé totalmente por alto pero recordando de repente de que eran volví atrás y me las metí al bolsillo.
Había dejado el cajón donde se encontraba la caja totalmente revuelto y con cosas tiradas por el suelo, por la cama y encima de los muebles. Se me ocurrió que podía ser desconcertante para la Coorporación, si finalmente terminaban violando mi vivienda, dejar la casa como si alguien hubiera rebuscado por todos los sitios. En menos de 10 minutos parecía que por mi casa había pasado un huracán, había vaciado cajones, armarios y demás espacios de almacenamiento y esparcido su contenido por toda la casa. No se lo que pensarían pero probablemente les entretuviera un rato tratando de hallar la respuesta y tal vez lograra incluso despistarles. En cualquier caso así lo dejé y salí por la puerta cuidándome de no cerrarla con llave para aumentar la sensación de que alguien se les había adelantado en el registro de mi casa.
Mi barrio se había construido hace mas de dos siglos en torno a un montón de edificios industriales. Era y seguía siendo un barrio obrero que había pasado por etapas de miseria y prosperidad, en este momento de la historia, en el que dominaban las corporaciones, la miseria estaba volviendo. Como vestigio del pasado quedaban aún algunos de esos edificios industriales que en la mayoría de los casos se estaban viniendo abajo por la falta de mantenimiento, muchos otros, en tiempos mas prósperos, se habían tirado y construido viviendas o edificios de oficinas. Las llaves que metí en mi bolsillo eran de un local en uno de esos edificios que aun resistían el paso del tiempo pero que estaban vacíos. En mi juventud, cuando nos dedicábamos mas a vivir que a pensar en el futuro, habíamos alquilado ese local para ensayar con un grupo de música y en torno al local habíamos creado un espacio para nosotros, un espacio para reunirnos e incluso para vivir. Eran otros tiempos, no importaban los lujos, ni las comodidades, el mañana vendría pero vivíamos el hoy. Éramos felices y despreocupados, creíamos que viviríamos en un mundo diferente, en un mundo mejor y también peleábamos para ello. El tiempo se ocupó de demostrar lo equivocados que estábamos. Ya nadie vivía allí, todos habíamos encontrado trabajos que nos permitían una vida acomodada hasta que las corporaciones se ocuparon de lanzarnos a la pobreza, muchos perdieron los trabajos, otros los mantenían pero les daba lo justo para vivir, unos pocos podíamos mantener un nivel de vida un poco mayor, algunos vendidos a las corporaciones y otras en proyectos cooperativistas que sin embargo iban perdiendo el sentido.
El caso es que después de muchos años dejamos de utilizar el local y dejamos de pagarlo. Nadie nos reclamó las llaves, nadie se enteró de que no pagábamos, seguramente el edificio pertenecía a alguna corporación que compró el edificio sin conocer que tenía inquilinos, algo extraño cuando la codicia y el dinero era lo que les movía pero probablemente el vendedor, un hombre de otra época, con otros valores y que sufrió presiones de todo tipo para vender el edificio simplemente no les había informado. Probé la llave y abrió, subí al sexto piso donde en su día habíamos montado la vivienda y como esperaba todo estaba ahí. Una capa de polvo cubría la negrura con la que seguramente algún incendio había cubierto las paredes, las ventanas  y todos los demás enseres. Dejé mi maleta junto a una cama y saqué la pelotita naranja del bolsillo, en aquel edificio era toda la luz, todo el color había, incluso yo iba vestido de negro.