viernes, 20 de mayo de 2016

Casicuentos para Rita: Ciberbog XIV (2ª parte) - Dolor

La doctora fue una niña inteligente y muy tímida que nunca llegó a brillar en el colegio. Tenía problemas para relacionarse con sus compañeras y compañeros y algunos de ellos llegaron a abusar de ella, lo cual hizo que sintiera miedo y se metiera cada vez mas en su mundo, donde se sentía protegida, y huyera cada vez mas de los niños y niñas de su edad, lo cual sin duda empeoraba mas todavía sus problemas de socialización. Sus padres quisieron protegerla de la manera que sabían pero no tenían recursos y nadie parecía querer ayudarles y ponerse de su lado por lo que la relación con sus padres tenía momentos de amor absoluto pero también casi de odio. A veces se comportaba de manera muy rebelde y optaban por el castigo, en ocasiones incluso físico. La pequeña Roes sufría en su interior pero nadie parecía escucharla, no conseguía mantener una relación normalizada con nadie y empezó a crear un autoconcepto de si misma totalmente negativo. Rechazaba a casi cualquier persona que se acercaba a ella porque pensaba que si se encariñaba con alguien le haría daño, así era su experiencia en sus cortos años de vida, es lo que había aprendido, el amor, el cariño traían dolor. Mas adelante en su vida lo vivió mas veces y siempre huía, fue una mujer impresionante pero su personalidad vino marcada por esto y fueron muchas las personas a las que expulsó de su vida porque en un momento dado le habían hecho daño. En su cabeza comprendía que el amor tenía momentos de dolor pero no estaba preparada para soportarlo, nunca lo estuvo.
Termino su formación básica, con un expediente normal y corriente, como el de la mayoría de sus compañeras y compañeras. Con dieciséis años empezó a trabajar, lo hizo en una cadena de montaje de una corporación de otra ciudad en la cual tenía un familiar. Otra vida, otra idioma y sin embargo le permitió huir de todo aquello que tanto le asustaba, sus padres, sus hermanos, sus compañeros. Todos le habían hecho daño pero ahora estaban lejos. La experiencia fue muy dura, era una adolescente en otra ciudad, con otro idioma y un trabajo sin descanso completamente alienante. Probablemente fue ahí cuando empezó a pensar que algún día los robots podrían hacer esos trabajos y liberar para otros a los humanos.
No duró demasiado la experiencia y tuvo que volver a su ciudad, a encontrarse de nuevo con aquellos que le habían hecho daño. Anhelaba la independencia y pronto empezó a trabajar en un comercio, lejos de casa y con largos turnos. Poco mas tarde conoció al hombre con el que se terminó casando y con el que formó una familia. Se fue a vivir con él con apenas veinte años. Las versiones mas rosas hablaban de que era el amor de su vida, las mas negras de que fue el medio para huir de su familia. Probablemente fuera ambas cosas. Con lo años también empezó a sentir ganas de huir de él, también le hacía daño, otra persona mas en su vida a la que había amado y que repetía su historia de dolor. De los únicos que nunca llegó a querer huir fue de sus hijos por mucho daño que le hicieran. La doctora Roes les amaba con toda su alma, como amó también al mundo.
A la par que se fue a vivir con el que fuera su pareja y con una solvencia económica que le permitía subsistir empezó a acudir a clases nocturnas de medicina. En su ser estaba el deseo de salvar vidas, de cambiar el mundo a mejor. En alguna de las clases se hablaba de la inteligencia artificial y las contribuciones que podía tener a la medicina su desarrollo. Le interesó enormemente y se matriculó también en inteligencia artificial y robótica. Se produjo la explosión de su cerebro y empezó a asomar la brillante doctora Roes, una inteligencia que había permanecido oculta por el miedo, por el dolor, por el odio. Pero no solo fue su inteligencia lo que le llevo a ser lo que fue, hubiera sido imposible sin horas y horas de duro trabajo y estudio. Siempre se remarcaba la inteligencia de la doctora pero era aun mas destacable su capacidad de trabajo.
La historia continuaba, hablaba de sus logros, de su familia, de sus idas y venidas y de todo aquello que había hecho en su vida por mínimo e intrascendente que fuera. Pero para mi lo relevante de la historia eran sus primeros años, tal vez porque su historia guardaba muchos paralelismos con la de ella y también algunos, aunque no demasiados, con la mía propia.

Dejé la pelotita naranja sobre la almohada y poniéndome de lado sobre la cama me quedé absorto mirándola.