Según iba avanzando por
las calles atestadas de gente del centro de la ciudad me fui tranquilizando,
incluso comencé a reírme de mi propia paranoia. Incluso aun el caso de que
quisieran borrar la existencia de ese Ciberbog y sus sentimientos no tenían porque
querer eliminarme a mi también. Sustituir un ciberbog por otro igual se podía
deber a que lo tenían almacenado y sin usar entre los miles de trastos que
había almacenados en las instalaciones. Ni lo sucedido me resultaba tan
importante, ni mucho menos lo era to. ¿Qué importancia podía tener un miserable
técnico que estaba de turismo en una inmensa ciudad de millones de habitantes? ¿Qué
importara lo que supiera? ¿A quién se lo iba a contar y qué podían hacer con
esa información?, y, además, ¿quién iba a creerme? Como creer algo que
sencillamente es imposible. Me fui animando y decidí disfrutar de mi último día
de estancia en la ciudad.
Nevaba, tan solo unos
finos y esporádicos copos, siempre frio. Perdí el amor, ahora perdía un amigo.
Entré en uno de los fantásticos museos de la ciudad, el imperio que fue había
expoliado arte y cultura por medio mundo pero no pude dejar de sobrecogerme al
contemplar la pieza que presidía la entrada a la sala del antiguo Egipto. A
partir de ahí la visita fue a menos, aquella piedra daba sentido a una parte de
la historia. Paseé sin rumbo fijo por las diferentes galerías, en realidad cada
pieza expuesta era algo único, podía tocar lo que había leído en los libros. Mi
historia particular cobraba menos importancia a la sombra de la luz de aquellos
tiempos remotos. Yo no perduraría como perduraron esas culturas, como
perduraron las momias de aquellos faraones y nobles, consiguieron su objetivo,
querían transcender en el tiempo y de alguna manera lo consiguieron. No se que
pensarían al saberse expuestas como piezas de museo pero desde luego no murieron
con su muerte. Yo moriría y al de pocos años nadie sabría de mi ni tan siquiera
mi extirpe que acabaría cuando yo lo hiciera. Del polvo venimos y en polvo nos
convertiremos, lo veía mas claro que nunca. No importaba lo que hubiera vivido,
no importaba el amor, no importaba nada, moriría y de mi no quedaría nada. Sin
embargo el amor me dolía, el amor me parecía que hubiera dado sentido a esta
vida, daba igual, ahora ya no lo tenía pero debía sonreír yo lo tuve aunque
fuera por un tiempo que me pareció un instante, el Ciberbog creo que no lo tuvo
nunca. Se enamoró de alguien que es posible que ni tan siquiera llegara a darse
cuenta que existía, que seguramente se hizo una foto con él por lo
impresionante de su presencia. Yo también lo hubiera hecho en otras
circunstancias. También en eso le entendía a veces amamos a quién ni tan
siquiera sabe que existimos.
Abatido de nuevo,
aunque por diferentes razones, me metí en el Tubo para dirigirme al apartamento.
De lejos pude ver una cortina descorrida de una de las ventanas, maniático, obsesivo y
metódico como soy para algunas cosas supe de inmediato que yo no la había
dejado así. Y de inmediato también abandoné todo pensamiento melancólico y centré mi
atención en la observación. Me acerqué parapetándome en cada recoveco tratando
de no llamar tampoco demasiado la atención. Confirmado, estaba abierta. Sin
duda alguien había entrado en el apartamento.