Pasaron primeros las
horas como si fueran minutos, faltaba menos de una para que partiera mi vuelo y
aún tenía que pasar los estrictos controles de seguridad y no había encontrado solución alguna para hacerlo con mi identidad de incognito. Me puse en la larga cola sin ninguna
esperanza pero si me demoraba mas perdería el vuelo.
Saqué mi vid de
comunicaciones, durante el tiempo de espera había diseñado mi propia
documentación falsa. En la pantalla quedaba estupenda pero ni tenía donde
imprimirla y, aunque lo hubiera tenido, en papel no hubiera sido lo mismo y desde
luego no hubiera resistido el escáner policial y mucho menos la comparativa con
el escáner de retina y de huellas digitales.
Me acercaba al primer
torno, en ese solo debía pasar el código de mi billete, no habría problemas
para pasarlo. Pero mas adelante me pedirían el billete y la documentación
juntas y hasta ahí llegaría mi viaje.
Un segundo antes de
pasar mi billete por el torno lo cambié y puse en la pantalla de mi vid el que
tenía para mañana con mi identidad real. Sabía que inmediatamente me
localizarían pero la desesperación me hizo pensar que estando el aeropuerto muy
alejado de la ciudad tal vez no reaccionan con tiempo suficiente y me diera tiempo
a coger el vuelo y huir de allí definitivamente. Mi idea era pasar el
control de seguridad de manera “legal” y sin embargo dirigirme luego a mi vuelo
de incógnito. El torno giró y pasé sin problemas para ponerme en una nueva cola
que daba acceso al mencionado control. Los nervios me estaban consumiendo.
Llegué al control
policial en el que me pidieron billete, documentación y me hicieron el
pertinente escáner de retina y huellas digitales. Me preguntaron mil veces como
es que venía prácticamente 12 horas antes de que partiera mi vuelo y mis
respuestas se ciñeron siempre a la primera respuesta improvisada que se me
ocurrió. Como el vuelo era pronto a la mañana, el desplazamiento desde la ciudad largo y, a
cierta hora, abarrotado de gente me pareció mas cómodo desplazarme con tiempo y
esperar aquí el vuelo, a lo cual añadí, buscando de alguna manera la complicidad
del agente, que así me ahorraba una noche del apartamento ya que mi situación
económica distaba de ser boyante. Ya sea que tengo cara de bueno o a el
aspecto que tenía que tener debido a un día largo lleno de tensiones o ambas
cosas, conseguí el efecto deseado y el agente dejó de preguntarme y me terminó
confesando que con el salario de mierda que tenía él apenas le llegaba para
llegar a fin de mes y que en alguna ocasión había incluso dormido en el aeropuerto para
ahorrase el desplazamiento a la ciudad. Me franqueó el paso y me despedí de el
con una sonrisa y un gesto amable. Aliviado como estaba, dediqué
unos instantes de mi pensamiento a reflexionar a cerca de cómo habíamos llegado a aquella
situación en la que incluso personas trabajadoras se enfrentaban a situaciones
de pobreza. Las corporaciones maximizaban sus beneficios mientras pagaban
salarios de miseria que apenas llegaban para los gastos básicos. Los gobiernos
mientras tanto les hacían el caldo gordo aprobando leyes que permitían a las corporaciones
hacer prácticamente cualquier cosa con las personas trabajadoras y todo en aras
de salir de una crisis económica que hacía años que nos acompañaba. En realidad
en mis años de vida, que por desgracia ya van siendo unos cuantos, casi siempre
hemos estado en crisis pero los ricos cada vez son mas ricos y los pobres cada
vez mas pobres. Han pasado miles de años de historia y muchos sistemas políticos
diferentes pero en todos ha habido pobres y ricos y los últimos siempre han
estado sometidos a los primeros. Si tenemos mas libertades, aunque hasta esas
se están reduciendo, pero seguimos siendo sus esclavos de alguna manera.
Avancé por la terminal
y cogí el tren interno en el que había que desplazarse a la terminal internacional.
Observé con cierta envidia a las personas que esperaban el tren que llevaba a
la terminal de transbordo al espaciopuerto. Desde que era niño había soñado con
viajar por el espacio y visitar esos maravillosos planetas que nos presentaban
en los vid del centro educativo infantil. No había civilizaciones desconocidas
como imaginaba en mis ensoñaciones infantiles, tan solo centros turísticos para
ricos. Si algún día viajaba allí sería para trabajar, otra cosa no podía
permitirme, pero no descartaba hacerlo. Las estrellas, el espacio y seguramente
la posibilidad de conocer otros mundos, de crear otros mundos mejores en un
planeta alejado de esté habían estado desde siempre en mis sueños.
Llegué a mi terminal,
no a la de mi billete con la identidad real, si no al de la identidad de
inóognito. Una azafata franqueaba la entrada y solicitaba billete y
documentación. No era un miembro de seguridad y se me antojaba que sería
sencillo montarme en el avión aunque de nuevo no tenía una idea clara de como
hacerlo, me había puesto a pensar en lo importante y había dejado de hacer lo
urgente. De nuevo sin un plan me situé en la cola y de nuevo la pelotita
naranja apareció en mis manos.