Acondicioné como pude la
habitación para hacer mi estancia en ella lo mas llevadera posible, aunque tuve
la precaución de no limpiar los cristales para no delatar mi presencia desde el
exterior. Eche de menos los robots de limpieza que tenía en casa y que hacían
prácticamente todo el trabajo ellos solos. Existían Ciberbogs de limpieza que
lo hacían absolutamente todo pero, por su precio, la mayoría de la población no
podíamos recurrir a ellos, incluso los robots normales no estaban al alcance de
todos.
Mientras limpiaba tuve tiempo a
pensar sobre como había llegado a aquella situación. Salvo la cortina del
apartamento, que tal vez hubiera podido dejar descorrida yo mismo sin darme
cuenta, y los mensajes del ciberbog borrados, no tenía ningún indicador que me
hiciera pensar que la Corporación me hubiera prestado la mas mínima atención y
sin embargo había actuado como si me persiguieran a muerte. Tal vez había visto
demasiados vid de películas de acción, tal vez creía demasiado en teorías de la
conspiración. Mi intuición me decía que no me equivocaba, la prudencia
provocada por el miedo me invitaba a seguir actuando como lo estaba haciendo.
¿Por qué tenía miedo? ¿Qué mas podía perder cuando había perdido lo mas,
prácticamente lo único, importante que había tenido en esta vida? La vida así
carecía de sentido. Tal vez investigar sobre todo lo que había con el Ciberbog,
limpiar mi propia suciedad por no haberme interesado por lo que le había
sucedido y pensar solo en mi mismo, daba sentido a mis días. Tal vez por eso me
estaba comportando así, tal vez lo hacía tan solo buscando una emoción que
hiciera mi vida menos anodina, mas interesante, mas vivible.
Agotado por el viaje, por los
días de trajín con pocas horas de sueño y con el sentimiento de seguridad de
que absolutamente nadie me buscaría allí, caí rendido en el vetusto colchón y
me dormí. Dormí durante horas y horas hasta despertar al día siguiente
recordando de nuevo un sueño. Caminábamos por un acantilado, frente a ese mar
al que siempre me he sentido siempre unido y del que sin embargo siempre me he
sentido alejado. Nos sentamos en un banco de piedra y nuestros pies empezaron a
jugar solos, tonteando como dos adolescentes hasta que terminamos fundiendo
nuestras bocas en un beso. Aparecimos de repente cerca de su casa, despidiéndonos
con la mirada triste y dos besos de amigos en la mejilla. Caminando de vuelta a
mi casa me envolvía el sentimiento de la soledad mas absoluta. Volví sobré mis
pasos para poder ver desde lejos las persianas cerradas de su piso a través de
las cuales se escapaba un poco de la luz que había dentro. Fuera la noche, la
oscuridad, dentro una luz en la que yo quería vivir pero que estaba fuera de mi
alcance. Dos vidas paralelas que tan solo se entrecruzaban esporádicamente para
huir de si mismas. Intenté acercarme, pero cuando mas caminaba el edificio
estaba mas se alejaba, corría hacía él pero nunca lo alcanzaba, me desesperaba
y apretaba mas aún el paso solo para ver como aquella casa, aquel hogar
terminaba desapareciendo de mi vista. Destrozado por dentro y por fuer me senté
un banco y las lágrimas acudieron a mis ojos, el mar quedaba demasiado lejos
pero sus aguas me inundaban. Y esas mismas lágrimas surcaban ahora mis mejillas
dejando marcado su rastro de sal en mi rostro.
Me recompuse no sin dificultad,
lave mi cara con abundante agua helada y me duche como pude. Se borraron las
marcas que llevaba fuera, las de dentro tardarían años en borrarse si es que alguna
vez llegaban a hacerlo. Con el frío metido en lo mas profundo de mi ser salí a
la calle en busca de mi amigo bio-ingeniero. Mi enorme amigo de metal y tejido
orgánico se merecía que saliera de mi autocompasión para buscar respuestas que permitieran un reencuentro en el que contar viejas historias y escribir nuevas.