martes, 24 de mayo de 2016

Casicuentos para Rita: Ciberbog XV - Mentiras

Lo primero que despertó mi curiosidad fue que todas las grandes agencias de prensa hacían un tratamiento similar de la noticia. No escapó de mi reflexión como esas agencias estaban controladas por las grandes corporaciones y como es lógico respondían a sus directrices, en ocasiones haciendo una lectura de la realidad interesada y en otras directamente mintiendo. Pocos medios de comunicación independientes quedaban y eran muy pequeños y de poco impacto social. El mundo se informaba a través de las grandes y ellos eran los que decían que era noticia y como se enfocaba. Otro medio de control social de las corporaciones, lo que no se cuenta no existe y lo que existe lo contamos de manera que responda a nuestros intereses.
En todas esas agencias de prensa se hacía referencia a una muerte por causas naturales sin especificar nada mas. Pintaban un retrato de una muerte tranquila en su casa mientras dormía. La muerte que todos queremos, cerrar un día los ojos y no volver a despertar, sin sufrimientos, sin ver la muerte llegar, sin miedo. Y a continuación glosaban los hitos mas importantes de su vida.
Bucee en profundidad en la búsqueda y empecé a encontrar otros medios, de esos mas pequeños e independientes,  que hablaban de una muerte con algunos extremos que aclarar. No se había hecho autopsia, no había habido levantamiento judicial del cadáver, no se habían seguido en general los protocolos que había que seguir cuando moría una persona de su edad. Tan solo un médico, del que se desconocía el nombre, había certificado su muerte. Mi sospecha de que no había sido una muerte natural iba tomando visos de verosimilitud.
Buceé aun mas y encontré páginas y páginas de teóricos de la conspiración que exponían historias, por lo general poco creíbles, acerca de la muerte de la doctora. Desde que en realidad no había muerto y la habían ocultado en algunas instalaciones secretas de alguna corporación hasta que se había suicidado para no revelar secretos que guardaba y por los que estaba siendo chantajeada. Pero encontré una que me llamó poderosamente la atención. Era la página personal de alguien que se hacía llamar Hali. No se porque pero inmediatamente caí en la cuenta de que ese nombre era una mezcla de las sílabas de los nombres de su hijo y de su hija, Haro y Lima. Por alguna razón no me parecía una coincidencia.
La historia que contaba me parecía posible, creíble y aportaba detalles que le daban un aire familiar y de perfecto conocimiento de lo que había sucedido. Según Hali la doctora Roes había llegado agitada, enfadada y sobre todo nerviosa tras una reunión con una de las corporaciones que fabricaba los ciberbogs, concretamente era la misma corporación a la que pertenecían las instalaciones en las que me encontré con el ciberbog. Como otras muchas veces les dijo a su familia que no quería hablar de eso, que solo era trabajo y que disfrutaran de esa noche en familia. La doctora dejaba siempre los problemas en la puerta de su casa, tenía la capacidad de olvidarlos hasta el día siguiente cuando tocara enfrentarse a ellos. Su familia, sus hijos eran lo mas importante y no quería robarles ni un segundo del escaso tiempo que pasaba con ellos. Sin embargo aquel día parecía estar especialmente nerviosa y poco centrada en lo que hacía. Pasadas un par de horas empezó a encontrarse mal, ella misma refirió que el corazón le latía a muchas pulsaciones sin razón aparente alguna por lo que llamaron al servicio de emergencias. Para cuando llegaron ya estaba muerta, había caído redonda y todo apuntaba a un ataque al corazón. Sin que apenas pasaran unos minutos de que los servicios de urgencia comunicaran el fallecimiento apareció un médico forense que certificó su muerte sin practicar prueba adicional ninguna. Minutos más tarde apareció el alcalde de la ciudad y unas cuantas autoridades políticas y en contra de la voluntad de la familia decidieron trasladarla al consistorio para que el pueblo pudiera rendirle honores. La familia protestó y trato de impedirlo pero se impusieron por la fuerza gracias a la policía de la que venían acompañados y apenas pasada una hora había un auto judicial que otorgaba los derechos al ayuntamiento de disponer de su cadáver por ser de un interés general que estaba por encima del particular de su familia. Intentaron que se le hiciera una autopsia pero denegaron la petición, intentaron quedarse con una muestra de tejido pero también lo impidieron. Incluso llegaron a las manos pero fueron rápidamente reducidos. Y finalmente el cuerpo de la doctora Roes salió por la puerta para ser expuesto en capilla fúnebre en el hall del ayuntamiento rodeado de unas impresionantes medidas de seguridad que impedían que nadie se acercara a menos de cinco metros. Se le dio toda la pompa y el boato para rendirla honores pero en realidad se estaba impidiendo que nadie investigara su muerte. Todo parecía perfectamente orquestado en tiempos y forma.

Tal vez un argumento de película, tal vez demasiados actores implicados, tal vez una teoría más de la conspiración pero, además de la intuición y de algunas coincidencias, había dos datos que me llevaban a creerme esa versión. Mediado el texto se había deslizado un nombre para referirse a la doctora, Mees –ciudad del mar-, un sobrenombre que, por lo que había leído en su biografía, le había puesto un viejo amigo para referirse a ella de un modo cariñoso, y que a veces usaba su entorno mas cercano. Hubiera podido ser introducido adrede para dar esa impresión de cercanía pero por alguna razón me parecía simplemente un descuido. El segundo dato, no era un dato presente, si no la absoluta ausencia de noticias sobre sus familiares ya no solo en las grandes agencias de comunicación, si no tampoco en ninguna otra. Nadie hacía referencia a ellos, nadie les mencionaba era casi como si no hubieran existido nunca. Tendemos a buscar pruebas en lo que está presente, en lo que podemos tocar, en lo que podemos ver pero a veces el mejor indicador se encuentra precisamente en lo que falta. Que no hubiera referencias a su familia por ningún lado resultaba ciertamente significativo, que significaba exactamente no tenía ni idea de cómo descubrirlo.