lunes, 29 de febrero de 2016

Casicuentos par Rita: Perfección y perdón

Ponerse la perfección como objetivo irrenunciable en todo está abocado al fracaso y a la frustración. La perfección puede ser una meta, un horizonte que nos permita orientar el camino y esforzarnos pero sabiendo que no siempre será posible llegar. Para Tiees la perfección era su objetivo, no para todo, pero si para muchas de las cosas que la parecían importantes. La frustración y el dolor eran sus compañeros  de camino. Demasiado dura consigo mismo en la autocrítica y probablemente por la misma razón, porque ella ya se había exigido más de lo que nadie podría exigirla, en ocasiones muy poco abierta a la crítica de los demás y reacia a incorporar las visiones de otras personas. Tiees, era una mujer de todo o nada, si no era todo no era suficiente.
Equis fue también así durante parte de su vida pero el sufrimiento que acompañaba no conseguir ser perfecto terminó por vencerle y limar algunas de sus aristas. Pero se dejó ir. Contemplar que la perfección no es posible nos puede llevar a conformarnos con demasiado poco y no esforzarnos lo suficiente. En algunas ocasiones seguía sin soportar la imperfección, seguía sin permitírsela a si mismo pero cada vez era mas infrecuente. Su horizonte solía ser cercano y conseguible, pero no como un lugar al que llegar para seguir caminando, era un destino con frecuencia demasiado pobre.
Para algunas personas es complicado perdonar a los demás, para otras perdonarse a si mismas, para otras simplemente perdonar es un verbo que no entra dentro su vocabulario. A Tiees y Equis les costaba mucho ser indulgentes consigo mismos, aunque Equis se estaba acostumbrando a perdonarse demasiado. Perdonar a los demás estaba en el espíritu de ambos pero con límites diferentes, Equis perdonaba siempre, en su vida solo había conocido una vez el odio. Tiees perdonaba, perdonaba hasta que alguien sobrepasaba una línea imaginaria de la que ya no había retorno posible, para la que ya no había perdón posible.
Estos rasgos de su personalidad fueron importantes en la respuesta que dieron cuando cayó la niebla. No, no se puede tomar nunca la parte por un todo y menos en las personas, cuando cayó la niebla actuaron con todo lo que eran pero ciertamente conocer esto de ellos tal vez nos permitirían entenderlos.
Cuando cayó la niebla Equis exigió a Tiees la perfección y rebasó la línea de lo perdonable. Para él también se puso como objetivo la perfección pero dar todo lo que tenía le pareció suficiente cuando evidentemente no lo era. Se miró poco a si mismo y demasiado a Tiees. No aprendió de sus errores y no supo corregirlos y sin embargo veía los errores de ella y los ponía sobre la mesa sin la delicadeza suficiente como para que ella fuera capaz de incorporarlos y sin embargo siempre la perdonó todo. Tiees perdonó hasta que Equis rebasó esa línea, una línea que cada vez alejaba mas de dónde solía estar para los demás porque Equis era mas importante para ella de lo que lo habían sido otras personas en su vida pero no pudo más, había ido demasiado lejos.
A ojos de Tiees recuperar la perfección de Ciudad Mees era simplemente un imposible y abandonó el objetivo. Equis siguió peleando hasta que Poseidón abrió el mar que partió el mundo, incluso en Maes, en Istne y con su vuelta de nuevo a Maes seguía soñando con reconstruir Ciudad Mees. Para Equis Ciudad Mees era un horizonte que permitía imperfecciones para Tiees fue un todo o nada, o lo era todo o no merecía la pena. Curiosamente Equis lo hubiera dado su vida por Ciudad Mees y la apuesta de Tiees fue más limitada probablemente porque dejo de creer en la perfección de Ciudad Mees. Dos perspectivas diferentes que no les permitieron salvar el mundo que tenían en común y que tanta felicidad les había traído. El último día de ciudad Mees, cuando la niebla se derramó en un mar, fue como un choque de trenes entre Equis y Tiees. Equis sin callar, Tiees desde el silencio. Equis desde la insistente crítica, Tiees desde la autocrítica. Equis desde el perdón absoluto, Ties con su línea mas que sobrepasada.

viernes, 26 de febrero de 2016

Casicuentos para Rita: Lluvia de primavera en Maes

Nunca llueve a gusto de todos e incluso a los que aman la lluvia, como la ama Equis, como la amaba Kaos, en ocasiones les inunda cuando desearían ver el sol. La lluvia es vida, pero la lluvia también son lágrimas y en Maes ya había demasiadas. Las tormentas habían dejar de cubrir constantemente el cielo con su negrura y el suelo con sus aguas, sus rayos, sus vientos ya solo visitaban Maes esporádicamente, como en cualquier otro lugar del planeta, como en cualquier otro lugar de un universo completamente desconocido.
Ese día el cielo se oscureció hasta el punto de parecer de noche, la luz del día se extinguió por completo. No llovía, tan solo nubes y mas nubes iban sobreponiéndose en el cielo hasta tapar hasta el último haz de luz que pudiera provenir de cualquiera de sus soles. Negrura, oscuridad absoluta como en la mas profunda de las noches. Kaos miraba a un cielo que parecía iba a romperse y descargar toda su furia. Pero no lo hizo. Llegó la noche sin que apenas hubiera diferencia y luego el día siguiente, y el siguiente y así pasaron muchos días. No llovía, pero cada vez el frío era mas intenso. En las calles apenas había movimiento, los habitantes de Maes se refugiaban en sus casas. El miedo se había extendido y era comprensible, no hacia tanto vivían en Ciudad Mees y llegó la niebla para destruirla, ahora ese cielo negro suponía una amenaza que iba mucho mas allá de lo que representaba. Vaticinios de desastres corrían como la pólvora aumentando un miedo irracional sustentado en una experiencia cercana y dolorosa. Cuando has perdido mucho te aferras a lo poco que te queda y cualquier amenaza sobre eso puede convertirte en un monstruo que lo devora todo.

Y llovió. Tan solo unas gotas grandes y frías al principio y luego un diluvio. Rayos, truenos, viento, frio, una gran tormenta se había desatado. Pasaron varios días antes de que dejara de llover, pasaron mas hasta que volvió a abrirse el cielo y dejar pasar la luz de los soles. Kaos contempló con amor aquella tormenta. Tantos recuerdos, tanta vida. Frio, viento y lluvia, el clima que amaba porque le ayudaba a renacer por dentro. Y sin embargo, al de poco tiempo, calló una lluvia fina de primavera que apenas bastó para llegar a mojar el suelo y no pudo sopórtalo, no pudo soportar aquella lluvia y se hundió. Cayó, y al igual que la lluvia, solo el suelo paró su caída, ya no podía caer mas, no podía hundirse mas y ni tan siquiera sabía porque. Tal vez demasiados sentimientos escondidos en un corazón que ya no era capaz de albergarlos, tal vez toda la frustración contenida, tal vez todo el dolor que había ignorado pensando en el bien que le acompañaba se le vinieron encima para derribarle. Bajo aquel aspecto de fortaleza, bajo aquel aspecto de madurez, bajo aquel rostro bueno, aquella sonrisa casi eterna y aquellos ojos amables se encontraba escondido el espíritu de un niño que expectante ante la vida no había aprendido aun del todo a enfrentarse a ella.

jueves, 25 de febrero de 2016

Son tres los primeros recuerdos que mantengo con cierta nitidez de mi más tierna infancia aunque supongo que se habrán ido reconstruyendo en mi cabeza con el paso del tiempo y los tres están vinculados de una u otra manera a la escuela y en todas ellas ya apuntaba maneras de lo que terminaría siendo en mi vida , un vago.
Mi escuela se ubicaba, y ahí permanece aún con muchas mas instalaciones que en aquel momento pero vacía de alumnado, en la ladera de un monte a cinco minutos de mi casa. Se acedia a través de unas escaleras que daban al patio. Eran un montón de ellas pero yo por ser niño y mi madre por el entrenamiento recibido en su primera vivienda no nos costaba subirlas demasiado. Cuento esto porque al pie de esas escaleras se ubica mi primer recuerdo. Estaba yo en lo que entonces se llamaban parvulitos y ahora creo que se denomina educación infantil, los tiempos cambias y las nomenclaturas se adaptan pero los infantes seguimos siendo los mismos. Pues bien, en lo alto de las escaleras estaba el conserje avisando de que el cole permanecería cerrado ese día y que no habría clase. Yo no me había enterado mucho pero ya en la tele y en la radio se repetía constantemente un mensaje “Franco ha muerto”, durante los días que siguieron eran constantes las repeticiones de ese mismo mensaje donde un hombre calvo y con bigote repetía constantemente la misma frase, a lo que yo inocente de mi preguntaba a ver si se había vuelto a morir. El caso es que con el día de fiesta fui el niño mas feliz del mundo, como decía ya apuntaba mi vaguería y volvería a casa o a donde fuera para jugar todo el día. No recuerdo si mi madre trabajaba en ese momento pero si lo hacía supongo que supondría dicho finamente un inconveniente o contratiempo o dicho como le sale a uno de mi barrio con una educación animosa pero justita una putada. El autonombrado Caudillo había muerto y buena alegría que me llevé, entiéndase que por el día de fiesta y no por la muerte de un ser humano. El caso es que murió y con su muerte vinieron muchos cambios, en el fondo no tantos como pudieran parecer porque ahora siguen gobernando muchos descendientes de los que gobernaron entonces y con las mismas ideas pero renovadas, que consisten básicamente en enriquecerse ellos  a consta de empobrecer a la gente de su país y de otros. El que me conozca o vaya leyendo lo que escribo sabrá o se irá dando cuenta de que soy lo que han venido en llamar de izquierda radical, mientras que a los que están justo al otro lado se les llama neoliberales, obviando un término que les haría mas justicia “ultraderecha” y de paso equilibraría las denominaciones. Esta circunstancia supongo que tiene que ver por proceder de un barrio obrero y pobre pero también tiene que ver con los antecedentes familiares. Mi abuelo materno vivió una historia terrible en la post guerra civil. Él, al igual que yo, no era militante de nada sin embargo entre sus amigos contaba con personas que si estaban integradas en movimientos de izquierda perseguidos con saña y odio por el franquismo. Por otro lado el alcalde de su pequeño pueblo de la meseta ambicionaba las escasas tierras de las  que mi abuelo y su familia subsistían a duras penas cultivándolas en un lugar donde las lluvias son escasas y el frio intenso. Ambos hechos hicieron que el franquismo, encarnado en la Guardia Civil, pusieran en busca y captura a mi abuelo, que para evitar ser encarcelado paso tres días escondido en la chimenea de la casa familiar. Jamás le hubieran pillado si no se hubiera visto forzado a salir porque pusieron a su hijo, sus dos hijas y su esposa contra el paredón y amenazaron con disparar si no salía. Mi madre que era la mediana tendría unos cuatro años. Cuando se enteró mi abuelo salió inmediatamente y fue detenido pero hubiera llegado demasiado tarde a no ser que otro franquista de los que mandaba en el pueblo y que seguramente contaba con algo menos de ambición y mas cabeza consiguió que esperan mas tiempo antes de abrir fuego. Supongo que con Franco hay a quien le fue bien y a quien le fue mal y son los primeros los siguen defendiendo su figura, aun así me parece alucinante lo que pasa en este país con la figura de Francisco. Venerado por muchos, con muchos recuerdos de él y de sus seguidores en muchos pueblos y ciudades de la geografía y sin ninguna condena pública de lo que supuso, sin una memoria histórica que no permita que algo así vuelva a repetirse. Mas no podíamos esperar cuando con la transición los que mandaban se aseguraban de alguna manera mantener cuotas de poder político y todo el poder económico que a golpe de dictadura y expolio consiguieron. De aquellos barros estos lodos.
El siguiente recuerdo será muchos mas breve pero mas reconfortante, tanto como lo era el sueñecito que nos echábamos los parvulitos con los brazos sobre la mesa y recostada sobre ellos la cabeza. Supongo que la salud cervical de los de mi generación ha debido de verse afectada aun siendo de goma como somos en la infancia. Que me acuerde de esto y prácticamente no me acuerde de la maestra -como se llamaban entonces- me parece claro que es un indicador de mi vagancia y de mi actual gusto por el sueño.
Poco recuerdo tengo de los recreos, pero también forman parte del recuerdo y en la misma línea que los anteriores la vagancia estaba ya instalada en mi. De los recreos recuerdo que habiendo dos clases, ambas en vez de disfrutar y jugar juntos estábamos enfrentadas y peleabamos, conociéndose a ellos como “Los capuletos” y a mi clase como “Los capuchinos”. Dado que me parece improbable que estos nombres fueran inventados por tan tiernos infantes y muchos mas improbable aún que tal inquina mutua pudiera habitar en tan tiernos infantes, me da ahora por pensar que ese enfrentamiento fue provocado o bien por los propios maestros y maestras o bien por nuestro progenitores. En cualquier caso nada edificante para nostros los niños y del que el único, aunque valioso, aprendizaje que pudimos extraer es que siempre habrá alguien dispuesto a hacerte daño aunque no te conozca. Supongo que la vuelta es la desconfianza en el genero humano en general y en las personas en particular, lo cual viene muy bien por cierto al mantenimiento de un sistema de clases en el que si las personas no nos unimos no podremos enfrentarnos al poder establecido. No quiero ver en esto una estrategia para el mantenimiento de la clases y seguramente no fueran mas que cosas de niños pero si siembras algo queda. Tal vez es que tengamos que pegarnos siempre entre nosotros pero a lo largo de mi vida siempre ha habido un enemigo, que para nada lo era, al que enfrentarse y que no nos permitía ver el verdadero enemigo para nuestras vidas.

Esta parte de la historia no sería completa si no recordara también, aunque sea mas porque lo se que porque lo recuerde, que en este parvulario conocí a tres de los amigos con los que he ido compartiendo mi vida, con mayor o menor intensidad, hasta hoy en día. Y no os quepa duda de que si sigo con este tipo de relatos serán los grandes protagonistas en muchos momentos. Los tres eran capuletos y yo era capuchino pero los cuatro vivíamos en la misma manzana y jugando en la calle –como se hacía antes- fue como trabamos una amistad que ha ido perdurando y madurando a lo largo de los años y de la que solo puedo decir que me siento tan orgulloso como afortunado. 

miércoles, 24 de febrero de 2016

Tuve a bien venir al mundo en una muy noble villa aunque no puedo dejar de pensar que, al igual que la espalda pierde su nombre al llegar a salva sea la parte, al llegar al barrio dónde habité durante mis primeros meses de vida, dicha villa perdía el calificativo de noble. Siguiendo el símil, y exacerbándolo, podría decir que nací en el mismísimo ano de la villa. Para ser exactos en el relato, lo que es nacer nací en un hospital de la seguridad social que se ubicaba (y se sigue ubicando) en un pueblo limítrofe y no habiendo ningún otro al que acudir, los que otro tipo de sanidad no nos podíamos permitir, nos hacinábamos en él para esta y otras cuestiones. Todos pobres, que a la sazón éramos muchos.
Contando yo con cuatro meses mis padres decidieron, pensando en sus vástagos y con buen criterio, trasladarse del ano a las nalgas, que sin llegar a ser nobles al menos no estaban afectados por la pestilencia. Los habitantes de ambos barrios eran obreros y gente humilde. Adjetivar de humilde la verdad es que es adornar de virtud una carencia, si las mismas personas hubieran nacido en otros barrios más prósperos seguramente no tendrían entre sus virtudes la humildad, por lo que por mor de la corrección deberíamos decir directamente pobres.
Siempre he oído contar a mis padres, es evidente que los recuerdos propios no se extienden tanto, que en mi primer barrio eran las ratas las que ostentaban el poder político, no porque hubieran sido elegidas (aun vivía el paticorto unitesticular) sino porque ocupaban y dominaban las calles. También recuerdo con tristeza las casi doscientas escaleras que había que subir a la primera casa donde vivieron y la penuria que tenía que suponer cargar con él agua desde la fuente que se encontraba al pie de las escaleras ya que la vivienda no contaba entre sus múltiples comodidades con agua corriente, limitándose sus servicios a cuatro paredes y cuatro ventanas mal ajustadas que hacían que los largos inviernos se sintieran casi tanto dentro como fuera. Yo no llegue a vivir en aquella casa, pero si tuve oportunidad de visitarla siendo un niño y aunque con la inocencia propia de la infancia no me parecía mal, con la mirada de adulto solo se me ocurre calificarla como infravivienda por no ponerme a la tremenda y llamarla directamente estercolero.
En esa casa empezaron su vida en común mis padres  que habían salido de sus respectivos pueblos para encontrar una vida mejor, un futuro en la muy noble villa. De la vida en el pueblo tengo pocas referencias pero no quiero imaginarme como sería para que el cambio fuera una mejor alternativa. El caso es que para cuando nací, y gracias al duro trabajo, mis padres habían adquirido una vivienda decente en el mismo barrio pero con muchos mas servicios, incluida agua corriente, y en un lugar del barrio menos frecuentado por las ratas. En cualquier caso solo viví allí cuatro meses y aunque de niño y de joven volví muchas veces a visitarlo hace años que no he estado por allí. Me consta que ya no hay ratas pero sigue siendo el lugar donde viven las personas mas humildes.
Como ya había dicho, al poco de mi nacimiento mis padres se trasladaron a otro barrio, también humilde y obrero, pero de esos obreros que la suerte les había acompañado mínimamente y sus trabajos sin llegar todavía a poder considerarse dignos, si les permitían en cambio acomodarse en zonas mas bajas y próximas a la espalda. Vaya por delante que es el barrio en el que vivo actualmente y que habiendo cambiado mucho en el transcurso de mi vida no deja de ser un barrio obrero, con conciencia de clase y peleón, un lugar del que estar orgulloso y por el cual pelear para mejorarlo. Es cierto que la opulencia de la clase media, de la cual se nos ha hecho creer que formábamos parte y de la que hemos sido conscientes de no estar integrados al llegar la crisis, ha provocado que esa conciencia de barrio se vaya perdiendo. Siempre ha habido quien ha querido formar parte de la espalda pero muchos de los que vivimos en esa nalga en concreto no querríamos dejar de vivir en ella, estamos orgullosos de lo que somos pero no nos conformamos y peleamos para mejora el lugar donde vivimos.
Cuatro meses tenía al llegar y ahora multiplico esa cantidad por más de 130. Muchos meses, muchos días, muchas historias que para el que esté interesado iré contando de vez en cuando según me vaya apeteciendo. Porque soy así y aunque escribo para ustedes, y si no me leyeran no tendría sentido, sobre todo escribo porque me apetece hacerlo. Y cada día apetece contar historias diferentes aunque en el fondo se traten siempre de la misma historia que llevo escribiendo desde hace casi ya dos años.

martes, 23 de febrero de 2016

Casicuentos para Rita: Distancia entre dos ciudades

Nies había perdido su color, la niebla lo fue consumiendo como si fuera su alimento hasta que lo devoró por completo. Gris, esa era la palabra pero conservaba el atractivo de todo lo que fue, de todo lo que representaba. Envejecemos, nuestro cuerpo lo hace, lo hace nuestra mente, tan solo nuestra sonrisa y nuestra mirada puede mantenerse eternamente joven mientras mantengamos la ilusión en la vida. Nies le sonrió cuando fue a visitarla porque aquel lugar estuvo impregnado una vez de la mayor de las ilusiones y algo tan grande no puede desaparecer sin dejar rastro. En todas los rincones de Nies estaban escritas las sonrisas.
Maes también fue parte de Ciudad Mees, también conservaba escritas las mismas sonrisas pero para Kaos era mas difícil percibirlas aun sabiendo que estaban ahí. Lo cotidiano acumula recuerdos sobre lo extraordinario dificultando su visión. Y cada palada de vida enterraba lo que sucedió también en aquellas calles. Por eso, de vez en cuando recorría los rincones menos habituales para encontrarse con las sonrisas que también Maes guardaba para el recuerdo.  La zona que ocupaba Maes fue un lugar menos frecuentado en el esplendor de Ciudad Mees, pero era igualmente bello. En cada paseo encontraba lugares que le abrazaban, que lo sonreían, que le acunaban contándole historias de acontecimientos pasados para que durmiera profundamente y tranquilo y alimentando un sueño que ya había existido.
Maes y Nies, separados ahora por un mar que ya no era distancia. Poseidón ya casi siempre estaba en calma y las tormentas ya no lo acompañaban todo el día de todos los días. No, Poseidón ya no les separaba, lo que separaba ambas ciudades era que se habían acostumbrado a vivir en solitario y buscar cada una su propia supervivencia, su propio desarrollo y crecimiento a partir de los escombros que dejó la niebla. Reconstruidas y vivas, tal vez vacías. Producto del olvido o la impotencia o tal vez de deseos diferentes.
Pero ambas ciudades eran débiles, no respondían a todas las necesidades de sus habitantes como lo hizo Ciudad Mees. Tal vez no se necesitaran la una a la otra pero estaba claro que ambas seguían necesitando algo y lo expresaban de diferentes maneras. Había indicios por todas partes de esa necesidad de reconstruirse, de tapar vacíos. Kaos los veía con claridad en Maes pero también sabía apreciarlos en Nies. Pocas referencias tenía de la que fue llamada la ciudad de la niebla pero esas pocas expresaban que había un vacío por llenar en Nies. Tal vez ambas ciudades no volvieran a crecer juntas pero Kaos y llenaran sus vacíos de otra manera o quizá no consiguieran llenarlos nunca pero a sus ojos la respuesta era evidente. Maes tenía lo que a Nies y a Nies le sobraba lo que Maes necesitaba. Unidos pudieran volver a ser Ciudad Mees mas no parecía que volvieran a unirse nunca y Kaos no sabía como lograrlo, ni tan siquiera podía intuir que existiera una manera. No se podían unir a la fuerza y las uniones solo perduran cuando parten de la voluntad de ambas partes. Por muy fuerte que sea la soldadura, ambas partes del metal nunca llegarán a ser la misma pieza, solo fundiéndose por dentro lograrían ser una, solo su expreso deseo las uniría para crecer juntas.

Kaos podía desearlo con todas sus fuerzas, podía hacer todo lo que estuviera en su mano pero construir un mundo no depende de la voluntad de una sola persona, un mundo es la expresión colectiva de un deseo. Kaos intuía que ese deseo solo permanecía vivo en su alma pero como tantas otras veces en el pasado tal vez estuviera equivocado.

lunes, 22 de febrero de 2016

Casicuentos para Rita: Un paseo por Nies


Cuando Poseidón partió en dos Ciudad Mees nacieron dos ciudades, íntimamente unidas pero separadas por un mar oscurecido por las continuas tormentas, viajar entre ambas era sencillamente imposible. Tan solo Equis volvió para contarlo y jamás se lo contó a nadie. Nies ocupaba gran parte del planeta y en cierta manera era la nueva Mees siendo a la vez la misma y diferente. Maes era infinitamente mas pequeña y en ella se refugiaron los locos que cuando el mar comenzó a nacer estaban en el edificio negro de Mees tratando de salvar lo que a todas luces era ya imposible. Dos ciudades, dos destinos, dos pensamientos.
Ahora que las tormentas habían cesado el viaje era posible pero ya nadie quería hacerlo. Cada ciudad había tomado un rumbo y no necesitaban encontrarse para nada, se habían acostumbrado a vivir la una y sin la otra y no se necesitaban, de alguna manera podríamos decir también que ni tan siquiera se querían. Dos mundos en un solo planeta, viviendo uno a espaldas del otro.
Equis vivió en Maes y regresó siendo Kaos después de su retiro en Itsne. El regreso a una vida sencilla, a la supervivencia no supuso en ningún momento que aparta su mirada de Nies. Ciudad Mees desaparecería el día que apartara su mirada y tan solo su recuerdo era suficiente para dar algo mas de sentido a su vida. Tiempo hacía ya que no viajaba a Nies, siempre se lo había planteado como un reto para la reconstrucción de Ciudad Mees, busca a Tiees y compartir con ella al menos unos instantes en los que hablar de todo lo que sucedió y de como afrontar una posible reconstrucción. Le paralizó el miedo, la duda, el terror absoluto a un fracaso final que supusiera borrar hasta el último vestigio de lo que fuera Ciudad Mees. Pero aquel día surcó el mar, visitaría de nuevo Niees, no para buscar a Tiees, simplemente para para pasear de nuevo por sus calles.
El viaje no le resultó tan duro como pensaba, la soledad se había convertido en su amable compañera en Istne, y Poseidón le recibió con los brazos abiertos para surcar sus aguas. Paseó por las calles de Nies, como tantas veces lo había hecho cuando era Ciudad Mees. Nies había perdido su color, la niebla lo había devorado y sus edificios, al igual que sus calles, eran ahora grises, tristes, oscuros. Sus gentes iban de un sitio para otro en el caos ordenado que acompaña a cualquier ciudad como si allí nunca hubiera existido otro mundo diferente. Ciudad Mees estaba olvidada. La sensación de que Ciudad Mees tan solo había existido en su mente le apresó, tal vez Ciudad Mees hubiera sido un sueño, una creación de sus subconsciente de una realidad que siempre había sido igual a la de ahora. Abatido se sentó en un banco con la mirada perdida, en aquel banco dónde un día estuvo a punto de besar a Ties, un banco rodeado de hormigón y anchas vías por dónde centelleaban cientos de vehículos que desaparecían a la vista igual que habían aparecido, totalmente intrascendentes para un mundo reducido a dos personas. Nada había cambiado, el banco seguía en el mismo lugar, en el mismo ambiente, testigo de la existencia de Ciudad Mees. Reconfortado y entristecido permaneció unas horas allí sentado contemplando lo que en otros tiempos mejores le había parecido un paraíso y que hoy ya no era mas que un lugar mas de una civilización, de un una galaxia, de un universo cualquiera. Y sin embargo cada piedra de Niees conservaba escondido en lo mas profundo de su ser inmaterial la calidez de una sonrisa. Ciudad Mees había existido, para el al menos había existido, y su espíritu, su alma aun vivían en Nies para aquellos ojos que quisieran verlo. El recuerdo perduraría por siempre, mas allá de su propia vida.

El viaje de regreso resulto fugaz sumido como estaba en sus pensamientos de lo que sin embargo, de nuevo, volvía sin ninguna conclusión. Le gustó volver a recorrer en soledad aquellas calles, le gusto embeberse de sus aromas, observar su vida y ver que para sus gentes las cosas no habían cambiado demasiado. Todo igual, todo diferente. Ciudad Mees no fue un sueño, sucedió, sin saberlo había encontrado la respuesta que no sabía que buscaba. La felicidad, la vida plena eran posibles, un objetivo que alcanzar en su vida. Como lograrlo sería la pregunta que le acompañaría desde entonces. Ciudad Mees había existido e incluso tras su desaparición, aunque jamás volviera a lograr reconstruirla, había dado sentido a una vida que de otra manera, como la mayoría de las vidas, hubiera resultado intrascendente. Muchos años tenía por delante pero aunque jamás volviera a vivir nada parecido su vida ya había merecido la pena.

viernes, 19 de febrero de 2016

Ya he comentado en alguna ocasión, sin ir mas lejos creo que el miércoles, la notoriedad de mi belleza y lo espléndido  de mi esbelto cuerpo. Ciertamente podría ser peor, podría estar incluso calvo pero la genética, que tanto se ha ensañado conmigo, ha tenido a bien por lo menos agraciarme de momento con una cabellera persistente. Bien es cierto indomable y lacia a mas no poder pero cuando uno tiene cierta edad –sabrán ustedes cual es si se encuentran en ella- no estar afectado por la calvicie es casi una bendición divina. Sería injusto cargar contra la genética y no reconocer también que me ha dotado de una especie de eterna juventud, lo cual es digno de reseñar pero por otro lado me impide acceder a la categoría de madurito interesante. Está categoría no comporta necesariamente ser guapo, con mantenerse un poco bien y tener un buen aspecto físico y en cuanto a la vestimenta se refiere es mas que suficiente, porque los hombres, los de cierta edad al menos, tradicionalmente no nos hemos preocupado mucho por nuestro aspecto y llegando a esa edad algunos se despreocupan del todo y otros hacen intentos de ir monos que fracasan en la mayoría de los casos por falta de experiencia y gusto. Pero lo dicho, que con este aspecto juvenil que tengo no entro dentro de lo que puede ser un madurito interesante y si de joven era feo, con la edad lejos de mejorar he empeorado y estoy muy alejado también de la categoría de joven atractivo, en la cual nunca nadie me ha calificado y en la que tampoco espero llegar a entrar nunca. Mi única esperanza es ser un marudito interesante cuando deje de tener esta cutís de adolescente.
Y a pesar del historial todos tenemos sucedidos en nuestra vida que podemos contar y vanagloriarnos. Y es que el fin de semana pasado tuve comida de amigos, todos de cierta edad y mayoritariamente feos, aunque alguno puede entrar en la categoría de madurito interesante aunque nunca jamás se lo reconoceremos. Y por cierto para las lectoras habituales que estén pensando en el madurito interesante como algo tentador para la conquista me remitiré a lo escrito hace unos días acerca del pedo y las hilarantes y escatológicas consecuencias que le acarreo al interfecto, que, por si no ha quedado suficientemente, claro fueron protagonizadas por nuestro madurito interesante. Que dirán ustedes que dejando patente esto lo que en realidad dejo patente es la envidia y cierta inquina, y seguramente no les falta razón pero lo mismo que gloso sus virtudes también puedo glosar sus defectos.
¿Dónde estaba? Ah, si, que me pierdo. Que tuve comida y, como no podía ser de otra manera, se alargó hasta altas horas de la noche (concretamente hasta las dos, que puede no parecer mucho pero cuando los de cierta edad nos juntamos difícilmente nos alargamos mas allá de la hora de cenar, para seguir llenando nuestro buches y descansar para poder estar medioactivos a la mañana siguiente). Ni que decir tiene que después de un previo a la comida regado con los mejores caldos, la comida con vino peleón y una sobremesa de copas –fundamentalmente gintonic, símbolo de madurez y clase y sobre todo indicador de tener cierta edad o incluso mas- los hombres de cierta edad, incluso los maduritos interesantes, nos convertirnos directamente en viejos verdes. No se si viene al caso de la historia pero es una constante en todas las cuadrillas de hombres que he conocido y que me parece altamente relevante. Aunque pensándolo bien desde que nos llegó la adolescencia hemos sido unos salidos y ser feos como una ¿manada? –¿se dice así?- de mandriles no ha contribuido a que dejemos de serlo por la práctica.
Pero bueno. Que me enrollo. Que lo que quería contar es que después de pasar por varios garitos de moda dónde la mayoría de la gente que los frecuentaban era extrañamente joven –claramente estaban fuera de sitio- caímos en uno con pista de baile y en la que los menos vergonzosos se lanzaron a la pista para interpretar sus mejores pasos y espectáculos y hacer el ridículo delante de la juventud. Uno, que aún conserva un miedo al ridículo rayano con la paranoia, que hace que se pierda diversiones pero que por otro lado contribuyen a mantener su dignidad, se quedó sentado mirando el espectáculo. Sentado no tanto por estar cansado como por mantener, no sin dificultades, la verticalidad. Y en esas estaba cuando una chica despampanante se acercó a hablarme, supongo que a tal circunstancia influyo la escasa luz del lugar que impedía que se viera mi “belleza” y que se encontraba en un estado de embriaguez que, aun sabiendo que delata me edad, me atrevería a calificar como “una cuba”. La señorita en cuestión tendría unos venticinco años y en ningún caso sobrepasaba la treintena y como ya he dicho, y remitiéndome de nuevo a mi lenguaje de cierta edad, estaba “cañón”. No tengo ni idea de lo que me dijo, en parte por la curda que llevaba, por arte de la cual balbuceaba mas que hablaba, y en parte también por la acuciante sordera con la que la edad me está regalando  y que la música “a tope” en nada favorecía. Aun con todo creí entender sus intenciones y puedo referir sin aspavientos que me “entró”, si bien mi corta experiencia en estas lides me hace albergar alguna duda. Y en cualquier caso lo mismo hubiera dado porque como toda reacción tuve a bien desencajar la mandíbula y empezar a babear como un imbécil sin ni tan siquiera ser capaz de articular palabra.  Y es que ni tan siquiera tener cierta edad ha contribuido a desarrollar unas dotes de seducción que compensen en lo más minino mi físico.

Pero bueno para los anales queda, y varios de mis amigos fueron testigos presenciales por lo cual podré alardear durante años, incluso durante toda la vida, de que ligué con una venticincoañera que estaba buenísima y que si no me fui con ella es porque no quise. Ya se que al lector medio le parecerá poco, pero si alguno hay que pueda compararse y pugnar conmigo en belleza estará aún incrédulo de que tales hechos pudieran ocurrirle a uno de nuestra clase y condición. Y es que cuando uno llega a cierta edad hay historias a las que agarrarse como clavos ardiendo.

jueves, 18 de febrero de 2016

Casicuentos para Rita: Vuelta a Maes

Itsne era su lugar, su hogar, el sitio dónde de alguna manera viviría siempre,  a no ser que Ciudad Mees volviera a resurgir, pero ya no tenía sentido, si alguna vez lo había tenido, permanecer allí por siempre. Era su lugar porque era negro, igual que lo era Kaos ahora, igual que lo era su corazón. Era su lugar porque allí nació Poseidón para acabar con Mees definitivamente, era su lugar porque allí se escondían las respuestas. Algunas las había encontrado, pero no podía esperar eternamente a encontrar respuestas que tal vez nunca llegara a encontrar. Esas preguntas lo acompañarían siempre, esas dudas, como tantas otras antes, formarían parte de su vida y sumarían al compendio de experiencias que hacían de Kaos lo que era.
En Maes tenía su vida, en Nies su corazón. Tenía que optar, no se podía vivir eternamente entre dos mundos sin vivir realmente en ninguno y mas cuando uno solo era un deseo que existía en su cabeza. Cada día sus sentimientos le hubieran llevado a Nies, a buscar a Tiees e intentar volver a reconstruir Ciudad Mees, el sabía que aun era posible, pero Tiees también tenía que creerlo y sobre todo debería confiar en él, igual que él debiera tener una fe ciega en ella. Esa confianza se había perdido, el entendimientos se había perdido, la comunicación se había perdido de manera total y absoluta. Esa fue la gran victoria de la niebla la duda, el miedo y la separación de sus mundos. Ciudad Mees hubiera sobrevivido a la niebla, los que no lo hicieron fueron Tiees y Equis. Y Equis optó, su decisión no suponía una renuncia total pero si lo alejaba más si cabe de lo que un día fuera Ciudad Mees.
Optó por una vida amable, sencilla, una vida sin riesgos en la que no había que apostar nada para probablemente perderlo todo. La grandes apuestas suponen grandes riesgos. Y Kaos no se atrevió a asumirlos. Nies era perderlo todo o ganarlo todo. Su cabeza le decía apuesta, su corazón le decía apuesta y sin embargo el miedo, salvo en los momentos de plenitud de Ciudad Mees, siempre fue demasiado intenso en él. En Ciudad Mees lo apostó todo, lo apostó incluso sin cabeza, incluso sabiendo que las posibilidades de perder eran aun mas reales que las de ganar. Y aunque su apuestas fueran decididas se equivocó en la forma de hacerlas, se equivocó en la orientación, se equivocó en casi todo y la niebla se lo terminó tragando todo. Se equivocó porque nunca llegó a darse cuenta que Ciudad Mees solo podría existir incorporando las maneras de vivirlo de otras personas, las maneras de enfrentarse a la niebla de otras personas y buscando una salida común que pudiera satisfacer a todas. Su idea obsesiva de la vida plena y de cual era la manera de que siguiera existiendo le cegó. Pero Equis no fue el único culpable, y aunque no le aliviaba saberlo, si que hacía su carga mas llevadera. Todos se equivocaron. Aprender de los errores es una lección que siempre llega demasiado tarde para lo que deseamos en ese momento pero que tal vez no sea útil el resto de nuestras vidas.

Y regreso a Maes, donde la vida era sencilla, dónde todo estaba ya descubierto y el entorno amable. Volvió con el corazón destrozado, roto y completamente negro, Istne vivía en él por siempre y Nies siempre estaría tan solo a la distancia de un mar, un mar con cada vez menos tormentas y más fácil de cruzar pero que el miedo le llevaba a contemplarlo como una distancia inabordable, un destino inalcanzable. Vivía en Maes pero Ciudad Mees todavía era su sueño, y su sueño pasaba por volver a Nies para reformular junta a TIees la mixtura imposible que hiciera posible que existiera de nuevo. El miedo a la definitiva derrota le paralizaba, el miedo a destruir para siempre Ciudad Mees, mientras no hiciera nada esa posibilidad existía por muy remota que fuera. También era consciente que cada día que pasaba Ciudad Mees se alejaba mas porque en las mentes de los que lo habitaron se iba conformando como un recuerdo de algo lejano que sucedió alejado de la realidad en la que vivían en ese momento y tal vez mas como una amenaza a la supervivencia que una oportunidad para la vida. Desde la comodidad de su vida en Maes miraba el mar y pensaba que algún día sería capaz de cruzarlo y enfrentarse a su destino. 

miércoles, 17 de febrero de 2016

Hay días que te miras al espejo y te ves realmente feo, bueno para algunos son días otros vivimos esa realidad constantemente, pero esos días te ves incluso peor. Y lo peor no es eso, es que la vejez se empieza a dibujar también en tu cara, unas arruguitas de expresión aquí y allá, unas patitas de gallo –que piensas que son de todo lo que sonríes pero son de viejo-; pelillos asomando de la nariz, no de los de dentro, de donde cuelgan los mocos, que esos siempre los has tenido aunque es cierto que ahora tienden a sobresalir de las aletas, si no de esos que salen por fuera, y lo mismo en las orejas. Y me pregunto yo que porque salen, que no sirven para nada, ni para quitar el frio, si fueran tantos como conformar unas orejeras o una cubrición para la nariz lo entendería porque si algo se queda helado los días de frio son las orejas y la nariz y supongo que será por esa tendencia que tienen como a querer huir de la cara creciendo hacia afuera constantemente y siendo indicador también de viejura. Yo también huiría de un careto como el mío pero a la larga lo empeoran. Y por cierto que me he fijado en las orejas y siempre he tenido soplillo pero es que hoy empiezo a cuestionarme empezar a ir al trabajo volando y para cortar el viento tengo la nariz que dota a mi rostro de un perfil totalmente aerodinámico. Ahhh y no olvidarse de las cejas, que si uno ya tenía pocas con la edad parece que el pelo que empieza a perderse en la cabeza se traslada a vivir a zonas mas bajas, tal vez huyendo del frio de las alturas, instalándose por debajo de la frente. Un cuadro oiga.
Y mejor no te quites la ropa delante del espejo porque la cosa empeora. Miras hacia abajo y te cuesta vislumbrar por debajo del tripón una pirindola flácida y arrugada, otrora siempre enhiesta y dispuesta para el combate, bueno que dispuesta para el combate sigue estando pero la sabiduría que da la experiencia le dice que las batallas son normalmente contra uno mismo y que para librar una batalla al día contra si mismo no le merece estar siempre alerta. Pero hablaba del tripón, la curva de la felicidad dicen, si claro, las de los jovencitos que te miran desde su tableta de chocolate partiéndose el culo. De joven la ropa de un tío viene a ser un especie de trapecio con la parte mas ancha en los hombros y la mas estrecha en la cintura. Con los años la ropa no cambia, aunque debería, pero el cuerpo si, dejando la parte mas ancha en la cintura y la mas estrecha en los hombros. Con lo cual esto te deja dos opciones, si quieres que una camisa te quede bien de hombros tienes que llevarla tan prieta entorno a tu barriga que corres el riesgo de sacar a alguien un ojo con un botón, que no aguantando la presión a la que se ve sometido, se rompiera y saliera propulsado a la velocidad de la luz. Y mientras no se rompe pugna por sostener unidas ambas partes de la camisa exhibiendo, para el regocijo y mofa de la juventud antes nombrada, la profundidad de un ombligo que riasen ustedes de la fosas de las Marianas.
Y que me dicen del torso, ese pecho que parecía una piedra plana, en mi caso porque era todo hueso, y que ahora acompaña su flacidez con unas dimensiones que apuntan claramente a estar cambiando de sexo. Y piensas ya que las tengo voy a disfrutarlas, pero te las tocas y no es lo mismo ni con mucho y tu pirindola que había empezado a mirar tímidamente hacia arriba, esquivando a duras penas el tripón, vuelve a su posición, desgraciadamente habitual, como diciendo para esta tontería no me molestes.
¿Y ese lunar? ¿Qué coño es eso? Eso nunca ha estado ahí o era mas pequeño, está creciendo y encima como a la nariz y otras partes de la cara le está creciendo el pelo. Mejor nos olvidamos de eso que tiene la ventaja de que no se ve debajo de la ropa, aunque llegara el verano y quedará al descubierto en la playa. Aunque si alguien lo destaca entre el patético espectáculo general que ofrece tu cuerpo se tratara sin duda de una persona muy observadora.
El cuerpo del hombre a cierta edad consta de dos bolas y y dos palillos. La bola de arriba es mas pequeña y llena de pelo, la de abajo nos recuerda que la tierra es redonda (en algunos casos no me extrañaría que tuvieran sus propios satélites flotando a su alrededor atraídos por la fuerza de la gravedad que sin duda tienen) y se sustentan ambas bolas en dos patitas delgaditas, como decía, cual palillos. Y eso es algo que no termino de entender, las piernas no tienen esa tendencia a engordar del resto del cuerpo (aunque casos hay para todos los gustos) si no que se mantienen igual o incluso pierden volumen. Bueno, no se, tal vez sea por la comparativa pero el conjunto suele ser ridículo.
Con la moral por los suelos pugnas por abrochar ese pantalón de moda que te aprisiona hasta el punto de no dejarte respirar, optas por una camiseta amplia, en parte por disimular la tripa y en parte porque no quieres tener sobre tu conciencia que alguien pierda su ojo y volviendo al espejo te autoconvences de que vestido mejoras claramente. En fin, es lo que hay, una pena que pasen los años, con lo que has sido tu de joven. Y te da por mirar fotos para recordar tu lozanía y salir con ese espíritu a la calle. Las miras y claramente estás mas delgado, claramente tienes menos arrugas, claramente tienes menos pelos en la cara pero joder que cara de mono tienes. Ahora eres muy feo pero en aquella eras feo de concurso. Ahora te explicas porque de joven a tu alrededor creías tener un campo magnético que interaccionaba de alguna manera con las mujeres impidiendolas acercarse a ti, como dos imanes de la misma polaridad. Algunas cosas no cambian sea por el campo magnético o por el tripón las mujeres no pueden acercarse a ti de ninguna de las maneras y la pirindola sigue luchando contra si misma, tal vez con menos constancia pero con el mismo tesón. Agarrándote al clavo ardiendo de que al menos la virilidad se sostiene en el tiempo sales a la calle a comerte el mundo. Bueno no, de comer nada, que aunque todos sabemos que para tonificar la musculatura y bajar tripa lo mejor es hacer deporte con la pereza que nos da preferimos renunciar a la comida, y digo la porque como mucho renunciamos a la de ese día y eso si no se nos termina olvidando.


martes, 16 de febrero de 2016

Casicuentos para Rita: El tiempo avanza, Istne permanece

Hay veces que se recuerda con amor todas las cosas buenas otras, en cambio, nos centramos en el dolor, nos centramos en el odio. Es fácil caer en el lado oscuro como mecanismo de defensa cuando el dolor nos llega hasta lo más profundo de nosotros mismos, hasta ese lugar donde solo llegan las cosas mas importantes y que normalmente tan poco conocemos de nosotros mismos. Nos sorprendemos a veces de las cosas que podemos a llegar a hacer porque esa parte de nosotros mismos está demasiado profunda incluso para nosotros mismos, pero es también lo que somos aunque no siempre lo que desearíamos ser.
Ciudad Mees vivía en lo mas profundo de Equis, vivía en lo mas profundo de Kaos, ya no eran la misma persona pero él fondo era común para ambos. Y allí en su fondo, en las tripas también había frustraciones de la propia en vida en Ciudad Mees, no todo eran recuerdos bonitos, la vida en Ciudad Mees también tenía su cara b, la parte dura de Ciudad Mees. Si la vida era plena, pero la vida nunca está exenta de dolor, de suciedad, de miedo, de angustia, era plena pero no perfecta. La perfección es una idea de lo que jamás conseguiremos y un horizonte hacia al que encaminar nuestros pasos. La vida plena es un camino no un punto de llegada, las metas, al fin y al cabo, son un nuevo punto de partida y si no se convierten en el fin mismo de la vida.
Equis lo sabía, Kaos también, Ciudad Mees era un destino, no era el mundo en el que habitaban pero dotaba de sentido a la vida. La niebla, ese manto grisáceo que lo cubrió todo impidió ver el camino a seguir, impidió ver, aunque fuera de lejos, el destino al que llegar.
¿Existió Mees? ¿Realmente fue tan perfecto? ¿Realmente mereció la pena pelear tanto por mantenerlo vivo? Cuestión de percepciones seguramente. La realidad es la que es, pero nuestra realidad es la que percibimos, la que sentimos y Equis sentía, seguía sintiendo, que Ciudad Mees había sido mucho mas que un sueño perfecto, había sido una realidad por la que llegado el momento no había peleado lo suficiente.
Kaos era negro, lo era su corazón, lo era Istne y sin embargo en su interior albergaba la pureza de Ciudad Mees, en ese lugar de nosotros mismos al que tan difícil nos resulta llegar. Y Kaos no llegaba, no se conocía a si mismo. Identificaba y reconocía gran parte de sus errores, se culpaba continuamente por ellos y eso oscurecía el recuerdo de Ciudad Mees, oscurecía su corazón, se oscurecía a si mismo y Ciudad Mees fue precisamente lo contrario. Somos lo que somos, cambiamos, evolucionamos para ser diferentes, ni mejores ni peores simplemente diferentes, y la misma realidad es diferente ante nuestros ojos. Pero en la mente de Kaos, en ese amasijo enredado de neuronas y sinapsis no había lugar para disfrutar de lo que había sido y mirar hacia adelante, solo había sitio para lamentar la pérdida y llorar el recuerdo. Un error. La vida sigue, sigue aunque a veces deseáramos detener el tiempo o viajar a pasados mejores. Podemos perder lo que queda de vida viviendo en un pasado que dejó de existir hace demasiado tiempo. Pero Kaos vivía en la inocente esperanza de que un día se despertara y Ciudad Mees volviera a vivir de nuevo. Un error seguro, sobre todo si no haces nada para perseguir tus sueños. Ciudad Mees tendría sentido si peleara por ella, si tan solo iba a recordarla con lágrimas en los ojos debiera mirar hacia adelante.

En su retiro de Istne Kaos no encontraba las fuerzas para enfrentarse a su encrucijada. Su cabeza le decía que mirara hacia adelante, su corazón seguía amando profundamente Ciudad Mees y mientras tanto la muerte amenazaba con encontrarle llorando.

lunes, 15 de febrero de 2016

Casicuentos para Rita: Los corazones negros de Istne

El corazón de Istne era negro, también lo era el de Kaos. Esa era la razón por la que hizo de aquella isla perdida su hogar, su vida.
No siempre fue así, Equis tuvo un corazón puro, limpio, casi blanco por completo pero la niebla lo atrapó entre sus sombras y lo fue oscureciendo hasta teñirlo por completo. La pérdida de Ciudad Mees se lo arrancó desgarrando su pecho, como una mano de hielo que sutura la herida en falso, y se lo devolvió negro, tan solo para que pudiera seguir latiendo y sobrevivir en aquel estéril paraíso de rocas. Nadie encontraría nunca en su piel rastro de la herida pero por dentro seguía desangrándose. La herida de Kaos era profunda pero no le mataría, tan solo lo había cambiado, lo había transformado en otro ser que no era. Nacemos de una manera, la vida nos convierte en lo que somos en cada momento.
Recordó una conversación con Tiees, las personas no cambian, son lo que tienen dentro. Tiees hablaba de algún habitante de la ciudad conocido por una maldad congénita. Se equivocaba, las personas cambian constantemente pero no necesariamente para ser mejores. Simplemente cambian y son diferentes, en algunas cosas mejores en otras peores para nuestros ojos, para nuestras vidas pero tal vez para las de otros y para las suyas mismas la percepción sea diferente. El mal y el bien es un constructo complejo y relativo.
El corazón de Kaos se hizo negro, algo en si mismo malo, se esforzó por enseñar su antigua cara pero lo que no eres por dentro termina notándose por fuera y muchas personas se vieron envueltas por aquella suerte de engaño inconsciente. Quería ser lo que fue pero era lo que era, su corazón estaba negro y muchos lo terminaron pagando. Ni tan siquiera en aquella isla perdida en un mar insondable consiguió aislarse del mundo y su negrura en ocasiones teñía las aguas que bañaban Maes y Nies.
Kaos se perdió a si mismo contribuyendo a que Ciudad Mees no fuera posible. En Ciudad Mees solo había sitio para corazones blancos y su corazón blanco murió con ella. Con Ciudad Mees murió para siempre su inocencia, su pureza y solo Ciudad Mees podría devolvérsela.

Tal vez las lágrimas tuvieran el poder de limpiar la negrura y suciedad que se acumula en el camino de la vida pero jamás podrán devolver su blancura a un corazón que es negro también por debajo del polvo acumulado. Sin embargo Kaos seguía llorando.

viernes, 12 de febrero de 2016


No se de dónde serán ustedes, mis amables y pacientes lectores, pero por estos lares podríamos decir que por fin ha llegado el invierno. Un invierno un poco flojo porque, aunque el cielo está mas negro que las rocas de Mees y ríasen ustedes de las lluvias que dieron origen a Poseidón, las temperaturas se mantienen en unos catorce grados de lo mas otoñales. Soy hombre de invierno y de lluvia y para nada friolero con lo cual llevo con la misma ropa desde el final del verano. Tiene sus ventajas pero a uno le gusta variar el vestuario para verse mas mono y con este tiempo la ropa de invierno sigue sin salir del armario. No se entienda en estas frases que soy yo el que no salgo del armario, que no tendría ningún problema en hacerlo si fuera el caso, y es más ánimo a todos aquellos que permanecen dentro a enfrentar sus miedos y las presiones sociales y salir para desarrollar su vida como lo que son y no vivir constreñidos en un mundo que no es el suyo, vuestra Ciudad Mees es una ciudad arcoíris, disfrutad de ella. Pero a lo que iba que está lloviendo a mares y como decía soy hombre de lluvia por eso seguramente el clima haya decidido hoy regalarme con algunas de sus veleidades. Creo haber contado en una ocasión como una vez al salir de casa pisé una baldosa de esas que están flojas y tuvo a bien regar con sus aguas sucias las perneras de mis pantalones. Pues bien, no se si era la misma baldosa, lo cual hablaría muy mal de la actuación del ayuntamiento en cuanto a la conservación del patrimonio pedestre de mi amada ciudad, u otra diferente, el caso es que esta vez, tal vez por estar mas removida y hastiada de que la pisen, se ha empleado con mayor virulencia y el salpicón me ha llegado hasta la entrepierna. Poco movimiento tiene esa parte de mi anatomía pero claramente esta no es la actividad que buscaba. Con mi paraguas abierto y la dignidad tocada he seguido avanzando hacia mi lugar de trabajo y como adelanto diré que, aun siendo trayecto breve, ha dado lugar a otras peripecias relacionadas con la lluvia.
Pues bien, que caminaba yo con los pantalones pegados a las piernas por el efecto baldosil, y si les ha pasado en alguna ocasión convendrán conmigo que es cosa poco agradable y para nada edificante, cuando jugando con el botón de apertura del paraguas he tenido a bien apretarlo. Es un paraguas de alta calidad que mi madre tuvo, la suerte de encontrar tirado en la calle y recoger sin dar oportunidad a su sueño de volver a recogerlo, y a bien regalármelo a mi, convirtiéndose sin lugar a duda alguna en el mejor paraguas que he tenido nunca. En cierta ocasión lo dejé olvidado en un bar y lamenté con disgusto la perdida, no tanto por la perdida en si misma y su valor económico, si no por lo que de despiste supone y es que cosas como esas, aun siendo sucesos nimios, suelen dejarme una sensación de desazón. Pero como los lectores mas avezados, e incluso los que aun estén dormidos, habrán deducido lo recuperé y lo hice gracias a la preocupación de una persona, de una amiga para la que solo puedo tener buenas palabras y agradecimiento. Cierto es que recuperé el paraguas pero ahora he perdido a esa amiga -aunque ambos sucesos no guarden relación alguna, aunque tangencialmente bien pudieran tenerla-, imaginasen la desazón que siento cuando pienso en ello. Pero a lo que iba, que jugando con el botón de apertura, y sin ser consciente de que además de para abrir el maldito botón dispara el mecanismo de cerrado, lo he pulsado quedando en un visto y no visto mi cabeza aprisionada entre las varillas del paraguas y supongo que ofreciendo un espectáculo ridículo al resto de los viandantes. A pesar de que las varillas han tatuado mi cara con rayas verticales no he notado ni el dolor porque el miedo que tenemos al ridículo es a menudo mucho mas intenso que el dolor que sentimos. Véase por ejemplo aquellas personas que resbalan y caen en la calle dándose un ostión que les tiene que remover toda la osamenta y se levantan como disparados por un resorte (no el del paraguas, otro interno que debemos tener). Ridículo, con la cara cruzada y por si fuera poco con el agua acumulada en el paraguas mojando mi chaleco de pluma sin mangas (recuerde el lector que invierno si, pero que frio no hace) mis pasos se han encaminado de nuevo hacia mi destino.
Recuperada la compostura y en la medida de lo posible la dignidad he seguido avanzando hacia al trabajo pero el invierno todavía me reservaba una sorpresa. Porque a la pertinaz lluvia se ha unido un intenso viento por arte del cual mi paraguas se ha volteado volviéndome a regar con la refrescante agua de lluvia. En esta ocasión libro del ridículo porque en ese mismo instante varias eran las personas que pugnaban con sus paraguas (instrumento del infierno) para devolverlo a su posición, no tanto primigenia como habitual, y en la cual son de alguna, aunque no demasiada, utilidad. Mal de muchos consuelo de tontos me dirán pero mejor todos tontos que uno solo, no tanto por la bondad que esconde la tontuna si no mas bien porque al menos uno no tiene el desagradable sentimiento de sentirse diferente pero para peor.

Y de esta guisa he llegado al trabajo, con mi chaleco y mi jersey calados y el pantalón mas pegado aun a mis piernas, ofreciéndome el frescor que lo acompaña y ciertos picores en salva sea la parte. Y compartidas estás vicisitudes con mis compañeras de trabajo y ahora con ustedes, mis queridos y anónimos lectores, voy a empezar a producir porque, si bien me puedo tomar ciertas licencias ganadas con el trabajo duro y la productividad, en estos tiempos que corren uno tampoco puede despistarse. No creo que de mi historia saquen ustedes aprendizaje alguno -toda vez que ni tan siquiera he llegado a explicar, porque lo desconozco, el mecanismo que hace del paraguas una bomba de relojería-, pero espero al menos que hayan pasado un rato agradable riéndose de la desgracia ajena, que cuando es de baja intensidad y de esta índole tan poco trascendente suele provocar cierta hilaridad cuando le pasa a otros y, por contra, siendo uno mismo el protagonista nos suele costar reírnos de nosotros mismos. Y saber reírse de uno mismo es una virtud que en su justa medida nos hará crecer como personas. Sin duda, y a pesar de lo que han podido leer en párrafos anteriores, amo el invierno y especialmente la lluvia y estaba deseando que llegara pero tampoco vayan a pensar ustedes que la deseo para siempre.

jueves, 11 de febrero de 2016

Casicuentos para Rita: La razón de Mees

La realidad es diferente según los ojos con que se mire, no hay mentira en ello, no hay autoengaño, es simplemente la percepción subjetiva de lo que vemos, de lo que vivimos y de la manera, en la que con los años y nuestras experiencias, hemos aprendido a interpretar el mundo que nos rodea.
La niebla fue algo nuevo en Ciudad Mees, nadie estaba preparado para interpretarla, nadie tenía las herramientas vitales para entenderla y tuvieron una reacción de lo más humana cuando se vieron sumidos en ella, el miedo, la desconfianza y la necesidad de sobrevivir ante cualquier circunstancia. La niebla no acabó con Ciudad Mees, hubiera sido posible incluso con ella, el verdugo fue el miedo.
También es subjetiva la interpretación que hacemos de los comportamientos de otras personas y también lo son nuestras propias reacciones. Cuando cayó la niebla Equis y Tiees se empeñaron en conservar y salvar Ciudad Mees pero lo hicieron desde perspectivas diferentes, apostando por salvarla de maneras diferentes y nunca llegaron a entenderse. Ambos vieron en el otro acciones que llevaban a su destrucción, que no hacían nada por mantener la vida plena. Interpretaron cosas en el otro que no existían y aunque lo hablaron mil veces sus puntos de vista parecían irreconciliables. Equis vio en Tiees una apuesta de mínimos, Tiees vio en Equis una apuesta de máximos imposibles. Tal vez en el punto medio hubiera estado la virtud pero ninguno de los dos era de puntos medios y tampoco se conocían lo suficiente como para aprehender la situación del otro. Y nunca hablaron de lo mas importante, de lo mas relevante, de lo que cada uno entendía que era Ciudad Mees, de que la hacía tan especial, de lo que significaba para cada uno de ellos la vida plena. Los demás diálogos estaban condenados al no entendimiento sin tener como referencia que era lo significativo de Ciudad Mees. Demasiados condicionantes para que los encargados de combatir la niebla pudieran acabar con ella o encontrar un modo de vida que permitiera a Ciudad Mees subsistir a pesar de ella.
En Istne, Kaos fue haciéndose consciente de ello. Demasiado tarde. Y aun siendo consciente tampoco hubiera sabido explicar con claridad que hacía de Ciudad Mees supusiera la vida plena para él, lo sentía así, lo había vivido así pero no tenía capacidad para explicarlo. Y si no era capaz de explicar lo que el mismo sentía, la imposibilidad de interpretar lo que sentían otras personas, lo que sentía Tiees le parecía simplemente imposible. Pero curiosamente aun hoy, desde su retiro de Istne y cuando estaba ya todo perdido se afanaba por intentar saber cuales eran los sentimientos de Tiees y en que se traducían. No era capaz de interpretar los suyos y quería interpretar los que le eran prácticamente desconocidos. Se seguía confundiendo, pocas posibilidades, por no decir ninguna, quedaban para Ciudad Mees, pero si había alguna no pasaba por elucubrar acerca de las maneras de interpretar y sentir el mundo de otros, sino por reflexionar acerca de las de uno mismo. Los sentimientos eran claros pero solo saber con exactitud que los producía podrían hacer que volvieran a construirse y que Ciudad Mees o cualquier otra  ciudad ideal pudiera llegar a construirse de nuevo.

En su cabeza resonaba con constancia un pensamiento, tal vez las ciudades no se construyeran con la razón, la razón en el fondo también es pura subjetividad, tal vez las ciudades se construyeran con sentimientos que son sin duda la subjetividad en su expresión mas pura. Otra vez la duda. Ojalá hubiera sabido ser sustento de esa expléndida sonrisa que tenía la capacidad de transformar el mundo.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Casicuentos para Rita: La sonrisa de Mees

Hay sonrisas que tienen la capacidad de cambiar un mundo y ni tan siquiera saben que la tienen y probablemente, precisamente por eso, tengan ese poder tan increíble. Tiees tenía esa sonrisa, Ciudad Mees era posible por ella. Pero cuando cayó la niebla se derrumbó su sonrisa eterna y solo pequeños esbozos de lo que fue mantuvieron Ciudad Mees con vida hasta que se derrumbó del todo.
Equis vivió ese derrumbe. Su sonrisa también era constante hasta que dejó de serlo, si alguien quedó cegado por la niebla ese fue Equis. Pero su sonrisa nunca tuvo el poder de la de Tiees. Un rostro amable, una mirada siempre cálida y agradable en unos ojos que querían ocultar el miedo y la duda pero que no podían llegar a ocultarlo del todo y si, una sonrisa para casi todo, una sonrisa para casi todas las personas pero una simple sonrisa que no tenía más poder que el que tiene cualquier sonrisa. Todas las sonrisas son poderosas, transforman el entorno que les rodea pero cambiar un mundo solo está al alcance de unas pocas. Tiees debió ver el miedo y la duda en sus ojos. A veces los seres mas poderosos son a la vez los más débiles y necesitan apoyarse en alguien, en algo para sostenerse en pie. Y Equis no fue para Tiees ese sustento. Ambos pelearon contra la niebla pero a ambos les termino engullendo. Tiees hubiera tenido el poder para que nada cambiara pero tenía que apoyarse en un Equis sumido en sus propios miedos, en sus dudas y no supo, no pudo, darle la confianza que Tiees necesitaba para mantener en pie Ciudad Mees, para mantener en pie la vida plena.
Kaos quiso esculpir mil veces esa sonrisa en las rocas negras de la negra Istne, quería que formara parte de aquel museo, de aquel templo, de los recuerdos que estaba construyendo pero sencillamente no podía. No tenía la habilidad suficiente pero era más que eso, no tenía la comprensión suficiente de todo lo que albergaba esa sonrisa como para poder reflejarla en la roca. La roca tampoco ayudaba, era negra, oscura y aquella sonrisa era blanca y luminosa. No solo se sonríe con la boca, se sonríe con los ojos, con el rostro entero y también se sonríe con el alma. Es imposible esculpir en una roca todas esas cosas, para Kaos al menos lo era.
Se perdió Ciudad Mees cuando Tiees perdió su sonrisa. Equis no podría haber hecho desaparecer la niebla pero si hubiera podido mantener esa sonrisa. Siendo como era, transmitiendo felicidad y no tristeza, dando apoyo en vez de dificultades, poniendo comprensión en vez de dudas, dando confianza en vez de miedo. Equis no estuvo a la altura, no estaba preparado para aquello. Lo quería todo aquí y ahora olvidándose de que aunque el tiempo se acabe no deja de ser elástico y olvidándose también de que la vida, todo lo que sucede en ella, tiene su propio ritmo.
Equis fracasó en su misión sostener la sonrisa de Tiees para que Tiees sostuviera el mundo. La niebla les envolvió a todos pero aunque Equis parecía, y el mismo se creía, el último bastión para detenerla, para disolverla fue el primero en sucumbir a ella.

En Istne, dónde hasta la vida es negra, Kaos fue finalmente consciente de todo y las lágrimas volvieron a sus ojos para ir a perderse ente las saladas aguas de Poseidón.

Ez zaitut inoiz ahaztu (Sorotan bele)

Ez zaitut inoiz ahaztu
gaur gauean zurekin ameztu dut
egun batean esan gabekoak oraindikan
buruan bueltaka ditut

Ez dakit zertaz kexatu
beti errudun sentitu bait naiz
inoiz bidali ez dizkizudan hitzak
hauek dira ez dituzu inoiz entzungo

Ez naiz gai izan
zurekin hitz egiteko
inoiz izan ditudan
kezkak ardierazteko
zurekin emandako
gertakari eta urteak
zuri lotuta naukate
maitasuna baino gehiago

Eta zer esan nezake
jadanik inork ez danienik
gaizki erakustsita gaude bizitzan
artaldearen mesederako

Eta ez dakit zertaz kexatu
beti errudun sentitu bait naiz
inoiz bidali ez dizkizudan hitzak
hauek ziren ez dituzu entzungo

martes, 9 de febrero de 2016

Casicuentos para Rita: La eterna duda de Equis II

Nacida del magma de lo más profundo del Planeta Mees, en la cuna de la tormentas, allí dónde la niebla fue más profunda para convertirse en el mar de lágrimas que llamaron Poseidón y que transformó Ciudad Mees en Nies y Maes, punto entre dos ciudades y camino de ningún sitio. Istne la isla negra de Mees. Una isla solitaria en medio de la nada, un paraje desolado de rocas negras llenas de aristas que rasgaban los pies de los que caminaban descalzos. Pero nadie caminaba por Iste, tan solo Kaos, quien fuera Equis cuando los tiempos eran mejores. Una sombra solitaria de una alma solitaria que se camuflaba con las piedras de la isla. Habitaba en dos mundos y no lo hacía en ninguno, demasiado lejos de ambos y con sentimientos encontrados. En Maes estaba su vida en Nies sus sueños y el no quería estar en ninguno. Su vida demasiado vacía, sus sueños imposibles. Istne era su refugio. El mar el consuelo y la respuesta que no terminaba de llegar mientras desperdiciaba su vida sumido en las dudas y en la preguntas sobre todo aquello que pudo ser y no fue, en la pregunta de como podía haber hecho algo más para evitar la caída de Ciudad Mees. Preguntas baldías cuando Ciudad Mees estaba destruido, tanto pensar le serviría para aprender pero lo que aprendiera tal vez no le valiera si algún día Ciudad Mees u otra ciudad excepcional volviera nacer. Cada tiempo es diferente, cada lugar también lo es y lo que vale para aquí y ahora es mas que probable que no valiera para otro lugar en el futuro. Aquella vida no estaba exenta de autocompasión y de pérdida revestida de reflexión profunda y aprendizaje. No. Ya no tenía sentido habitar Istne. No tenía sentido seguir construyendo recuerdos para venerar aquella vida plena, recuerdos que nadie se molestaría en pararse a observar y sumergirse en su profunda belleza porque lo por fuera tan solo eran rocas negras. No tenía sentido elevar un templo hacia aquellos cielos plenos de estrellas, hacia un dios que no existe porque dios había muerto. Nada ni nadie le devolvería Ciudad Mees. Sus lágrimas no podían esconder una realidad tan cruel como cierta.
¿A dónde ir? ¿A dónde volar cuando ya no se desea nada? Cuando has llegado a la cima de tu vida tan solo queda el descenso. Pero Kaos era demasiado joven para pensar en agotar su vida sin tener un objetivo, un sueño. Pero lo cierto es que en aquel momento no lo tenía, al menos no tenía uno que creyera posible y sus días pasaban igual que pasa el agua por un valle, sin aparente transcendencia pero erosionándolo lentamente con cada gota de agua. Nadie echa de menos el agua hasta que no falta y tal vez el río se secara antes de lo que era imaginable.
Kaos una alma solitaria perdida en la solitaria isla negra de Istne, alejado de un mundo que no tenía nada que ofrecerle, viendo pasar la vida como un ser inmortal al que el tiempo no importa pero siendo consciente de su propia mortalidad y de su falta de transcendencia. Nada importaba y sin embargo se empeñaba en sobrevivir. Y pensaba siempre que ese empeño debería esconder que la vida en si misma tenía un sentido, pero el no lo encontraba sin Ciudad Mees. Las grandes conquistas suelen transformarse en grandes pérdidas. Solo dos mundos posibles Maes y Nies. En Istne no había nada y las galaxias estaban fuera de su alcance. Tendría que apostar por uno de ellos, pero su duda eterna se prolongaba demasiado.


lunes, 8 de febrero de 2016

Casicuentos para Rita: La eterna duda de Equis

Ciudad Mees se partió en dos pero no porque ese fuera su destino. Podía no haber sido así, la niebla era inevitable pero la destrucción si lo hubiera sido. Fue el miedo, la duda, la desconfianza lo que destruyó Ciudad Mees. Mees en si misma hubiera sido posible, incluso dividida en dos ciudades por un oscuro y tormentoso mar. Hubiera sido posible si sus habitantes hubieran seguido creyendo que era posible.
Sus habitantes perdieron la fe, porque nunca habían necesitado de la fe para que Ciudad Mees existiera. Se encontraron con ella, vivieron felices en ella sin haber sufrido para llegar allí. La amaban si, eran felices si, pero nunca se plantearon su significado, nunca tuvieron que pelear por ella y cuando llegó el momento los problemas fueron demasiado grandes como para que pudieran resolverse solos. Ciudad Mees requería de una apuesta, entregarse a ella y confiar en que era posible, apostar por la vida en vez de por la supervivencia. Pero es una apuesta demasiado grande cuando peligra todo, cuando peligra la estabilidad y el mundo tal y como lo hemos conocido, salir de la comodidad para afrontar el incierto mundo que la niebla trajo consigo.
No hay culpables. No puede haberlos. La niebla complicó demasiado las cosas y no se le puede pedir a nadie que lo apueste todo a un número con tantas incertidumbres. Equis se sentía responsable, sabía que lo era. El apostó, apostó fuerte y en su momento pensó que nadie apostaba mas fuerte que él. Probablemente se equivocaba, Tiees apostó más que él aunque perdiera antes la esperanza. Equis no se rindió nunca, no se había rendido del todo todavía incluso desde su retiro en Istne pero su apuesta fue tibia. Él tampoco lo arriesgo todo, quería ir sobre seguro, como lo había hecho siempre. Inseguro de si mismo, inseguro de lo que quería y viviendo el sueño de Ciudad Mees, algo que se le escapó de las manos, no supo controlarlo, no supo prever la niebla, no supo combatirla y cuando llegó el momento no fue consciente de que a pesar de todo Ciudad Mees hubiera sido posible.
Aunque ninguna vida está exenta de problemas, la vida de Equis había sido relativamente fácil. De orígenes humildes había sabido aprovechar las oportunidades que la vida le había ido dando. Nunca apostó claramente por nada pero siempre eligió bien. Su eterna duda le llevaba a tener que tomar decisiones cuando ya no quedaba mas remedio o a que la vida se las impusiera por su tardanza. Pero Ciudad Mees hubiera exigido de él una decisión y no supo tomarla. Desde Istne sentía que aunque hubiera decido Ciudad Mees se hubiera destruido igual, esa vida ideal no estaba solo en sus manos. Pero ahora le quedaba la duda y el sentimiento de cobardía que siempre le había acompañado durante su vida. Ni tan siquiera cuando lo vio claro supo apostarlo todo aun a riesgo de perderlo todo. Ciudad Mees se había perdido y probablemente para siempre. Sin embargo en Istne, en aquella desoladora isla de rocas negras pervivía el sueño. Equis debería decidirse de una vez, salir a buscarlo o vivir en Istne para siempre. Había tiempo, decidiría cuando estuviera en condiciones de hacerlo.

El tiempo pasa y nuestros días se acaban. También pasarían los de Equis. Ojalá supiera abandonar su eterna duda antes de que fuera demasiado tarde.

miércoles, 3 de febrero de 2016

Acabó de leer que una fundación sin ánimo de lucro holandesa está organizando un viaje de colonización a marte y que las personas que vayan no podrán regresar nunca. Lo primero que me ha venido a la cabeza es que mañana me voy a otra ciudad unos días para participar en un congreso –por cierto que estaré ausente del blog durante esos días- y me cuesta moverme y abandonar la tranquilidad y seguridad en la que me muevo habitualmente. A ver que no es un reto ni mucho menos pero implica que te sacan aunque sea un poquito de tu zona de confort. Y estas personas se van para no volver nunca, se van lo completamente desconocido, a un lugar dónde nadie a estado, un viaje que nadie ha hecho nunca y con innumerables riesgos que probablemente sean más de los que puedan preverse en un principio y seguramente psicológicamente infinitamente mas duro de lo que ninguno de ellas y ellos piensan. Pero están dispuestos a hacerlo.
Uno de los preseleccionados, casado y con una hija de seis años, decía que no tenía miedo, que lo que realmente le daba miedo era vivir una vida sin pena ni gloria pensando que solo existe para consumir y pagar al banco. Lo leo y me parece una locura separarse de los seres queridos para siempre, de un hija que no vas a ver crecer, que no vas a ver como se desarrolla y vive su vida. Pero creo entender la necesidad de la que pudiera provenir, esa necesidad que muchas personas sentimos en algún – o muchos-  momentos, la necesidad de cubrir un enorme vacío que podemos sentir en nuestras vidas, la duda existencial, el sentido de la vida. Y quiero suponer que este viaje a lo desconocido dota de sentido a la vida de esas personas.

Cuando escribo sobre Mees –si hay alguien tan mal de la cabeza para seguir la historia, que so se preocupe que habrá nuevos capítulos- hablo precisamente sobre eso. Ciudad Mees dotaba de sentido a la vida y cuando cayó la niebla y terminó desapareciendo el vacío existencial de Equis, de Kaos, le llevó, en este caso, a añorar por siempre el recuerdo de lo que pudo ser y no fue. Mees era lo que daba sentido a su vida. De una manera u otra prácticamente todos hemos vivido en Mees o, mejor dicho, creemos haberlo hecho. El sentido de la vida nos viene a veces predefinido, un trabajo, una familia, unos amigos son las cosas a conquistar y que dotan de sentido a la vida y probablemente estemos programados para que así sea. Pero hay personas que lo sienten de otra manera, sus necesidades son otras y viven en el engaño de los logros, de las conquistas y por supuesto, como decía el futuro colono espacial, en el engaño del consumo como fuente de felicidad y sentido vital. Podemos vivir y morir siendo felices con esas cosas, lo importante es lo que siente cada uno pero la felicidad no se obtiene por un decreto que define que cosas nos la darán, la felicidad se siente. A veces para ser felices tenemos que arriesgar a perderlo todo y quedarnos sin nada para iniciar un camino que no estamos seguros si nos llevará a donde queremos. Y el miedo nos paraliza, nos atenaza y nos limitamos a vivir una vida que no nos satisface del todo y que aunque con sus vacíos nos es llevadera y hasta amable porque ya estamos acostumbrados a ella y además nos autoconvencernos de que no hay mas alternativas. No seré yo quién diga que las hay, ni que siempre va a merecer la pena arriesgarse a perderlo todo por una utopía, por un sueño, soy demasiado miedoso para decir tal cosa. Cuando no has estado en un lugar no sabes lo que te encontraras en él, puede ser el paraíso que estabas buscando o un lugar bastante peor del que partiste. Y ambas posibilidades son ciertas, aunque lo mas posible es que ni sea ni mejor ni peor, simplemente será diferente pero esa diferencia puede marcar, para bien o para mal, la felicidad.
Observó ojiplático como una persona se embarca en un viaje sin retorno posible hacia lo desconocido, yo jamás haría tal cosa pero no puedo dejar de admirarla por tomar la valiente decisión de aportar una transcendencia en su vida. Soy hombre eternas dudas, no se a dónde voy y tampoco a dónde quiero ir. En un momento en mi vida viví en mi Mees particular -el mundo que inspira en gran parte la historia- sin ni tan siquiera ir a buscarlo y ahora que está destruido solo soy capaz de llorar por lo perdido. Podría intentar reconstruir lo que fue pero tengo miedo al fracaso y a morir persiguiendo un imposible y también tengo miedo a intentar construir un mundo nuevo y así, con miedo y duda, es posible que se me pase la vida y lo único que haga es ver como discurre para encontrarme cercano a la muerte arrepentido por no haber hecho nada. La niebla en el ocaso de mi vida, tal vez en el de todas, es una posibilidad que entra dentro de lo previsible pero como cuando cayó en Mees a mi también me pillará por sorpresa. 

martes, 2 de febrero de 2016

Casicuentos para Rita: Amor incondicional

No se si cuando llegamos al mundo llegamos con ganas de joder o simplemente es que estábamos muy agustito y decidimos vengarnos. Pero nada más salir nos ponemos a llorar y no dejamos de hacerlo durante una buena temporada, jodiendo las noches y gran parte del día de nuestros progenitores. Y por si eso fuera poco cuando el ambiente está tranquilito y les vemos relajados soltamos una cagarruta que carga ese ambiente y termina por fastidiarlo. Si no me equivoco nací en una época que si existían los pañales de usar y tirar eran para las clases mas pudientes y a mis padres, supongo que concretamente a mi madre, les tocaba limpiarlos. Un sacrificio impagable, más si cabe visto desde la perspectiva de hoy en día. Tengo un amigo que estando de fiesta no pudo contenerse un pedo, seguramente se lo tiro adrede para aumentar el jolgorio y entregarse al mas completo de los edonismos y de paso recordarnos a todos los aromas de nuestros primeros meses de vida. El caso es que el pedo vino con premio y sobre sus impolutos calzoncillos blancos quedó marcado un frenazo vergonzante, que por otra parte tuvo la mala suerte que todos viéramos porque envuelto y sumido por la felicidad de la fiesta tuvo a bien también bajarse pantalones y calzoncillos para enseñarnos su culo y su pirindola. El pobre hombre fue objeto de befa y mofa y después de muchos años hoy es el día que seguimos recordándoselo. Mira que le podíamos recordar por sus muchos logros en la vida pero la maldad congénita y un especial gusto por lo escatológico que existe en nuestra cuadrilla, seguramente porque todavía no hemos superado la fase anal del desarrollo, nos lleva a descojonarnos del sucedido prácticamente cada vez que nos juntamos de fiesta. Pero a lo que iba, no se si fue por la vergüenza sufrida o por el asco que nos da la caca, al llegar a casa no se conformó con lavar los calzoncillos, tampoco le pareció suficiente tirarlos a la basura, los puso en el fregadero y con alcohol de quemar les prendió fuego, organizando un conato de incendio y una humareda en la cocina que a punto estuvieron de venir los bomberos. Hubiera sido para verle la cara dando explicaciones de porque estaba quemando los calzoncillos. Bueno que todo esto era para explicar el asco que le tenemos a las caquitas, bueno a la mierda, que  a las cosas se les puede llamar por su nombre y cuando somos unos bebes les alegramos la vida a nuestras madres y padres con un control de esfínteres bastante deficitario gracias al cual tenemos el mal gusto de realizar varias deposiciones al día. No se si es por joder o por venganza, pero aun con todo madres y padres nunca dejaran de querernos. Un aprendizaje de lo que es el amor incondicional, muy común entre progenitores y vástagos, un amor incondicional que surge de cuando en cuando en el amor romántico por arte del cual hagan lo que te hagan nunca dejarás de querer a la otra persona, aunque tu vida se llene de mierda.

lunes, 1 de febrero de 2016

Casicuentos para Rita: El cielo de Istne

Desde el cielo de Mees, Istne era un pequeño punto negro prácticamente invisible entre la espuma blanca de las olas rompientes de Poseidón, aunque las tormentas la ocultaban con sus negras nubes gran parte de los días del año. En las noches despejadas Kaos miraba el cielo. La completa oscuridad de Mees era una bendición, la estrellas titilaban solo para sus ojos. Miles de estrellas, millones, algunas tan cercanas que bastarían unos pocos millones de años luz para llegar a ellas, otras tan lejanas que para cuando su luz llegaba las estrellas ya habían muerto. Cientos de miles de millones de planetas y lunas tenían que estar orbitando en torno a esas estrellas, cuerpos estelares cuya luz tan solo era el reflejo de sus estrellas mas cercana. Istne vivía del reflejo de luz de Ciudad Mees, una luz que se había extinguido ya, por eso era negra.
Kaos miraba el cielo, tumbado boca arriba en el negro suelo, con piedras clavándose en su espalda, sin pensar en nada, sereno, tranquilo en la tranquilidad de la noche. A veces sin pensar en nada y con la mirada perdida, otras saltando con sus ojos de una estrella a otra, otras preguntándose en cuantas galaxias habría vida, otras recordando Mees, porque Mees era bello, bello como aquel cielo plagado de estrellas.
Viajar al espacio, recorrer las galaxias, encontrar un sentido a su vida. Las noches eran frías pero su piel había dejado de sentir hacía demasiado tiempo. Días construyendo recuerdos, noches de insomnio contemplando la estrellas. La vida pasando; sin sentido.
Belleza pura. Inventar nombres e historias para aquellos diminutos puntos de luz. Así se creaban las leyendas, los mitos. Tan solo hacía falta que alguien creyera en ellos y vivirían incluso mas allá de cuando se hubiera demostrado completamente su inexistencia, su absoluta absurdez. La fe del ser humano va mucho mas allá de la realidad e incluso en ocasiones logra constructos que eran en si mismo imposibles. Tal vez Ciudad Mees fuera uno de esos constructos imposibles. Pero daba igual, estaba destruido. La realidad era Nies, Maes, Istne, poseidón pero probablemente esa realidad fuera también incierta y poco perdurable. Nacer para morir no solo es el destino de los seres humanos, lo es de todo lo que existe. Nada es eterno aunque nuestro ojos no puedan ver como crecen las montañas.

El cielo de Istne era lo mas bello del planeta Mees. En la oscuridad las pupilas se dilatan y son capaces de absorber el mínimo haz de luz. Tenían razón los que decían que en la oscuridad es cuando mejor se ve. Las noches despejadas de Istne eran la ventana al futuro aunque su luz proviniese de estrellas muertas.