lunes, 22 de febrero de 2016

Casicuentos para Rita: Un paseo por Nies


Cuando Poseidón partió en dos Ciudad Mees nacieron dos ciudades, íntimamente unidas pero separadas por un mar oscurecido por las continuas tormentas, viajar entre ambas era sencillamente imposible. Tan solo Equis volvió para contarlo y jamás se lo contó a nadie. Nies ocupaba gran parte del planeta y en cierta manera era la nueva Mees siendo a la vez la misma y diferente. Maes era infinitamente mas pequeña y en ella se refugiaron los locos que cuando el mar comenzó a nacer estaban en el edificio negro de Mees tratando de salvar lo que a todas luces era ya imposible. Dos ciudades, dos destinos, dos pensamientos.
Ahora que las tormentas habían cesado el viaje era posible pero ya nadie quería hacerlo. Cada ciudad había tomado un rumbo y no necesitaban encontrarse para nada, se habían acostumbrado a vivir la una y sin la otra y no se necesitaban, de alguna manera podríamos decir también que ni tan siquiera se querían. Dos mundos en un solo planeta, viviendo uno a espaldas del otro.
Equis vivió en Maes y regresó siendo Kaos después de su retiro en Itsne. El regreso a una vida sencilla, a la supervivencia no supuso en ningún momento que aparta su mirada de Nies. Ciudad Mees desaparecería el día que apartara su mirada y tan solo su recuerdo era suficiente para dar algo mas de sentido a su vida. Tiempo hacía ya que no viajaba a Nies, siempre se lo había planteado como un reto para la reconstrucción de Ciudad Mees, busca a Tiees y compartir con ella al menos unos instantes en los que hablar de todo lo que sucedió y de como afrontar una posible reconstrucción. Le paralizó el miedo, la duda, el terror absoluto a un fracaso final que supusiera borrar hasta el último vestigio de lo que fuera Ciudad Mees. Pero aquel día surcó el mar, visitaría de nuevo Niees, no para buscar a Tiees, simplemente para para pasear de nuevo por sus calles.
El viaje no le resultó tan duro como pensaba, la soledad se había convertido en su amable compañera en Istne, y Poseidón le recibió con los brazos abiertos para surcar sus aguas. Paseó por las calles de Nies, como tantas veces lo había hecho cuando era Ciudad Mees. Nies había perdido su color, la niebla lo había devorado y sus edificios, al igual que sus calles, eran ahora grises, tristes, oscuros. Sus gentes iban de un sitio para otro en el caos ordenado que acompaña a cualquier ciudad como si allí nunca hubiera existido otro mundo diferente. Ciudad Mees estaba olvidada. La sensación de que Ciudad Mees tan solo había existido en su mente le apresó, tal vez Ciudad Mees hubiera sido un sueño, una creación de sus subconsciente de una realidad que siempre había sido igual a la de ahora. Abatido se sentó en un banco con la mirada perdida, en aquel banco dónde un día estuvo a punto de besar a Ties, un banco rodeado de hormigón y anchas vías por dónde centelleaban cientos de vehículos que desaparecían a la vista igual que habían aparecido, totalmente intrascendentes para un mundo reducido a dos personas. Nada había cambiado, el banco seguía en el mismo lugar, en el mismo ambiente, testigo de la existencia de Ciudad Mees. Reconfortado y entristecido permaneció unas horas allí sentado contemplando lo que en otros tiempos mejores le había parecido un paraíso y que hoy ya no era mas que un lugar mas de una civilización, de un una galaxia, de un universo cualquiera. Y sin embargo cada piedra de Niees conservaba escondido en lo mas profundo de su ser inmaterial la calidez de una sonrisa. Ciudad Mees había existido, para el al menos había existido, y su espíritu, su alma aun vivían en Nies para aquellos ojos que quisieran verlo. El recuerdo perduraría por siempre, mas allá de su propia vida.

El viaje de regreso resulto fugaz sumido como estaba en sus pensamientos de lo que sin embargo, de nuevo, volvía sin ninguna conclusión. Le gustó volver a recorrer en soledad aquellas calles, le gusto embeberse de sus aromas, observar su vida y ver que para sus gentes las cosas no habían cambiado demasiado. Todo igual, todo diferente. Ciudad Mees no fue un sueño, sucedió, sin saberlo había encontrado la respuesta que no sabía que buscaba. La felicidad, la vida plena eran posibles, un objetivo que alcanzar en su vida. Como lograrlo sería la pregunta que le acompañaría desde entonces. Ciudad Mees había existido e incluso tras su desaparición, aunque jamás volviera a lograr reconstruirla, había dado sentido a una vida que de otra manera, como la mayoría de las vidas, hubiera resultado intrascendente. Muchos años tenía por delante pero aunque jamás volviera a vivir nada parecido su vida ya había merecido la pena.