Cuando Poseidón partió en dos
Ciudad Mees nacieron dos ciudades, íntimamente unidas pero separadas por un mar
oscurecido por las continuas tormentas, viajar entre ambas era sencillamente
imposible. Tan solo Equis volvió para contarlo y jamás se lo contó a nadie.
Nies ocupaba gran parte del planeta y en cierta manera era la nueva Mees siendo
a la vez la misma y diferente. Maes era infinitamente mas pequeña y en ella se
refugiaron los locos que cuando el mar comenzó a nacer estaban en el edificio
negro de Mees tratando de salvar lo que a todas luces era ya imposible. Dos
ciudades, dos destinos, dos pensamientos.
Ahora que las tormentas habían
cesado el viaje era posible pero ya nadie quería hacerlo. Cada ciudad había
tomado un rumbo y no necesitaban encontrarse para nada, se habían acostumbrado
a vivir la una y sin la otra y no se necesitaban, de alguna manera podríamos
decir también que ni tan siquiera se querían. Dos mundos en un solo planeta,
viviendo uno a espaldas del otro.
Equis vivió en Maes y regresó
siendo Kaos después de su retiro en Itsne. El regreso a una vida sencilla, a la
supervivencia no supuso en ningún momento que aparta su mirada de Nies. Ciudad
Mees desaparecería el día que apartara su mirada y tan solo su recuerdo era
suficiente para dar algo mas de sentido a su vida. Tiempo hacía ya que no
viajaba a Nies, siempre se lo había planteado como un reto para la
reconstrucción de Ciudad Mees, busca a Tiees y compartir con ella al menos unos
instantes en los que hablar de todo lo que sucedió y de como afrontar una posible
reconstrucción. Le paralizó el miedo, la duda, el terror absoluto a un fracaso
final que supusiera borrar hasta el último vestigio de lo que fuera Ciudad
Mees. Pero aquel día surcó el mar, visitaría de nuevo Niees, no para buscar a
Tiees, simplemente para para pasear de nuevo por sus calles.
El viaje no le resultó tan duro
como pensaba, la soledad se había convertido en su amable compañera en Istne, y
Poseidón le recibió con los brazos abiertos para surcar sus aguas. Paseó por
las calles de Nies, como tantas veces lo había hecho cuando era Ciudad Mees.
Nies había perdido su color, la niebla lo había devorado y sus edificios, al
igual que sus calles, eran ahora grises, tristes, oscuros. Sus gentes iban de
un sitio para otro en el caos ordenado que acompaña a cualquier ciudad como si
allí nunca hubiera existido otro mundo diferente. Ciudad Mees estaba olvidada. La
sensación de que Ciudad Mees tan solo había existido en su mente le apresó, tal
vez Ciudad Mees hubiera sido un sueño, una creación de sus subconsciente de una
realidad que siempre había sido igual a la de ahora. Abatido se sentó en un
banco con la mirada perdida, en aquel banco dónde un día estuvo a punto de
besar a Ties, un banco rodeado de hormigón y anchas vías por dónde centelleaban
cientos de vehículos que desaparecían a la vista igual que habían aparecido,
totalmente intrascendentes para un mundo reducido a dos personas. Nada había
cambiado, el banco seguía en el mismo lugar, en el mismo ambiente, testigo de
la existencia de Ciudad Mees. Reconfortado y entristecido permaneció unas horas
allí sentado contemplando lo que en otros tiempos mejores le había parecido un paraíso
y que hoy ya no era mas que un lugar mas de una civilización, de un una galaxia,
de un universo cualquiera. Y sin embargo cada piedra de Niees conservaba
escondido en lo mas profundo de su ser inmaterial la calidez de una sonrisa.
Ciudad Mees había existido, para el al menos había existido, y su espíritu, su
alma aun vivían en Nies para aquellos ojos que quisieran verlo. El recuerdo perduraría
por siempre, mas allá de su propia vida.
El viaje de regreso resulto fugaz
sumido como estaba en sus pensamientos de lo que sin embargo, de nuevo, volvía
sin ninguna conclusión. Le gustó volver a recorrer en soledad aquellas calles,
le gusto embeberse de sus aromas, observar su vida y ver que para sus gentes
las cosas no habían cambiado demasiado. Todo igual, todo diferente. Ciudad Mees
no fue un sueño, sucedió, sin saberlo había encontrado la respuesta que no
sabía que buscaba. La felicidad, la vida plena eran posibles, un objetivo que
alcanzar en su vida. Como lograrlo sería la pregunta que le acompañaría desde
entonces. Ciudad Mees había existido e incluso tras su desaparición, aunque
jamás volviera a lograr reconstruirla, había dado sentido a una vida que de
otra manera, como la mayoría de las vidas, hubiera resultado intrascendente.
Muchos años tenía por delante pero aunque jamás volviera a vivir nada parecido
su vida ya había merecido la pena.