Desde el cielo de Mees, Istne era
un pequeño punto negro prácticamente invisible entre la espuma blanca de las
olas rompientes de Poseidón, aunque las tormentas la ocultaban con sus negras
nubes gran parte de los días del año. En las noches despejadas Kaos miraba el
cielo. La completa oscuridad de Mees era una bendición, la estrellas titilaban
solo para sus ojos. Miles de estrellas, millones, algunas tan cercanas que
bastarían unos pocos millones de años luz para llegar a ellas, otras tan
lejanas que para cuando su luz llegaba las estrellas ya habían muerto. Cientos
de miles de millones de planetas y lunas tenían que estar orbitando en torno a
esas estrellas, cuerpos estelares cuya luz tan solo era el reflejo de sus
estrellas mas cercana. Istne vivía del reflejo de luz de Ciudad Mees, una luz
que se había extinguido ya, por eso era negra.
Kaos miraba el cielo, tumbado
boca arriba en el negro suelo, con piedras clavándose en su espalda, sin pensar
en nada, sereno, tranquilo en la tranquilidad de la noche. A veces sin pensar
en nada y con la mirada perdida, otras saltando con sus ojos de una estrella a
otra, otras preguntándose en cuantas galaxias habría vida, otras recordando
Mees, porque Mees era bello, bello como aquel cielo plagado de estrellas.
Viajar al espacio, recorrer las
galaxias, encontrar un sentido a su vida. Las noches eran frías pero su piel
había dejado de sentir hacía demasiado tiempo. Días construyendo recuerdos,
noches de insomnio contemplando la estrellas. La vida pasando; sin sentido.
Belleza pura. Inventar nombres e
historias para aquellos diminutos puntos de luz. Así se creaban las leyendas,
los mitos. Tan solo hacía falta que alguien creyera en ellos y vivirían incluso
mas allá de cuando se hubiera demostrado completamente su inexistencia, su
absoluta absurdez. La fe del ser humano va mucho mas allá de la realidad e
incluso en ocasiones logra constructos que eran en si mismo imposibles. Tal vez
Ciudad Mees fuera uno de esos constructos imposibles. Pero daba igual, estaba
destruido. La realidad era Nies, Maes, Istne, poseidón pero probablemente esa
realidad fuera también incierta y poco perdurable. Nacer para morir no solo es
el destino de los seres humanos, lo es de todo lo que existe. Nada es eterno
aunque nuestro ojos no puedan ver como crecen las montañas.
El cielo de Istne era lo mas
bello del planeta Mees. En la oscuridad las pupilas se dilatan y son capaces de
absorber el mínimo haz de luz. Tenían razón los que decían que en la oscuridad
es cuando mejor se ve. Las noches despejadas de Istne eran la ventana al futuro
aunque su luz proviniese de estrellas muertas.