martes, 2 de febrero de 2016

Casicuentos para Rita: Amor incondicional

No se si cuando llegamos al mundo llegamos con ganas de joder o simplemente es que estábamos muy agustito y decidimos vengarnos. Pero nada más salir nos ponemos a llorar y no dejamos de hacerlo durante una buena temporada, jodiendo las noches y gran parte del día de nuestros progenitores. Y por si eso fuera poco cuando el ambiente está tranquilito y les vemos relajados soltamos una cagarruta que carga ese ambiente y termina por fastidiarlo. Si no me equivoco nací en una época que si existían los pañales de usar y tirar eran para las clases mas pudientes y a mis padres, supongo que concretamente a mi madre, les tocaba limpiarlos. Un sacrificio impagable, más si cabe visto desde la perspectiva de hoy en día. Tengo un amigo que estando de fiesta no pudo contenerse un pedo, seguramente se lo tiro adrede para aumentar el jolgorio y entregarse al mas completo de los edonismos y de paso recordarnos a todos los aromas de nuestros primeros meses de vida. El caso es que el pedo vino con premio y sobre sus impolutos calzoncillos blancos quedó marcado un frenazo vergonzante, que por otra parte tuvo la mala suerte que todos viéramos porque envuelto y sumido por la felicidad de la fiesta tuvo a bien también bajarse pantalones y calzoncillos para enseñarnos su culo y su pirindola. El pobre hombre fue objeto de befa y mofa y después de muchos años hoy es el día que seguimos recordándoselo. Mira que le podíamos recordar por sus muchos logros en la vida pero la maldad congénita y un especial gusto por lo escatológico que existe en nuestra cuadrilla, seguramente porque todavía no hemos superado la fase anal del desarrollo, nos lleva a descojonarnos del sucedido prácticamente cada vez que nos juntamos de fiesta. Pero a lo que iba, no se si fue por la vergüenza sufrida o por el asco que nos da la caca, al llegar a casa no se conformó con lavar los calzoncillos, tampoco le pareció suficiente tirarlos a la basura, los puso en el fregadero y con alcohol de quemar les prendió fuego, organizando un conato de incendio y una humareda en la cocina que a punto estuvieron de venir los bomberos. Hubiera sido para verle la cara dando explicaciones de porque estaba quemando los calzoncillos. Bueno que todo esto era para explicar el asco que le tenemos a las caquitas, bueno a la mierda, que  a las cosas se les puede llamar por su nombre y cuando somos unos bebes les alegramos la vida a nuestras madres y padres con un control de esfínteres bastante deficitario gracias al cual tenemos el mal gusto de realizar varias deposiciones al día. No se si es por joder o por venganza, pero aun con todo madres y padres nunca dejaran de querernos. Un aprendizaje de lo que es el amor incondicional, muy común entre progenitores y vástagos, un amor incondicional que surge de cuando en cuando en el amor romántico por arte del cual hagan lo que te hagan nunca dejarás de querer a la otra persona, aunque tu vida se llene de mierda.