viernes, 26 de febrero de 2016

Casicuentos para Rita: Lluvia de primavera en Maes

Nunca llueve a gusto de todos e incluso a los que aman la lluvia, como la ama Equis, como la amaba Kaos, en ocasiones les inunda cuando desearían ver el sol. La lluvia es vida, pero la lluvia también son lágrimas y en Maes ya había demasiadas. Las tormentas habían dejar de cubrir constantemente el cielo con su negrura y el suelo con sus aguas, sus rayos, sus vientos ya solo visitaban Maes esporádicamente, como en cualquier otro lugar del planeta, como en cualquier otro lugar de un universo completamente desconocido.
Ese día el cielo se oscureció hasta el punto de parecer de noche, la luz del día se extinguió por completo. No llovía, tan solo nubes y mas nubes iban sobreponiéndose en el cielo hasta tapar hasta el último haz de luz que pudiera provenir de cualquiera de sus soles. Negrura, oscuridad absoluta como en la mas profunda de las noches. Kaos miraba a un cielo que parecía iba a romperse y descargar toda su furia. Pero no lo hizo. Llegó la noche sin que apenas hubiera diferencia y luego el día siguiente, y el siguiente y así pasaron muchos días. No llovía, pero cada vez el frío era mas intenso. En las calles apenas había movimiento, los habitantes de Maes se refugiaban en sus casas. El miedo se había extendido y era comprensible, no hacia tanto vivían en Ciudad Mees y llegó la niebla para destruirla, ahora ese cielo negro suponía una amenaza que iba mucho mas allá de lo que representaba. Vaticinios de desastres corrían como la pólvora aumentando un miedo irracional sustentado en una experiencia cercana y dolorosa. Cuando has perdido mucho te aferras a lo poco que te queda y cualquier amenaza sobre eso puede convertirte en un monstruo que lo devora todo.

Y llovió. Tan solo unas gotas grandes y frías al principio y luego un diluvio. Rayos, truenos, viento, frio, una gran tormenta se había desatado. Pasaron varios días antes de que dejara de llover, pasaron mas hasta que volvió a abrirse el cielo y dejar pasar la luz de los soles. Kaos contempló con amor aquella tormenta. Tantos recuerdos, tanta vida. Frio, viento y lluvia, el clima que amaba porque le ayudaba a renacer por dentro. Y sin embargo, al de poco tiempo, calló una lluvia fina de primavera que apenas bastó para llegar a mojar el suelo y no pudo sopórtalo, no pudo soportar aquella lluvia y se hundió. Cayó, y al igual que la lluvia, solo el suelo paró su caída, ya no podía caer mas, no podía hundirse mas y ni tan siquiera sabía porque. Tal vez demasiados sentimientos escondidos en un corazón que ya no era capaz de albergarlos, tal vez toda la frustración contenida, tal vez todo el dolor que había ignorado pensando en el bien que le acompañaba se le vinieron encima para derribarle. Bajo aquel aspecto de fortaleza, bajo aquel aspecto de madurez, bajo aquel rostro bueno, aquella sonrisa casi eterna y aquellos ojos amables se encontraba escondido el espíritu de un niño que expectante ante la vida no había aprendido aun del todo a enfrentarse a ella.