Nies había perdido su color, la
niebla lo fue consumiendo como si fuera su alimento hasta que lo devoró por
completo. Gris, esa era la palabra pero conservaba el atractivo de todo lo que
fue, de todo lo que representaba. Envejecemos, nuestro cuerpo lo hace, lo hace
nuestra mente, tan solo nuestra sonrisa y nuestra mirada puede mantenerse eternamente
joven mientras mantengamos la ilusión en la vida. Nies le sonrió cuando fue a
visitarla porque aquel lugar estuvo impregnado una vez de la mayor de las
ilusiones y algo tan grande no puede desaparecer sin dejar rastro. En todas los
rincones de Nies estaban escritas las sonrisas.
Maes también fue parte de Ciudad
Mees, también conservaba escritas las mismas sonrisas pero para Kaos era mas
difícil percibirlas aun sabiendo que estaban ahí. Lo cotidiano acumula
recuerdos sobre lo extraordinario dificultando su visión. Y cada palada de vida
enterraba lo que sucedió también en aquellas calles. Por eso, de vez en cuando
recorría los rincones menos habituales para encontrarse con las sonrisas que también
Maes guardaba para el recuerdo. La zona
que ocupaba Maes fue un lugar menos frecuentado en el esplendor de Ciudad Mees,
pero era igualmente bello. En cada paseo encontraba lugares que le abrazaban, que
lo sonreían, que le acunaban contándole historias de acontecimientos pasados
para que durmiera profundamente y tranquilo y alimentando un sueño que ya había
existido.
Maes y Nies, separados ahora por
un mar que ya no era distancia. Poseidón ya casi siempre estaba en calma y las
tormentas ya no lo acompañaban todo el día de todos los días. No, Poseidón ya
no les separaba, lo que separaba ambas ciudades era que se habían acostumbrado
a vivir en solitario y buscar cada una su propia supervivencia, su propio
desarrollo y crecimiento a partir de los escombros que dejó la niebla.
Reconstruidas y vivas, tal vez vacías. Producto del olvido o la impotencia o
tal vez de deseos diferentes.
Pero ambas ciudades eran débiles,
no respondían a todas las necesidades de sus habitantes como lo hizo Ciudad
Mees. Tal vez no se necesitaran la una a la otra pero estaba claro que ambas
seguían necesitando algo y lo expresaban de diferentes maneras. Había indicios
por todas partes de esa necesidad de reconstruirse, de tapar vacíos. Kaos los
veía con claridad en Maes pero también sabía apreciarlos en Nies. Pocas
referencias tenía de la que fue llamada la ciudad de la niebla pero esas pocas
expresaban que había un vacío por llenar en Nies. Tal vez ambas ciudades no
volvieran a crecer juntas pero Kaos y llenaran sus vacíos de otra manera o
quizá no consiguieran llenarlos nunca pero a sus ojos la respuesta era
evidente. Maes tenía lo que a Nies y a Nies le sobraba lo que Maes necesitaba.
Unidos pudieran volver a ser Ciudad Mees mas no parecía que volvieran a unirse
nunca y Kaos no sabía como lograrlo, ni tan siquiera podía intuir que existiera
una manera. No se podían unir a la fuerza y las uniones solo perduran cuando
parten de la voluntad de ambas partes. Por muy fuerte que sea la soldadura, ambas
partes del metal nunca llegarán a ser la misma pieza, solo fundiéndose por
dentro lograrían ser una, solo su expreso deseo las uniría para crecer juntas.
Kaos podía desearlo con todas sus
fuerzas, podía hacer todo lo que estuviera en su mano pero construir un mundo
no depende de la voluntad de una sola persona, un mundo es la expresión
colectiva de un deseo. Kaos intuía que ese deseo solo permanecía vivo en su
alma pero como tantas otras veces en el pasado tal vez estuviera equivocado.