martes, 16 de febrero de 2016

Casicuentos para Rita: El tiempo avanza, Istne permanece

Hay veces que se recuerda con amor todas las cosas buenas otras, en cambio, nos centramos en el dolor, nos centramos en el odio. Es fácil caer en el lado oscuro como mecanismo de defensa cuando el dolor nos llega hasta lo más profundo de nosotros mismos, hasta ese lugar donde solo llegan las cosas mas importantes y que normalmente tan poco conocemos de nosotros mismos. Nos sorprendemos a veces de las cosas que podemos a llegar a hacer porque esa parte de nosotros mismos está demasiado profunda incluso para nosotros mismos, pero es también lo que somos aunque no siempre lo que desearíamos ser.
Ciudad Mees vivía en lo mas profundo de Equis, vivía en lo mas profundo de Kaos, ya no eran la misma persona pero él fondo era común para ambos. Y allí en su fondo, en las tripas también había frustraciones de la propia en vida en Ciudad Mees, no todo eran recuerdos bonitos, la vida en Ciudad Mees también tenía su cara b, la parte dura de Ciudad Mees. Si la vida era plena, pero la vida nunca está exenta de dolor, de suciedad, de miedo, de angustia, era plena pero no perfecta. La perfección es una idea de lo que jamás conseguiremos y un horizonte hacia al que encaminar nuestros pasos. La vida plena es un camino no un punto de llegada, las metas, al fin y al cabo, son un nuevo punto de partida y si no se convierten en el fin mismo de la vida.
Equis lo sabía, Kaos también, Ciudad Mees era un destino, no era el mundo en el que habitaban pero dotaba de sentido a la vida. La niebla, ese manto grisáceo que lo cubrió todo impidió ver el camino a seguir, impidió ver, aunque fuera de lejos, el destino al que llegar.
¿Existió Mees? ¿Realmente fue tan perfecto? ¿Realmente mereció la pena pelear tanto por mantenerlo vivo? Cuestión de percepciones seguramente. La realidad es la que es, pero nuestra realidad es la que percibimos, la que sentimos y Equis sentía, seguía sintiendo, que Ciudad Mees había sido mucho mas que un sueño perfecto, había sido una realidad por la que llegado el momento no había peleado lo suficiente.
Kaos era negro, lo era su corazón, lo era Istne y sin embargo en su interior albergaba la pureza de Ciudad Mees, en ese lugar de nosotros mismos al que tan difícil nos resulta llegar. Y Kaos no llegaba, no se conocía a si mismo. Identificaba y reconocía gran parte de sus errores, se culpaba continuamente por ellos y eso oscurecía el recuerdo de Ciudad Mees, oscurecía su corazón, se oscurecía a si mismo y Ciudad Mees fue precisamente lo contrario. Somos lo que somos, cambiamos, evolucionamos para ser diferentes, ni mejores ni peores simplemente diferentes, y la misma realidad es diferente ante nuestros ojos. Pero en la mente de Kaos, en ese amasijo enredado de neuronas y sinapsis no había lugar para disfrutar de lo que había sido y mirar hacia adelante, solo había sitio para lamentar la pérdida y llorar el recuerdo. Un error. La vida sigue, sigue aunque a veces deseáramos detener el tiempo o viajar a pasados mejores. Podemos perder lo que queda de vida viviendo en un pasado que dejó de existir hace demasiado tiempo. Pero Kaos vivía en la inocente esperanza de que un día se despertara y Ciudad Mees volviera a vivir de nuevo. Un error seguro, sobre todo si no haces nada para perseguir tus sueños. Ciudad Mees tendría sentido si peleara por ella, si tan solo iba a recordarla con lágrimas en los ojos debiera mirar hacia adelante.

En su retiro de Istne Kaos no encontraba las fuerzas para enfrentarse a su encrucijada. Su cabeza le decía que mirara hacia adelante, su corazón seguía amando profundamente Ciudad Mees y mientras tanto la muerte amenazaba con encontrarle llorando.