Hay días que te miras al espejo y
te ves realmente feo, bueno para algunos son días otros vivimos esa realidad constantemente, pero esos días te ves incluso peor. Y lo peor no es eso, es que la vejez se empieza
a dibujar también en tu cara, unas arruguitas de expresión aquí y allá, unas
patitas de gallo –que piensas que son de todo lo que sonríes pero son de
viejo-; pelillos asomando de la nariz, no de los de dentro, de donde cuelgan
los mocos, que esos siempre los has tenido aunque es cierto que ahora tienden a
sobresalir de las aletas, si no de esos que salen por fuera, y lo mismo en las
orejas. Y me pregunto yo que porque salen, que no sirven para nada, ni para
quitar el frio, si fueran tantos como conformar unas orejeras o una cubrición
para la nariz lo entendería porque si algo se queda helado los días de frio son
las orejas y la nariz y supongo que será por esa tendencia que tienen como a querer huir
de la cara creciendo hacia afuera constantemente y siendo indicador también de
viejura. Yo también huiría de un careto como el mío pero a la larga lo
empeoran. Y por cierto que me he fijado en las orejas y siempre he tenido
soplillo pero es que hoy empiezo a cuestionarme empezar a ir al trabajo volando
y para cortar el viento tengo la nariz que dota a mi rostro de un perfil totalmente
aerodinámico. Ahhh y no olvidarse de las cejas, que si uno ya tenía pocas con
la edad parece que el pelo que empieza a perderse en la cabeza se traslada a
vivir a zonas mas bajas, tal vez huyendo del frio de las alturas, instalándose por
debajo de la frente. Un cuadro oiga.
Y mejor no te quites la ropa
delante del espejo porque la cosa empeora. Miras hacia abajo y te cuesta
vislumbrar por debajo del tripón una pirindola flácida y arrugada, otrora siempre
enhiesta y dispuesta para el combate, bueno que dispuesta para el combate sigue
estando pero la sabiduría que da la experiencia le dice que las batallas son
normalmente contra uno mismo y que para librar una batalla al día contra si
mismo no le merece estar siempre alerta. Pero hablaba del tripón, la curva de
la felicidad dicen, si claro, las de los jovencitos que te miran desde su
tableta de chocolate partiéndose el culo. De joven la ropa de un tío viene a
ser un especie de trapecio con la parte mas ancha en los hombros y la mas
estrecha en la cintura. Con los años la ropa no cambia, aunque debería, pero el
cuerpo si, dejando la parte mas ancha en la cintura y la mas estrecha en los
hombros. Con lo cual esto te deja dos opciones, si quieres que una camisa te quede
bien de hombros tienes que llevarla tan prieta entorno a tu barriga que corres
el riesgo de sacar a alguien un ojo con un botón, que no aguantando la presión
a la que se ve sometido, se rompiera y saliera propulsado a la velocidad de la
luz. Y mientras no se rompe pugna por sostener unidas ambas partes de la camisa
exhibiendo, para el regocijo y mofa de la juventud antes nombrada, la
profundidad de un ombligo que riasen ustedes de la fosas de las Marianas.
Y que me dicen del torso, ese
pecho que parecía una piedra plana, en mi caso porque era todo hueso, y que
ahora acompaña su flacidez con unas dimensiones que apuntan claramente a estar
cambiando de sexo. Y piensas ya que las tengo voy a disfrutarlas, pero te las
tocas y no es lo mismo ni con mucho y tu pirindola que había empezado a mirar tímidamente
hacia arriba, esquivando a duras penas el tripón, vuelve a su posición, desgraciadamente habitual, como diciendo para esta tontería no me molestes.
¿Y ese lunar? ¿Qué coño es eso?
Eso nunca ha estado ahí o era mas pequeño, está creciendo y encima como a la
nariz y otras partes de la cara le está creciendo el pelo. Mejor nos olvidamos
de eso que tiene la ventaja de que no se ve debajo de la ropa, aunque llegara
el verano y quedará al descubierto en la playa. Aunque si alguien lo destaca
entre el patético espectáculo general que ofrece tu cuerpo se tratara sin duda de
una persona muy observadora.
El cuerpo del hombre a cierta
edad consta de dos bolas y y dos palillos. La bola de arriba es mas pequeña y
llena de pelo, la de abajo nos recuerda que la tierra es redonda (en algunos
casos no me extrañaría que tuvieran sus propios satélites flotando a su alrededor
atraídos por la fuerza de la gravedad que sin duda tienen) y se sustentan ambas
bolas en dos patitas delgaditas, como decía, cual palillos. Y eso es algo que
no termino de entender, las piernas no tienen esa tendencia a engordar del
resto del cuerpo (aunque casos hay para todos los gustos) si no que se
mantienen igual o incluso pierden volumen. Bueno, no se, tal vez sea por la
comparativa pero el conjunto suele ser ridículo.
Con la moral por los suelos
pugnas por abrochar ese pantalón de moda que te aprisiona hasta el punto de no
dejarte respirar, optas por una camiseta amplia, en parte por disimular la
tripa y en parte porque no quieres tener sobre tu conciencia que alguien pierda
su ojo y volviendo al espejo te autoconvences de que vestido mejoras
claramente. En fin, es lo que hay, una pena que pasen los años, con lo que
has sido tu de joven. Y te da por mirar fotos para recordar tu lozanía y salir
con ese espíritu a la calle. Las miras y claramente estás mas delgado, claramente
tienes menos arrugas, claramente tienes menos pelos en la cara pero joder que
cara de mono tienes. Ahora eres muy feo pero en aquella eras feo de concurso. Ahora
te explicas porque de joven a tu alrededor creías tener un campo magnético que
interaccionaba de alguna manera con las mujeres impidiendolas acercarse a ti,
como dos imanes de la misma polaridad. Algunas cosas no cambian sea por el
campo magnético o por el tripón las mujeres no pueden acercarse a ti de ninguna
de las maneras y la pirindola sigue luchando contra si misma, tal vez con menos
constancia pero con el mismo tesón. Agarrándote al clavo ardiendo de que al
menos la virilidad se sostiene en el tiempo sales a la calle a comerte el mundo.
Bueno no, de comer nada, que aunque todos sabemos que para tonificar la
musculatura y bajar tripa lo mejor es hacer deporte con la pereza que nos da
preferimos renunciar a la comida, y digo la porque como mucho renunciamos a la
de ese día y eso si no se nos termina olvidando.