lunes, 8 de febrero de 2016

Casicuentos para Rita: La eterna duda de Equis

Ciudad Mees se partió en dos pero no porque ese fuera su destino. Podía no haber sido así, la niebla era inevitable pero la destrucción si lo hubiera sido. Fue el miedo, la duda, la desconfianza lo que destruyó Ciudad Mees. Mees en si misma hubiera sido posible, incluso dividida en dos ciudades por un oscuro y tormentoso mar. Hubiera sido posible si sus habitantes hubieran seguido creyendo que era posible.
Sus habitantes perdieron la fe, porque nunca habían necesitado de la fe para que Ciudad Mees existiera. Se encontraron con ella, vivieron felices en ella sin haber sufrido para llegar allí. La amaban si, eran felices si, pero nunca se plantearon su significado, nunca tuvieron que pelear por ella y cuando llegó el momento los problemas fueron demasiado grandes como para que pudieran resolverse solos. Ciudad Mees requería de una apuesta, entregarse a ella y confiar en que era posible, apostar por la vida en vez de por la supervivencia. Pero es una apuesta demasiado grande cuando peligra todo, cuando peligra la estabilidad y el mundo tal y como lo hemos conocido, salir de la comodidad para afrontar el incierto mundo que la niebla trajo consigo.
No hay culpables. No puede haberlos. La niebla complicó demasiado las cosas y no se le puede pedir a nadie que lo apueste todo a un número con tantas incertidumbres. Equis se sentía responsable, sabía que lo era. El apostó, apostó fuerte y en su momento pensó que nadie apostaba mas fuerte que él. Probablemente se equivocaba, Tiees apostó más que él aunque perdiera antes la esperanza. Equis no se rindió nunca, no se había rendido del todo todavía incluso desde su retiro en Istne pero su apuesta fue tibia. Él tampoco lo arriesgo todo, quería ir sobre seguro, como lo había hecho siempre. Inseguro de si mismo, inseguro de lo que quería y viviendo el sueño de Ciudad Mees, algo que se le escapó de las manos, no supo controlarlo, no supo prever la niebla, no supo combatirla y cuando llegó el momento no fue consciente de que a pesar de todo Ciudad Mees hubiera sido posible.
Aunque ninguna vida está exenta de problemas, la vida de Equis había sido relativamente fácil. De orígenes humildes había sabido aprovechar las oportunidades que la vida le había ido dando. Nunca apostó claramente por nada pero siempre eligió bien. Su eterna duda le llevaba a tener que tomar decisiones cuando ya no quedaba mas remedio o a que la vida se las impusiera por su tardanza. Pero Ciudad Mees hubiera exigido de él una decisión y no supo tomarla. Desde Istne sentía que aunque hubiera decido Ciudad Mees se hubiera destruido igual, esa vida ideal no estaba solo en sus manos. Pero ahora le quedaba la duda y el sentimiento de cobardía que siempre le había acompañado durante su vida. Ni tan siquiera cuando lo vio claro supo apostarlo todo aun a riesgo de perderlo todo. Ciudad Mees se había perdido y probablemente para siempre. Sin embargo en Istne, en aquella desoladora isla de rocas negras pervivía el sueño. Equis debería decidirse de una vez, salir a buscarlo o vivir en Istne para siempre. Había tiempo, decidiría cuando estuviera en condiciones de hacerlo.

El tiempo pasa y nuestros días se acaban. También pasarían los de Equis. Ojalá supiera abandonar su eterna duda antes de que fuera demasiado tarde.