Ciudad Mees se partió en dos pero
no porque ese fuera su destino. Podía no haber sido así, la niebla era inevitable
pero la destrucción si lo hubiera sido. Fue el miedo, la duda, la desconfianza
lo que destruyó Ciudad Mees. Mees en si misma hubiera sido posible, incluso
dividida en dos ciudades por un oscuro y tormentoso mar. Hubiera sido posible
si sus habitantes hubieran seguido creyendo que era posible.
Sus habitantes perdieron la fe,
porque nunca habían necesitado de la fe para que Ciudad Mees existiera. Se
encontraron con ella, vivieron felices en ella sin haber sufrido para llegar
allí. La amaban si, eran felices si, pero nunca se plantearon su significado,
nunca tuvieron que pelear por ella y cuando llegó el momento los problemas
fueron demasiado grandes como para que pudieran resolverse solos. Ciudad Mees
requería de una apuesta, entregarse a ella y confiar en que era posible,
apostar por la vida en vez de por la supervivencia. Pero es una apuesta
demasiado grande cuando peligra todo, cuando peligra la estabilidad y el mundo
tal y como lo hemos conocido, salir de la comodidad para afrontar el incierto
mundo que la niebla trajo consigo.
No hay culpables. No puede
haberlos. La niebla complicó demasiado las cosas y no se le puede pedir a nadie
que lo apueste todo a un número con tantas incertidumbres. Equis se sentía
responsable, sabía que lo era. El apostó, apostó fuerte y en su momento pensó
que nadie apostaba mas fuerte que él. Probablemente se equivocaba, Tiees apostó
más que él aunque perdiera antes la esperanza. Equis no se rindió nunca, no se
había rendido del todo todavía incluso desde su retiro en Istne pero su apuesta
fue tibia. Él tampoco lo arriesgo todo, quería ir sobre seguro, como lo había
hecho siempre. Inseguro de si mismo, inseguro de lo que quería y viviendo el
sueño de Ciudad Mees, algo que se le escapó de las manos, no supo controlarlo,
no supo prever la niebla, no supo combatirla y cuando llegó el momento no fue
consciente de que a pesar de todo Ciudad Mees hubiera sido posible.
Aunque ninguna vida está exenta
de problemas, la vida de Equis había sido relativamente fácil. De orígenes humildes
había sabido aprovechar las oportunidades que la vida le había ido dando. Nunca
apostó claramente por nada pero siempre eligió bien. Su eterna duda le llevaba
a tener que tomar decisiones cuando ya no quedaba mas remedio o a que la vida
se las impusiera por su tardanza. Pero Ciudad Mees hubiera exigido de él una
decisión y no supo tomarla. Desde Istne sentía que aunque hubiera decido Ciudad
Mees se hubiera destruido igual, esa vida ideal no estaba solo en sus manos.
Pero ahora le quedaba la duda y el sentimiento de cobardía que siempre le había
acompañado durante su vida. Ni tan siquiera cuando lo vio claro supo apostarlo
todo aun a riesgo de perderlo todo. Ciudad Mees se había perdido y
probablemente para siempre. Sin embargo en Istne, en aquella desoladora isla de
rocas negras pervivía el sueño. Equis debería decidirse de una vez, salir a
buscarlo o vivir en Istne para siempre. Había tiempo, decidiría cuando
estuviera en condiciones de hacerlo.
El tiempo pasa y nuestros días se
acaban. También pasarían los de Equis. Ojalá supiera abandonar su eterna duda
antes de que fuera demasiado tarde.