miércoles, 25 de enero de 2017

CCPR- Hoper XXXIII: En camino

Una vez tomada la decisión ardía en deseos de volar a Driro, de conocer un nuevo mundo, un mundo en construcción y tal vez conocer personas que creían que otro mundo diferente era posible y que estaban dando pasos para conseguirlo. Sin saber nada de ella Ny Verden aparecía en su imaginario como una organización ideal que podía ofrecer un nuevo modelo al mundo, aunque su temor porque lo que pretendieran fuera una guerra se mantenía. Pero ¿quién sabe? Tal vez lo de aquellos cuadros tan solo fuera una expresión artística de un sistema que se imponía a otro, aunque el aprovisionamiento de Metsal hacía que la hipótesis de la guerra fuera la mas posible.
Por desgracia Hoper no contaba con los créditos suficientes para desplazarse a Driro y al ritmo que iba tardaría en conseguirlos. Pero la solución le llegó como si le estuviera buscando. El mismo día que soñó, al llegar al puerto para empezar su jornada se encontró con una oferta de trabajo colgada en el panel de información de los trabajadores. La corporación de transportes del sistema Próxima Centauri buscaba estibadores especializados para llevárselos a Drido. Era complicado que personas con experiencia se desplazaran a otros mundos por solían tener la vida ya montada en la tierra y el desplazamiento suponía despedirse de todos y de todo para siempre. La colonia de Didro era incipiente y pequeña y, aunque tenían un completo programa formativo, ni había colonos suficientes, ni aun habiéndolos el programa era capaz de formarles con la rapidez en que crecían las necesidades. Hoper no lo dudó y contacto por vid. En cuanto les contó su experiencia y aportó la documentación sobre los trabajos realizados, que amablemente le proporcionó el responsable del puerto, le ofrecieron un contrato muy bien remunerado y un billete para partir de inmediato a Próxima Centauri. Tan solo dos días para despedirse de este mundo, Hoper pensó que le sobraban 47 horas pero cuando empezó a escribir la carta para Frelser y Hoper se dio cuenta que le llevaría mucho tiempo, había tantas cosas que decir, tanto que agradecer y sobre todo quería transmitir todo el cariño que sentía por aquellas personas. Lo hizo bien, como casi todo lo que hacía y Hoper y Frelser guardaron esa carta hasta sus muertes.

Nada tenían que ver aquellos cómodos sillones del transbordador orbital, ni mucho menos los que ocupó en la nave de salto con aquel cubículo en el que llegó desde el planeta prisión. La corporación no había reparado en gastos y sus asientos eran de primera, había una categoría superior solo para unos pocos si, pero las comodidades y el servicio para los pasajeros de primera era todo lo que uno se podía imaginar e incluso lo superaba. El despegué de la tierra hacia la estación espacial le pegó al asiento pero tan solo unos instantes, el resto del viaje era como estar en el sofá de su propia casa con la diferencia de que todo lo que pedía se lo servían al instante. La conexión con la nave de salto fue inmediata por lo que no tuvo la oportunidad de visitar el enorme puerto espacial, le hubiera encantado hacerlo. La nave de salto era moderna, en ella contaba con un camarote que incluía una cama, un sofá y un enorme vid. La comida se servía en restaurantes de lujo. Recordaba en todo a los antiguos cruceros de placer que se hacían por los mares de la tierra. Estaba claro que la corporación necesitaba empleados cualificados y quería cuidarlos y, siendo sus propias naves, probablemente no les resultara demasiado costoso.