Aquel contenedor tenía algo extraño, el escáner de la grúa
daba dos lecturas de código diferentes. La primera de ellas se correspondía con
el parte de trabajo que había recibido en su vid, la segunda no aparecía
registrada en ninguna de las bases de traslado del sistema. Hoper podría haber
dado por buena la primera y situar el contenedor en el lugar que le asignaba el
vid pero era un hombre metódico y perfeccionista.
Buscar la perfección es algo que en si mismo es bueno pero
hay que permitirse errar, no ser perfecto, hay que permitirse ser humano. Hay
personas, y Hoper era una de ellas, que se obsesionaba con la perfección y cada
vez que erraba, cada vez que no conseguía ser perfecto, sufría. Era un
sufrimiento que llevaba por dentro, que le quemaba, recordaba muchos de los
errores que había cometido en su vida, no todos, solo los mas importantes, pero
aparecían una y otra vez en su pensamiento. Y a pesar de todo, como humano que
era, seguía errando y, en algunas ocasiones, cometía el mismo error que ya
había cometido con anterioridad y que se había prometido a si mismo no volver a
cometer. Por eso, no pudo dejar pasar aquel doble código y hacer lo que hubiera
sido más sencillo, obviar el segundo código y trasladar el contenedor al lugar
que especificaba el vid sobre el primero. Cogió el escáner y el vid de bolsillo
y descendió en la plataforma de la grúa hasta el suelo del puerto. Nevaba, como
casi siempre, y un viento helador proveniente del mar azotaba las olas y traía
hasta la piel de Hoper gotitas de agua de un océano a punto de congelarse.
El primero de los códigos, el supuestamente correcto, situaba
el origen del contenedor precisamente en Rotterdam, de donde había llegado en
un pequeño carguero, y tenía como destino el espacio puerto de la ciudad para
que siguiera su camino al planeta Driro que orbitaba alrededor de próxima
Centauri, supuestamente cargado de suministros y repuestos especializados para
maquinaria de terraformación. De el segundo de los códigos no había información
alguna. Hoper buceo en las bases de
datos pero no encontró nada, ni de un envío presente, ni pasado, ni futuro.
Aquello era muy extraño, nada justificaba aquel código.
Volvió a la cúpula acristalada de la grúa y siguió moviendo
el resto de los contenedores dejando ese en pendientes. Movía los contenedores
mecánicamente, sin pensar en lo que hacía porque en su cabeza estaba centrada
en el código para el que no encontraba respuesta alguna. Le sacó de sus
pensamientos una ráfaga aún mas intensa de viento que zarandeo el contenedor
que estaba trasladando y a su vez este movimiento hizo que la propia grúa
temblara. Las condiciones eran muy peligrosas, movía toneladas por encima de
las cabezas de otras empleados del puerto, no se podía permitir un error,
cuando es la vida de alguien lo que está en juego no hay lugar para los
errores. Se concentró en la tarea y olvidó el curso de sus pensamientos. Cuando
deposito el contenedor que estaba desplazando en su lugar correspondiente, el
código le vino de nuevo a la cabeza acompañado de unas inspiración. Los números
que marcaban el origen le resultaban tremendamente conocidos. En el planeta
prisión el no maneja los códigos, simplemente movía los contenedores al las
naves siguiendo ordenes, pero había visto tantas veces esos códigos que se los
había aprendido de manera inconsciente. Aquel contenedor tenía su origen en el
planeta prisión.