miércoles, 11 de enero de 2017

CCPR- Hoper XXV: Bajo la nieve

Sjoman, que combinaba un carácter taciturno y parco en palabras con otros momentos de extroversión, afabilidad, sonrisas y conversador incansable que siempre tenía algo interesante que decir. Era como si dos personas diferentes habitaran en el mismo cuerpo. El taciturno deambulaba por el barco controlándolo todo, el extrovertido paseaba ocioso por los puertos y las ciudades donde atracaban. Ese carácter abierto hacía que tuviera amistades en todos los lugares que visitaba, especialmente en aquellos dónde acudía con regularidad y este puerto del norte era una de sus destinos preferidos.
Sjoman habló con la autoridad portuaria y consiguió a Hoper un trabajo de estibador en el puerto, si no había juzgado mal a Hoper, un hombre inquieto y con sueños, aquel no sería un trabajo para toda la vida pero si le permitiría iniciar su propio camino en la vida. Un camino alejado de la prisión en la que había vivido, alejado de su propia historia. También conversó con el tabernero que regentaba su lugar preferido para comer y beber, era un lugar con poca luz, situado en cerca del puerto en el barrio mas marginal de la ciudad, pero nadie en el mundo daba tan bien de comer y sus cócteles adquirieron tanta fama que, a pesar de su situación, siempre estaba a rebosar. Aun así el lugar había conocido tiempos mejores. El tabernero le dio el contacto de una persona que buscaba un compañero de piso para compartir gastos.
Como dos padres protectores Frelser y Sjoman habían proporcionado a Hoper un lugar y una manera de iniciar la vida por su cuenta. Partían ahora para compartir su vida juntos, probablemente unos 30 años mas surcando los mares y lo que les quedara de vida retirados en algún puerto tropical donde la tranquilidad, el sol y la lluvia fueran sus últimos compañeros de viaje. No, los momentos perdidos no pueden recuperarse, pero la vida que les quedaba por delante la vivirían juntos.
Fue triste la despedida. Lágrimas en los ojos de dos buenos hombres que cualquiera hubiera calificado como duros. Abrazos que se sucedían. Buenos deseos y el compromiso de volver a verse para contarse historias. En aquel momento no sabían que nunca volverían a verse.
El Siste inició su singladura. Hoper se quedó en el puerto bajo una fuerte nevada hasta que perdió completamente de vista el barco. Caminó hasta el faro que se encontraba en un saliente de un acantilado buscando la soledad absoluta y lloró desconsoladamente hasta que el dolor se mitigo lo suficiente. Viviría siempre con esa pérdida pero una nueva vida le estaba esperando. Frelser le salvó, le acogió, sin tener que hacerlo, sin conocerle. Sjoman le proporcionó una vida. Dos buenos hombres, un ejemplo a seguir.

Cuando llegó a su nuevo hogar Regn, su nueva compañera de piso, dormía en su habitación pero Putnik fue a buscarle en cuanto oyó la puerta. Sin cenar se tumbó en la cama y se pasó la noche en vela acariciando el suave pelaje del felino que dormitaba recostado en su pecho.