Soy de esas personas que siempre
llevo un pañuelo de tela en bolsillo. Esta circunstancia podría ser indicativo
de cierta elegancia o también incluso de una querencia por el respeto medioambiental.
Sin embargo, y en honor a la realidad, indica únicamente dos cosas. La primera
es que es una costumbre familiar arraigada en mi y que me dota por otro lado de
cierto clasicismo. La segunda, y menos honorable, es que he sido siempre, y
sigo siéndolo, un mocoso, si bien es verdad que poca culpa tengo yo si mis
fosas nasales segregan ese líquido que, por arte de algún tipo de pegamento
extraño, termina endureciéndose hasta tomar forma de lo que se denomina, al menos
por estos lares, cascarria, que no es otra cosa que el moco propiamente pero
endurecido. Es bien curioso lo de los mocos. Cualquier elemento podemos
encontrarlo en tres estados, a saber: sólido, líquido y gaseoso, los mocos a su
vez también se los puede encontrar en tres estados y siendo solo uno
coincidente, líquido, gomoso y cascarria que por si no lo explicado con
suficiencia es ese estado en el que el moco adquiere una consistencia dura y
seca y sin embargo se adhiere con mas fuerza que nunca al interior de las fosas
nasales. La verdad es que no tengo ni idea de que depende el estado en que se encuentran
los mocos y seguro que tiene su explicación pero hasta ahora no le había dado
ninguna importancia y cuando ponga el punto final a este relato se la seguiré
sin dar. El caso es que en mi, y dependiendo de las ocasiones, se pueden
encontrar en cualquiera de los tres estados, a veces alternativamente y otras
todos juntos. Llegados a este punto, y como si de una reunión de alcohólicos
anónimos se tratase, tengo que reconocer lo siguiente: “Me llamo Xarle y soy
mocoso”.
No soy ciego y veo que la
industria de la celulosa ha prosperado en base a dos estrategias comerciales la
venta de papel higiénico (y los que hemos conocido el papel del elefante –del que
creo haber hablado en alguna ocasión- deberíamos estar agradecidos al I+D) y en los últimos tiempos a la elaboración de
pañuelos de papel. Esa evidencia me hace ver que no debo ser el único mocoso en
el mundo pero os engañaría si me mostrara al mismo nivel de la media, estando,
como estoy, muy por encima. De los 365 días del año, por diversas
circunstancias incluidas alergias, tengo mocos 366, por incluir el 29 de
febrero en años como este que son bisiestos.
Las capas de los pañuelos de
papel, al igual que las del papel higiénico, han ido creciendo con el tiempo y
cada vez son mas esponjosos y absorbentes a la par que mas agradables y respetuosos
para las fosas nasales, sin embargo las heriditas que salen tras un buen
constipado no te las quitan por muy de menta que sean. En otra cosa que no han
cambiado es que no aguantan una buena mocarrada por muy absorbentes que sean y
si se produce con fuerza y llegan a romperse, cosa no poco habitual, terminaremos
usando otro pañuelo para limpiarnos las manos, eso siempre que nos quede otro
en el paquete porque cuando mas se necesitan es cuando suelen acabarse y
tenemos que terminar limpiándonos, como se ha hecho siempre, las manos en las
perneras de los pantalones o usando este subproducto del cuerpo humano como
crema hidratante para las manos.
Los pañuelos de papel también muestran
la picaresca tan extendida por el mundo cuando de engañar a otro se trata para
hacer dinero. Y es que acostumbrados como estamos a que en los paquetes vengan
10 pañuelos y toda vez que no solemos contar los usos que hacemos de ellos y
siendo conscientes de ello los empresarios responsables de I+D de la industria
de la celulosa, algunas compañías han tenido a bien meter únicamente 9
pañuelos. Cierto es que el paquete lo indica claramente y que su producto no
engaña pero no pareciéndome que incluir únicamente 9 pañuelos responda a una
necesidad de la producción industrial, me da por pensar que aprovechan que
damos por supuesto que el paquete incluye 10 para darnos menos por el mismo
importe. Picaresca me parece, pero ellos lo ponen claramente y es
responsabilidad nuestra saber lo que compramos. En cualquier caso si son los
mismos los responsables que se encargaron de eliminar el papel de elefante y
dar paso al papel que hoy en día conocemos han hecho tanto bien que una pequeña
maldad como esta está mas que perdonada. Eso si, les pediría que dejaran de
añadir capas ya, que estamos llegando a un punto que soy incapaz de sentir lo
que hay debajo del papel y, aunque como la mayoría, soy de los que cuando está
finalizando la tarea de limpieza compruebo visualmente la pulcritud de la misma
expresada en el papel, prefiero sentir minimamente la progresión de la tarea
por medio del tacto, evitando así el poco agradable contacto visual. Pero si es
el precio que hay que pagar porque no ocurra como con las mocarradas y evitar
que el papel se rompa bienvenido sea.
En conclusión diré que siendo un
mocoso, está bien tener siempre a mano un pañuelo, ya sea de tela o de papel,
aunque algún tipo de placer hablar en extraerse los mocos con los dedos cuando
es una costumbre tan extendida. Supongo que algunos de mis lectores estarán al
punto negando este punto, y alguno habrá que no lo haga, a los demás les
recuerdo que sus coches tienen ventanillas de cristal transparente y aunque a
veces nos parezca que estamos en un lugar completamente privado, estamos
expuestos a las miradas indiscretas de los viandantes y otros conductores y que
a nadie se le ha ocurrido una excusa convincente para tener el dedo dentro de
la nariz mientras espera que el semáforo, y de paso el dedo, se ponga en verde.
P.D.: Perdón por lo escatológico
del relato de hoy, aunque viniendo de mi no creo que a nadie le sorprenda, pero
la verdad es que no me apetecía nada escribir y aunque lo he intentado no se me
ocurría nada, así que he decido usar el recurso de la broma fácil para que las
personas lectoras habituales no sintieran que había fallado a mi cita. Gracias por estar ahí.