lunes, 7 de marzo de 2016

Soy de esas personas que siempre llevo un pañuelo de tela en bolsillo. Esta circunstancia podría ser indicativo de cierta elegancia o también incluso de  una querencia por el respeto medioambiental. Sin embargo, y en honor a la realidad, indica únicamente dos cosas. La primera es que es una costumbre familiar arraigada en mi y que me dota por otro lado de cierto clasicismo. La segunda, y menos honorable, es que he sido siempre, y sigo siéndolo, un mocoso, si bien es verdad que poca culpa tengo yo si mis fosas nasales segregan ese líquido que, por arte de algún tipo de pegamento extraño, termina endureciéndose hasta tomar forma de lo que se denomina, al menos por estos lares, cascarria, que no es otra cosa que el moco propiamente pero endurecido. Es bien curioso lo de los mocos. Cualquier elemento podemos encontrarlo en tres estados, a saber: sólido, líquido y gaseoso, los mocos a su vez también se los puede encontrar en tres estados y siendo solo uno coincidente, líquido, gomoso y cascarria que por si no lo explicado con suficiencia es ese estado en el que el moco adquiere una consistencia dura y seca y sin embargo se adhiere con mas fuerza que nunca al interior de las fosas nasales. La verdad es que no tengo ni idea de que depende el estado en que se encuentran los mocos y seguro que tiene su explicación pero hasta ahora no le había dado ninguna importancia y cuando ponga el punto final a este relato se la seguiré sin dar. El caso es que en mi, y dependiendo de las ocasiones, se pueden encontrar en cualquiera de los tres estados, a veces alternativamente y otras todos juntos. Llegados a este punto, y como si de una reunión de alcohólicos anónimos se tratase, tengo que reconocer lo siguiente: “Me llamo Xarle y soy mocoso”.
No soy ciego y veo que la industria de la celulosa ha prosperado en base a dos estrategias comerciales la venta de papel higiénico (y los que hemos conocido el papel del elefante –del que creo haber hablado en alguna ocasión- deberíamos estar agradecidos al I+D)  y en los últimos tiempos a la elaboración de pañuelos de papel. Esa evidencia me hace ver que no debo ser el único mocoso en el mundo pero os engañaría si me mostrara al mismo nivel de la media, estando, como estoy, muy por encima. De los 365 días del año, por diversas circunstancias incluidas alergias, tengo mocos 366, por incluir el 29 de febrero en años como este que son bisiestos.
Las capas de los pañuelos de papel, al igual que las del papel higiénico, han ido creciendo con el tiempo y cada vez son mas esponjosos y absorbentes a la par que mas agradables y respetuosos para las fosas nasales, sin embargo las heriditas que salen tras un buen constipado no te las quitan por muy de menta que sean. En otra cosa que no han cambiado es que no aguantan una buena mocarrada por muy absorbentes que sean y si se produce con fuerza y llegan a romperse, cosa no poco habitual, terminaremos usando otro pañuelo para limpiarnos las manos, eso siempre que nos quede otro en el paquete porque cuando mas se necesitan es cuando suelen acabarse y tenemos que terminar limpiándonos, como se ha hecho siempre, las manos en las perneras de los pantalones o usando este subproducto del cuerpo humano como crema hidratante para las manos.
Los pañuelos de papel también muestran la picaresca tan extendida por el mundo cuando de engañar a otro se trata para hacer dinero. Y es que acostumbrados como estamos a que en los paquetes vengan 10 pañuelos y toda vez que no solemos contar los usos que hacemos de ellos y siendo conscientes de ello los empresarios responsables de I+D de la industria de la celulosa, algunas compañías han tenido a bien meter únicamente 9 pañuelos. Cierto es que el paquete lo indica claramente y que su producto no engaña pero no pareciéndome que incluir únicamente 9 pañuelos responda a una necesidad de la producción industrial, me da por pensar que aprovechan que damos por supuesto que el paquete incluye 10 para darnos menos por el mismo importe. Picaresca me parece, pero ellos lo ponen claramente y es responsabilidad nuestra saber lo que compramos. En cualquier caso si son los mismos los responsables que se encargaron de eliminar el papel de elefante y dar paso al papel que hoy en día conocemos han hecho tanto bien que una pequeña maldad como esta está mas que perdonada. Eso si, les pediría que dejaran de añadir capas ya, que estamos llegando a un punto que soy incapaz de sentir lo que hay debajo del papel y, aunque como la mayoría, soy de los que cuando está finalizando la tarea de limpieza compruebo visualmente la pulcritud de la misma expresada en el papel, prefiero sentir minimamente la progresión de la tarea por medio del tacto, evitando así el poco agradable contacto visual. Pero si es el precio que hay que pagar porque no ocurra como con las mocarradas y evitar que el papel se rompa bienvenido sea.
En conclusión diré que siendo un mocoso, está bien tener siempre a mano un pañuelo, ya sea de tela o de papel, aunque algún tipo de placer hablar en extraerse los mocos con los dedos cuando es una costumbre tan extendida. Supongo que algunos de mis lectores estarán al punto negando este punto, y alguno habrá que no lo haga, a los demás les recuerdo que sus coches tienen ventanillas de cristal transparente y aunque a veces nos parezca que estamos en un lugar completamente privado, estamos expuestos a las miradas indiscretas de los viandantes y otros conductores y que a nadie se le ha ocurrido una excusa convincente para tener el dedo dentro de la nariz mientras espera que el semáforo, y de paso el dedo, se ponga en verde.



P.D.: Perdón por lo escatológico del relato de hoy, aunque viniendo de mi no creo que a nadie le sorprenda, pero la verdad es que no me apetecía nada escribir y aunque lo he intentado no se me ocurría nada, así que he decido usar el recurso de la broma fácil para que las personas lectoras habituales no sintieran que había fallado a mi cita. Gracias por estar ahí.