Comimos un helado sentados en un
banco, tu no lo sabes pero había estado buscando en internet las mejores
heladerías de la villa. Siempre hacía lo mismo, cuando hacíamos algo quería que
fuera perfecto, que todo saliera bien, que nada fallara para no incomodarte,
quería que te sintieras tan a gusto conmigo como yo lo estaba contigo.
Aquel día hicimos poco más que comer
ese helado y dar un paseíto. Era verano, había hecho mucho calor pero estaba refrescando
hasta el punto de casi hacer frío y tu siempre tenías frio. Me dijiste que
hacía años que no comías un helado, querías cuidarte, querías estar perfecta y
sin embargo nunca te veías así. Eras perfecta, con mas o menos kilos lo eras,
tu belleza venía de dentro y explotaba en tu cuerpo. Aquel cuerpo sinuoso,
aquellas caderas y, ¿por que no? aquel culo, eran y seguirán siendo un grito al
erotismo. Tu mirada, tu sonrisa, tu cara en general pura belleza. Pero tu no te
veías así y al no hacerlo yo te veía aún mas preciosa. Lo eres, lo eres por
fuera pero también por dentro. Que alegría me diste por hacer conmigo lo que hacía
años que no hacías. Me sentía tan especial. Me sentía tan cerca de ti. Nunca supe
como devolverte lo que me dabas.
Vestías una falda nueva, una
camiseta de tirantes rosa y tu chamarra vaquera. Hacía calor pero tu siempre
tenías frio y la verdad es que con el cambio de tiempo te vino muy bien haberla
traído. No, no era el estilo que a mi me gustaba pero te miraba y estabas
preciosa. Siempre me lo parecía, siempre lo estabas. Me dijiste que esa falda
te dijo tu hija que te la compraras, que a ti no te gustaba mucho pero que a
ella si. Me pareció algo muy bonito, supongo que no siéndolo es difícil imaginar
la conexión que supone la maternidad. De tu armario mágico salió la camiseta,
muchas cosas sin estrenar se guardaban en aquel armario. Que diferentes éramos
en eso, si me compro algo no puedo esperar para estrenarlo. Paciencia e
impaciencia. Me decías muchas veces lo impaciente que era y es curioso porque no
te faltaba razón pero para otras cosas tengo una paciencia eterna.
Entró un poco de niebla y caminamos
por la ría para separarnos como siempre en el metro. Apenas unas horas perfectas.
Otras mas, lo eran siempre. Por eso te sigo echando tanto de menos. Las cosas
podían haber sido de otra manera pero no lo fueron. Hay quien dice que las
cosas siempre pasan por algo, soy de los que opina que las cosas simplemente pasan,
a veces podemos controlarlas y a veces no. A veces tienen un sentido en el
futuro y a veces no tienen mayor transcendencia. El futuro no viene determinado por el pasado,
aprendemos de él, nos hace ser lo que somos, tal vez nos sitúa de una manera
determinada ante la vida pero los acontecimientos futuros serán los que sean independientemente
de lo que haya sucedido en el pasado.
Yo no estoy preparado para
encontrarme de nuevo algo tan grande como tú, no estoy preparado para volver a
encontrarme contigo de nuevo y sin embargo se que correría a buscarte si
volvieras a querer compartir un helado y una tarde conmigo. Ahora abro los ojos
al futuro, por desgracia ahora estás en mi pasado y no tiene pinta de que
nuestro caminos vuelvan a cruzarse. Esta vez el tren partió en viaje de ida,
aquel día a despedirnos todavía guardaba varios viajes de vuelta y muchos
momentos perfectos. No habría más helados pero siempre tendré en el recuerdo
que los momentos mas dulces fueron los que pasé contigo.