En aquel pequeño atracadero, con
los pies colgando sobre unas aguas esmeralda, mi piedra y mi color, en el ocaso
de un día, otro día más que deseaba que pasara para huir de aquel paraíso de
luz y calor que hasta aquel año llamaba mi segunda casa. Había dejado de serlo,
ya no lo sería nunca porque mi hogar estaba donde tu estuvieras y lejos de ti
ya todo era gris, triste y silencioso, como lo es ahora, como lo empezó a ser
cuando me llego el desahucio.
Volví al año siguiente, volví
porque tenía que volver, volví porque es complicado romper con el pasado. Volví después de una gran tormenta, tal vez la última
tormenta. Fui mas tarde de lo planeado, lo retrasé todo lo que pude esperando
que llegara una calma que nunca llegó, que aún no ha llegado, una calma que aun sigo esperando. No pisé el atracadero, apenas
toqué ese mar de azules verdosos, apenas puse mis pies en la playas de un paraíso
que había dejado de serlo. Muchos años después sentí el frio en aquella isla y
hasta el tiempo parecía que acompañaba mis sentimientos. Lluvia, mas lluvia y
apenas veinte grados, algo insólito en los veranos del Mediterraneo. Tal vez
Mari hubiera decidido visitar la Tramuntana, tal vez me hubiera seguido con su
carro de fuego para tomarse un descanso. Mari, la “diosa” de los vascos, la
dama de Amboto, la señora de las tormentas… Sin duda me acompaño en ese viaje.
Y la busqué en aquella sierra que
recoge su nombre de los vientos del norte, quería hablar con ella para contarle
mis secretos, mis penas, mis sueños. Entre lluvia y niebla no pude encontrarla
pero descubrí un paraje bello, un refugio de roca sobré el mar, una atalaya
desde la que contemplar el mar, un lugar solitario por el cual probablemente jamás
volverá a pasar nadie porque no hay caminos que lleven hasta él. Y allí me
dormí a pesar del frio, allí me dormí a pesar de estar calado hasta los huesos.
Allí me dormí y desperté sin sueños, desperté sin nada, me desperté sin ser
nada. Tan solo una sombra que vaga persiguiendo tormentas porque el sol solo lo
encontraré contigo.