Pasan los días y va quedando atrás la
locura, la desesperación, el sufrimiento. Me enamoré de ti como solo los niños
se enamoran y eso te ciega, y con tantas dificultades, con tantos límites llega
a producir más dolor que alegría.
Me hice tan dependiente de ti que me
olvidé de mi mismo y de lo que me rodeaba, no pensaba con claridad, no actuaba
de manera cabal, tan solo quería estar contigo, hablar contigo, vivir de alguna
manera contigo. Algo bonito si no se hubiera convertido en enfermizo. Las
personas a veces nos hacemos dependientes cuando mas nos rechazan, cuando mas
nos ignoran pero no cabe poner la responsabilidad en el otro. El cigarro no
tiene culpa de que yo lo fume y esto es lo mismo, mi adicción era mía y no la supe controlar.
Era feliz cada momento que pasaba
contigo, con cada palabra que me escribías me hacías feliz también. Supongo que
no estaba preparado para eso y que me convertí en un yonki que siempre quiere
más de su sustancia ilegal. El amor así no es bonito. Puedo echarle la culpa
por descargar mi conciencia a las circunstancias, esas circunstancias que
hacían que todo fuera muy complicado y a veces imposible. Me engañaría a mi
mismo, las circunstancias no ayudan pero cada uno es responsable de lo que
hace. Hacer responsable de tu vida a las circunstancias o a alguna persona en
cierta manera te hace esclavo de ellas. No, yo fui el responsable.
Te decían que pasan los días y que la
locura va a quedando atrás. No no estoy curado del todo pero ya no estoy lejos.
No te equivoques con el significado de esto, te sigo queriendo desde lo mas
profundo de mi corazón pero los días pasan y me voy liberando de algunas cosas
malignas que me acompañaban, me atrevería a decir que nos acompañaban a ambos.
Y la ceguera me llevo a no ver un motón
de indicadores de lo mal que estabas tú, de lo mal que lo estabas pasando con
tu vida y eso que una y otra vez me contabas cosas, algunas terribles, otras
simplemente malas pero que acumuladas suponen una carga difícil de soportar. No
lo niego, a veces llegué a pensar que algunas cosas las sacabas de quicio y no
eran para tanto pero cuando tantas se acumulan es normal que las vivencias
fueran horribles. Me sorprendía, y me sigue sorprendiendo, que después de contarme algunas cosas de esas cosas que te pasaban
pudieras seguir sonriendo e inundarme con tu felicidad. Y sin embargo lo
hacías, cada vez que aparecías tenías esa sonrisa tan maravillosa que mi mundo
cambiaba, mi mundo se convertía en algo maravilloso también.
Eres una mujer fuerte, como casi todas
las mujeres, pero la mujeres también pincháis y no me di cuenta de que
pinchabas. Alguna vez te dije que buscaras ayuda, seguro que tu no crees
necesitarla pero yo sigo pensando que te vendría bien alguien en que apoyarte,
alguien a quién contar tu vida y que te ayude a poner algo de luz entre tanta
sombra. Y no me refiero a un amigo o a una amiga, me refiero a alguien que
tenga una distancia profesional con lo que te pasa. Si, ya lo se, yo también
debería aunque creo que mis problemas eran menos y diferentes y ya me estoy
recuperando.
En su día te dije que no quería ser solo
tu amigo porque siempre querría más y en los meses que estuvimos como “amigos”
fue bastante evidente. Hoy con una visión mas clara te repetiría lo mismo yo
siempre querría mas, querría mas porque te quiero como nunca he querido a
nadie, pero hoy también se que podría guardar bajo llave mis sentimientos y ser
tu amigo. Ese amigo que querías que fuese. Y podría serlo porque acabada la
locura y viendo todo por lo que has pasado, concentrándolo todo y sumándolo
todo me parece que fui egoísta no queriéndolo ser con anterioridad. Tu no
necesitabas un idiota enamorado, tu necesitabas un amigo y no supe serlo porque
si algo es el amor es egoísta.
Y esa es la invitación que te hago en
este carta que aunque llegue a enviarte probablemente nunca leas. Me muero de
pena por no haber sabido estar donde debía cuando me necesitabas y todavía
confiabas en mi lo suficiente para por lo menos escucharme. Todo lo que diga ya
no vale para nada. Pero aquí estoy, esperándote para
darte todo mi cariño, el cariño de una persona que te quiere y que quiere lo
mejor para ti y para tu vida.
No me merezco que confíes en mi, ni en
nada de lo que digo, pero si lo haces, si por lo que sea te das cuenta de la
sinceridad que siempre han llevado mis palabras –no así mis silencios- y
necesitas o quieres tener un amigo, sabré serlo para ti, sabré ser un buen
amigo sincero con sus palabras –aunque a veces duelan- y también con sus
silencios –aunque a veces duelan-.
Solo quiero que sepas que te esperaré
siempre, aunque creas que ha pasado demasiado tiempo, meses, años, lustros…
siempre te estaré esperando con los brazos abiertos y una sonrisa.