Un rostro siempre
amable, la sonrisa perenne y sobre todo aquella mirada tan profunda. Parecía un
hombre bueno y sin embargo devoraba almas. Ni el mismo se daba cuenta de lo que
hacía, vivía en la ilusión de bondad que todas las personas le transmitían de
si mismo y así se comportaba pero en lo más profundo su voracidad era inmensa.
Apareció en su vida el
ser más dulce, el ser más maravilloso que había conocido. Un ser que necesitaba
ser protegido, que necesitaba ser amado, un ser que portaba una pesada coraza
para evitar que nadie volviera a hacerle daño. Pero aquella coraza no pudo
protegerlo, él consiguió atravesarla, porque aquel ser necesitaba ternura,
cariño, amor, y una vez dentro su alma
fue el festín mas grandioso. Era tan espléndido su sabor, le llenaba tanto, que
no solo devoro su alma, lo devoro entero por dentro.
Y se dio cuenta de lo
que había hecho con él y lloraría por siempre amargamente. Y gracias a aquel
ser se dio cuenta de lo que era y de cuantas almas había devorado pero las
lágrimas solo brotaban por aquel ser maravilloso. Y nunca volvió a ser el
mismo, su rostro siguió siendo amable, su sonrisa perenne pero su mirada ya
siempre sería triste. Las almas eran su alimento y solo aquel ser podría
salvarlo de su condena.