miércoles, 25 de noviembre de 2015

Casicuentos para Rita: de las niñas que no quieren ser solo princesas y los niños que solo pueden ser bomberos

Aquella niña tenía su cuarto pintado de rosa, de las paredes colgaban cuadros de esbeltas princesas con espectaculares peinados, ojos azules o verdes  preciosos e inmensos  y vestidas con hermosos vestidos de largo rosas, tenía miles de cuentos de princesas y escondido en el armario tenía un telescopio. Ella tenía el pelo largo y hermoso, sus ojos también eran verdes precios e inmensos,  mucha de su ropa también era rosa pero cuando se miraba al espejo no veía una princesa.
Aquel niño tenía su cuarto pintado de azul, las baldas de sus armarios estaban llenas de figuritas de monstruos,  la mayoría de ellos muy feos pero de un aspecto amable y casi cariñoso, tenía cuentos de miedo, de esos cuentos inocentes que empiezan a enseñar lo que es el miedo y escondido en el armario tenía un mallot y unas zapatillas de ballet. Él era lo contrario a un monstruo, sus inmensos ojos azules eran simplemente arrebatadores, su pelo era rubio rizoso y tal vez un poco rebelde, y tenía una cara en la que se reflejaba bondad con bastantes dosis de picardía.
A ella le gustaban las estrellas, la luna, el espacio y cuando nadie la veía sacaba su telescopio y miraba por él. Era demasiado pequeña para decir que estaba investigando, pero en el fondo era lo que estaba haciendo. Sin saberlo aprendía de lo que veía e investigaba un mundo nuevo y completamente desconocido.
A el le gustaba bailar, moverse con gracilidad al compás de la música y cuando nadie le veía sacaba su mallot y sus zapatillas y danzaba. Danzaba sin parar hasta acabar agotado. Era demasiado pequeño para decir que expresaba sus sentimientos a través de la danza pero en el fondo era lo que lo hacía. Sin saberlo sus movimientos sus movimientos eran puro sentimiento, puro arte.
Pero las niñas quieren ser princesas y los niños bomberos. No es que lo quieran, pero aprenden a quererlo. Desde el mismo nacimiento preguntamos si es niño o niña y nos imaginamos una vida para ellos basándonos tan solo en su sexo. Siendo bebes les vestimos de rosa o azul, cuando crecen les regalamos muñecas o balones, cuentos de princesas o de héroes. Y con todo el mundo presionando –la familia, los amigos, la televisión… y hasta los desconocidos- les encaminamos hacia la belleza o hacia la valentía.
La niña se hizo mayor. Estudio y estudio. Muchas noches durmiendo poco, muchas noches mirando a las estrellas y muchas mañanas arreglándose delante del espejo. Con los años consiguió un trabajo de investigadora en un observatorio. Y fue feliz aunque odiaba perder una hora todos los días poniéndose guapa.
El niño se hizo mayor. Y dejó de bailar. También estudio pero estudio menos. Los monstruos ya no le daban ningún miedo, era un joven valiente que arriesgaría su vida por los demás. Con el tiempo sacó un plaza de bombero y se dedicó a ello toda su vida. Y fue feliz aunque siempre echaba algo en falta, echaba en falta la danza.