El orco se enamoró de la Reina,
la dama de más alto linaje que el mundo hubiera conocido en esta era, la dama
más bella de la historia de aquel mundo. Él no sabía quién era, ambos estaban
encerrados en celdas contiguas. Su amo, su señor, tenía presos a ambos, a ella
para arrebatarle su reino, a él por no querer derramar mas sangre. Y por las
noches cuando todo era silencio hablaban, hablaban sin parar, hablaban horas y
horas. Hablaron los días, los meses, los años que duro aquel cautiverio pero
ninguno sabía quién se escondía detrás de aquellos inmensos muros de piedra.
Vinieron a liberar a la Reina y
la reina pudo ver al orco en su celda y lo liberó también, llevándoselo consigo
a aquel maravilloso reino dónde siempre era primavera y los montes verdes.
Pasearon y pasearon por aquellos parajes escondiéndose del mundo porque el
mundo jamás entendería que estuvieran juntos y por las noches hablaban y hablaban a través
de los muros que separaban sus habitaciones.
Pero no es posible una sola vida
para un orco y una princesa y empezaron a surgir los problemas, demasiados
problemas para una Reina con un reino en el que reinar. El orco cada vez le
suponía una mayor carga y lo fue apartando de si. El orco lo intento todo pero sólo consiguió convertirse
en un problema mayor hasta que ella lo apartó del todo. Algo normal, lo hubiera
hecho cualquiera.
No se que fue de la Reina, ignoro
que sucedió con su reino. El orco volvió a el castillo, que ahora estaba medio
derruido, para encerrarse en la misma celda en la que conoció a la Reina.