miércoles, 23 de diciembre de 2015

Casi cuentos para Rita: Los colores de Mees

Escondidos al final de los arcoíris se encuentran los más maravillosos tesoros, Ciudad Mees, ciudad arcoíris. Y tal vez se quedara corto el nombre porque en la megápolis de Mees se unían, se mezclaban en perfecta armonía todos los colores del espectro visible. Sus edificios, sus calles, sus parques no eran grises, no eran oscuros, eran una explosión de color dónde cabían todos.
Edificios había de todos los colores desde el más prístino de los blancos hasta el mas azabache de los negros, pasando por cálidos rojos y amarillos, por intensos verdes, por glaciares azules y por cualquier otro color que pudiera encontrarse en la paleta de un pintor que loco de pasión hubiera querido plasmar en un cuadro todos. Sus calles eran iguales, había tantos colores que incluso en una inmensa ciudad como Mees resultaría difícil encontrar dos calles del mismo color. Las ropas de sus habitantes también eran multicolor, colores pastel, colores intensos,  colores gastados, colores naturales, colores creados… y sobre todo colores de ese arcoíris por el que se conocía a Ciudad Mees.

La niebla arrancó los colores, fue más allá de cubrirlos con su grisáceo manto, los arranco literalmente de las paredes, de las calles, de las ropas. Destruyó el color para dejar solo el blanco y negro y una eterna gama de grises. Los Demorianos optaron por el negro, los Moorianos por el blanco, los Permi vestían de todos los grises posibles y se mimetizaban así con la niebla. Y cada gris tenía un matiz que se convertía en un recuerdo de cada color que había existido en Ciudad Mees. Ciudad Mees, la ciudad del blanco y negro.